Caraqueñidad │ Guarapito, un gocho avispao en Caracas

Dirigió manicomios y casi llega a rector de la UCV

20/03/23.- Qué “pelao” ha vivido el caraqueño común en su burla cotidiana contra la gente del interior, especialmente llaneros y gochos, quienes en su afán por uniformes e instancias de poder han escalado exitosamente máximas altitudes políticas y se han adentrado en intrincadas latitudes de fama, como veremos…

Un charlatán yerbatero de finales del siglo XVIII, en esa aún semirrural Venezuela, cual encantador de serpientes sedujo al matrimonio presidencial y logró ascender en su estatus social con inimaginables cuotas de mando. Dirigió el hospital de Lázaros de Caracas y el manicomio de Los Teques y casi trepa a la rectoría de la Casa que Vence las Sombras…

Se trata del gochísimo Telmo Romero, un personaje que se presume nació en Táchira por los días de 1846 —vivió poco, hasta 1887—. De manera determinante influyó en “el Taita” Joaquín Crespo —aragüeño criado en los llanos de Guárico— y su mujer, la llanera misia Jacinta, quienes desesperados le confiaron la quebrantada salud de su hijo y al comprobar mejoras quedaron flechados por aquel Rasputín criollo —recuérdese que el sabiondo europeo trató a Alexéi, el hemofílico hijo del zar Nicolás de Rusia.

 

Apariencias

El siempre bien trajeado curandero Telmo Romero impresionaba, no solo con su hábil verbo —escribió el libro referencia de la medicina del momento El bien general: colección de secretos indígenas y otros que por medio de la práctica han sido descubiertos—, sino con sus aromáticos brebajes, su engominado cabello, su bien moldeado bigote y barba, y sus brillantes leontinas completaban el ornato de su excelsa pinta, para sumar puntos ante la rampante ignorancia.

“Negociante de ganado, buen jinete y coleador, de alguna chispa y mucha audacia, a quien por su afición a recetar menjunjes lo llamaban Guarapito”, escribió el historiador y expresidente Ramón J. Velásquez acerca de su paisano, quien pasó parte de su juventud en la misteriosa Guajira donde aprendió los secretos de las yerbas y sus poderes curativos, por lo que a su retorno a San Cristóbal, en 1883, publicó el polémico texto, con cuyas dos reediciones —una suerte de best-seller— conquistó la fama, no obstante la comprobada calidad de los médicos criollos. Como ganadero pidió audiencia con el gobierno para pedir rebajas en los abusivos impuestos. Momento que no desaprovechó al hallar la oportunidad de oro en la frágil salud del retoño presidencial.

 

Pura paja

Desde entonces estuvo apadrinado por Crespo y su todopoderosa mujer. Un “enchufao” que logró la aprobación y aplicación de métodos aberrantes como la trepidación craneal a manera de “calmar los calores de arriba que podían causar estragos abajo”. Abrían el cráneo para enfriarlo con agua y así bajar las ansiedades. Pero culpable no es el mono sino quien le da la hojilla: el papá de Crespo, don Leandro, fue brujo reconocido y la historia de venezolanismos le achaca la frase “la tacamahaca de Ño Leandro”, en referencia a las olorosas pócimas vegetales que usaba el milenario curioso.

Según el historiador Pino Iturrieta, el Taita Crespo, además de pedir consejos al brujo para gobernar, quedó impresionado ante el diagnóstico colectivo por la gran cantidad de pacientes siquiátricos. “Excesiva masturbación”. Coño. “Hay que podar la paja”, dicen que dijo el Taita ante el hallazgo del consejero. Posteriormente lo autorizó, no solo la instalación de su “botica indiana” en el centro caraqueño, además “sería el fabricante y proveedor exclusivo de los remedios del hospital y quedaba facultado para poner en marcha las modificaciones que considerara convenientes para lograr pleno éxito en sus funciones”, dice el cronista de Los Teques, Ildefonso Leal.

Curaría males como reumatismo, insomnio, algunos tumores, vómitos de sangre, diarreas crónicas, asma, problemas de la vejiga, almorranas e incluso teñiría el cabello y aplicaría emplastes antiarrugas… tratamientos contenidos en su obra, cuya trascendencia y aplicabilidad le valió en 1885 la “medalla de la Instrucción Pública”, además de muchos billetes y morocotas provenientes de arcas públicas y privadas.

Pero la avaricia rompió la busaca cuando pretendieron imponer al singular chamán como rector de la UCV: los estudiantes apedrearon hasta su desaparición el expendio de pócimas e hicieron una fogata al pie de la imagen de José María Vargas —el 10 de marzo de 1886, en el centenario del ilustre médico y primer Presidente venezolano— con los ejemplares del recetario que atribuía las deficiencias a los altos niveles de testosterona liberados por autocomplacencia...

Aseveran los críticos que un cuadro o una escultura adquiere más fama cuando es robada; una canción o un libro logran popularidad cuando son prohibidos… el de Romero fue incinerado.

 

Desquiciado parte médico

Caracas, 8 de agosto de 1884. Resuelto: el ciudadano Telmo A. Romero, con quien el Gobierno del Distrito ha contratado la curación de los enajenados … recluidos en el Asilo de Los Teques y el Lazareto de esta ciudad, ha presentado … a … Emilio Montilla T., Santiago Larrain, Saturnino Girón, Avelino Trujillo y Felícita Delgado, como curados radicalmente de la enajenación mental que sufrían; y sometidos … al examen de los … Doctores Manuel María Ponte y Alejandro Frías, … han informado que … se hallan en el completo uso de sus facultades, por tanto este Gobierno … acepta como curados radicalmente a las personas arriba mencionadas [y] … ordenará la baja de ellos en el Asilo de Los Teques. Comuníquese y publíquese…

Esta ordenanza refleja el poder de tan curioso personaje. Por cierto, Manuel María Ponte sería el sustituido por Romero en la rectoría de la UCV. ¿Locura, avaricia o traición política?

 

Luis Martín


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