Palabra rota │ De aquí a Hollywood

Los olvidados huesos de un poeta en el Panteón Nacional

15/03/23.- Lo poetas tienen la mala costumbre de morirse, pero, de puro inquietos, se quedan un rato en los alrededores dando de qué hablar. Es el tiempo cuando la gente se ocupa de leer su obra; los críticos literarios se ganan la vida espulgando los escritos del poeta, quien los mira atento por encima del hombro para que no digan algún despropósito; y, con buena suerte, hasta se estudian sus poemas en las escuelas. Después, como en todo, el tiempo se encarga de echar capitas de desmemoria sobre su nombre y su obra y, con buena suerte, quizás terminen como epónimos de calles, plazas y colegios de los que nadie sabe por qué se llaman así.

Le acaba de suceder en Maracaibo a José Ramón Yepes, uno de los, si no el más, importante de nuestros poetas románticos. Sin previo aviso, la alcaldía borró su nombre de una principalísima calle de la ciudad y en su lugar inscribieron el de un animador de televisión.

Se pueden hacer varios considerandos al respecto: en la Cámara Municipal nadie sabía que esa calle se llamaba José Ramón Yepes; si alguno lo sabía, no tenía la menor idea de quién había sido ese señor; y, dando el beneficio de la duda, si alguien había oído hablar de él, no se enteró nunca de la importancia de su obra literaria ni de su figuración política y militar ni de que sus restos reposan en el Panteón Nacional.

Nótese que todos los considerandos anteriores tienden a salvar la honrilla tanto del alcalde como de los concejales, pues les acuerda lo que —a falta de una descripción más precisa— llamaremos inocencia por ignorancia.

Visto desde el otro lado, es posible que, aun conociendo la prestancia intelectual del poeta, hayan decidido a consciencia darle a esa calle el nombre del animador de televisión. Esto comporta, a su vez, otros considerandos: ninguno de ellos se perdió nunca una emisión de Súper Sábado Sensacional; cuando niños, sus madres les repetían constantemente que no los habrían podido criar sin De Fiesta con Venevisión; antes de darles el sí, sus novias les hicieron prometer que, una vez casados, comprarían cuanto producto anunciara en TV Gilbertico Correa.

Piénsese, en fin, que, como buenos políticos zulianos, estos funcionarios llevan siempre a flor de garganta la cantaleta de la identidad regional. ¿Cómo podría —se preguntarán ellos— un poeta competir en asuntos de fama e identidad con un célebre animador de televisión? Si algo lamentan, en todo caso, es que no les dé la cabuya para organizar un congreso donde se analice la trascendental obra de su admirado personaje.

En fin, estimado lector, prepárese para ver, en su próxima visita a Maracaibo, al pasar por la calle 72, un enorme aviso vial con el nombre del animador y un resplandeciente logotipo de Súper Sábado Sensacional. Nada que envidiarle a Hollywood.

 

Cosimo Mandrillo


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