Crónicas y delirios │ El minicuento a vuelo de pocas palabras

17/03/23.- Desde mediados del siglo XX, la narrativa breve que se distingue con los nombres de minicuento, microcuento, minitexto, minificción súbita, microrrelato, textículo, y otras denominaciones,  ha cobrado un auge especial, y hoy en día toma por asalto las redes sociales bajo la denominación de tuiteratura  (mezcla de las palabras Twitter y literatura).

Violeta Rojo, investigadora y amiga, señala como características del minicuento: extrema brevedad (no suele tener más de una página impresa), cualidad ficcional, economía de lenguaje, juego de palabras, representación de situaciones conocidas que exigen la participación del lector, economía de medios, formas distintas y relaciones del texto con la literatura y la escritura en general.

Para no entrar en disquisición de especialistas acerca de si el microrrelato es producto muy reciente, solo apuntaremos a que esa modalidad de letras concisas ha existido desde tiempos inmemoriales, mediante adagios, leyendas, chistes, alegorías, anécdotas, paradojas e historias sucintas, como por ejemplo El sueño de la mariposa, del filósofo taoísta chino Chuang Tzu (300 a. C.), que expresa: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”.

También esta forma ficcional se halla en los Zibaldone de pensamientos, de Giacomo Leopardi, en ciertos aforismos de Nietzsche y en precursores latinoamericanos tan significativos como Rubén Darío, Vicente Huidobro, José Antonio Ramos Sucre, Jorge Luis Borges, Julio Torri, Juan José Arreola, Virgilio Piñera y Julio Cortázar. E igualmente aparece dentro del trajín popular con ropajes disímiles, según ocurre en el cuento que nos referían en la escuela: “Un hombre salió de su casa cuando empezaba a llover. —No me devolveré a buscar el paraguas —se dijo—, solo serán algunas gotas. —¡Ni se imaginaba que había comenzado el Diluvio Universal!”. O en el cartelón de los años sesenta ubicado en la taquilla del Teatro Universitario de la UCV, cuyo mensaje irónico podría constituir un brevísimo resumen de la pugna política: “Se informa al pueblo que la Revolución venezolana ha sido suspendida hasta nuevo aviso”.

En los antecedentes de la microficción estimamos imprescindible citar al español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) y algunas de las greguerías que lo hicieron famoso: “Entre los carriles de las vías del tren crecen flores suicidas”, “Capitalista: gimnasta de muchos teléfonos”, “Los pulpos son los guantes del mar”, “La ametralladora escribe los puntos suspensivos de la muerte”, “Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia”, “Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte”, “El espantapájaros semeja un espía fusilado” y “La leche es sueño batido”.

Y más acá al escritor mexicano Guillermo Samperio (1948-2016) y lo que él llamaba “miniaturas”: “La letra ene envidia a la eme porque esta tiene una nalga más”, “Las cosquillas son las hormigas del cuerpo”, “Cuando beso tus labios de agua, nunca son los mismos”, “Los vidrios de los trenes llevan untada la nostalgia”, “La mosca llena de puntos suspensivos el calendario” y "Enciendo mi cigarro sin darme cuenta de que tengo otro encendido; este me lo fumo en la memoria, aquel es mi absurdo".

Augusto Monterroso llega a la cumbre del minicuento con su famosísimo El dinosaurio (1959): “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Tiene siete palabras y todos los elementos constitutivos del cuento. Ha sido traducido a infinidad de idiomas y se estima como un arquetipo en el género de las exiguas palabras; aunque el de Hemingway: “Vendo zapatos de bebé, sin usar” tiene seis; El fantasma, de Guillermo Samperio, solo posee los dos vocablos del título porque luego sigue la página en blanco; y Dios, el texto de Sergio Golwarz, únicamente esa palabra (“Dios”).

En Venezuela hay dos distinguidos escritores, también columnistas de este diario, que abordan con maestría el minicuento, son ellos Gabriel Jiménez Emán y Armando José Sequera. De Jiménez Emán es la ocurrencia Los dientes de Raquel:

Raquel mordió una manzana y todos sus dientes  quedaron en ella. Fue a su casa con la boca sangrando a avisarle a su mamá. La mamá vino corriendo  asustada a buscar los dientes de Raquel, y, cuando llegó, los dientes se habían comido la manzana.

La mamá quiso recogerlos, pero los dientes se  levantaron y se comieron a Raquel y a la mamá. Después, los dientes volvieron a la boca de  Raquel, quien muy hambrienta corrió a pedirle a su  mamá que le comprara una manzana.

De Armando José Sequera evocamos su microrrelato Le regalamos un telescopio al abuelo:

Le regalamos un telescopio al abuelo. Más vale que no. Nos pidió que subiéramos su mecedora al techo para establecer su observatorio. Después, que lo subiéramos a él, con cuidado, que tengo esta pierna enferma. Posteriormente, la abuela dijo que ella no se quería quedar sola y hubo que subirla también. Bajarlos todos los días es más complicado que subirlos: parece que se nos fueran a caer. Una vez en tierra, hay que escuchar las narraciones acerca de lo que ambos han visto. Si supieran que el telescopio no tiene vidrios.

El minicuento se ha puesto de moda en los concursos literarios (solo en España hay casi cincuenta durante este año), y también ocupa un lugar en las redes sociales bajo el neologismo de tuiteratura, aunque algunos estudiosos del tema prefieren el término “posficción” para referirse a un tipo de historia muy concreta que en Twitter juega con los límites entre realidad y ficción.

No obstante, como la mayoría carece de intencionalidad estético-literaria, consideramos nosotros que el resultado es hasta ahora vacuo y superficial, por ejemplo: “Me aburro y voy a contarles cómo mi madre estuvo cuatro horas perdida en el metro. Es verídico y lo he contado mil veces, pero nunca por aquí. Abro hilo”. O esta otra: “Ando de vacaciones hace un par de días en un hotel de la playa. Todo iba bien hasta que han empezado a sucederme cosas raras”.

Por cuanto se nos quedaron algunos comentarios en la nube de las ideas, volveremos alguna vez sobre estos aspectos.

 

Igor Delgado Senior

 

P.D.: Como curiosidad, copiamos el siguiente enlace para que los lectores escuchen en diez segundos El dinosaurio en la voz de Augusto Monterroso:

https://www.youtube.com/watch?v=sM8mwALGOnI

                                                                             


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