Tinte polisémico | Teléfono móvil

Teléfono móvil, ese aparato convertido en un artefacto imprescindible…

17/03/23.- Sobresalto, reacción tipo reflejo, al constatar que no lo encontramos ni en los bolsillos del pantalón, la camisa o la chaqueta. Repasamos instantáneamente en nuestra mente dónde lo habremos dejado olvidado, mientras, con ojos desorbitados, observamos nuestro rededor, buscamos en el escritorio, bajo los papeles… Otros, más fatídicos, imaginamos que nos lo hurtaron, preguntamos y no obtenemos respuesta. Corremos al sanitario y allí está, sereno y quieto, sobre un pequeño estante o encima del lavamanos, o sobre el tanque de la poceta o en la tapa de la papelera. Allí nuestro valiosísimo celular.

Y es que ese aparato se ha convertido en un artefacto imprescindible de la cotidianidad, para comunicarnos con nuestros semejantes de forma inmediata, para chatear a cualquier hora del día, desde cualquier lugar.

Se ha transformado en el instrumento que documenta, con imágenes, cualquier evento, sea profesional, del hogar, recreativo, deportivo, académico, callejero, político, social, cultural. Inclusive, para fotografiar un anuncio pegado en una pared, en la calle o avenida donde transitemos. Para escanear cualquier documento, para agilizar un trámite, realizar transacciones financieras, transferir fondos, consultar saldos o constatar el tipo de cambio, consultar el precio de un producto, comprar las entradas de un espectáculo o enviarle la imagen de un ecosonograma en tercera dimensión al padre de una criatura en gestación.

Somos ludópatas digitales, abstraídos en las pantallas de nuestros portátiles, melómanos sumergidos en sus notas musicales, afanosos por noticias actualizándose en tiempo real, fanáticos de nuestros equipos, averiguando resultados de partidos culminados o siguiéndolos en pleno desarrollo.

Están los que no pueden vivir sin consultar o preguntar al señor Google cualquier asunto, los agónicos de la seducción digital, que sistemáticamente revisan y envían sus crónicas electrónicas. También se incorporan a la fauna aquellos que aún se manejan por “SMS” (Short Messages Service: Servicio de Mensajes Cortos).

La infinidad de aplicaciones, así se denominan las herramientas digitales, que permiten ejecutar tareas, como hacer collages fotográficos, contar los pasos en tu sesión de jogging o permitirte —durante una cola de espera o mientras te desplazas en transporte público— resolver un problema de ajedrez o matar el ocio jugando un solitario de cartas.

Ha suplido incluso las cámaras fotográficas, pues ellos vienen integrados con varias, de una calidad de resolución ideal. Sirven para grabar videos y entrevistas orales, para tomar notas y transmitir en forma instantánea a las salas de redacción y hacer llegar la noticia a la velocidad digital del siglo XXI.

¿Cómo concebir hoy la actividad laboral ordinaria, sean de los funcionarios del sector público o del mundo corporativo, sin contar con sus respectivos teléfonos celulares?

Particularmente, en un campo del quehacer profesional como la comunicación social (dado ese fenómeno, de integración y convergencia, de la multiplataforma), donde se conjugan la imagen de la televisión, las ondas de radio, las redes, con sus distintos formatos y modalidades de información, así como aún las limitadas publicaciones impresas en papel (revistas, diarios y semanarios), el teléfono celular se ha convertido en un dispositivo imprescindible.

Sería incomprensible no considerar ese universo de usuarios de las denominadas redes sociales, donde lo importante es la instantaneidad de conexión y la consecución de likes, ese ecosistema en el que WhatsApp, Twitter, Instagram, TikTok, Facebook y tantos otros que seguramente emergerán, se han convertido en el escenario y océano donde se precisa el uso de los smartphones, los teléfonos inteligentes, ideales para un digital marketing de bienes y servicios, donde los famosos algoritmos imperan, reinan y dictaminan las pautas de contenidos, comportamientos y patrones de consumo de la sociedad digital, de la información y del conocimiento.

Pero, por ahora, me despido, debo verificar qué ha ocurrido en mi entorno y a los míos, a través del WA (WhatsApp). Todo inicia digitando mi clave de acceso en la pantalla de mi teléfono móvil. Me sumerjo en la virtualidad…

 

Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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