Micromentarios │ Superior a Jane Austen

21/03/23.- Uno de los mejores libros que he leído es Ana, la de Tejas Verdes, de la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery. A partir de esta novela se realizó la serie de Netflix titulada Anne, con E.

La serie es una versión muy libre, no solo de la novela, sino de algunas de sus secuelas, otras siete obras en torno a una mujer fabulosa: Anne Shirley Cuthbert.

Anne, al principio, es una niña pelirroja huérfana que, por error, es adoptada por la pareja de hermanos Marilla y Matthew Cuthbert, dueños de la granja conocida como “Tejas Verdes”, por el color de los techos de la casa.

Las peripecias que viven estos padres adoptivos junto a su recién estrenada hija son en ocasiones hilarantes, y algunas nos llevan a hacernos preguntas muy profundas acerca de la vida y las relaciones humanas.

Al terminar el primer volumen, me lancé sobre los siguientes: Ana, la de Avonlea; Ana, la de la isla; Ana, la de Álamos Ventosos; Ana y la casa de sus sueños; Ana, la de Ingleside; El Valle del Arco Iris y Rilla, la de Ingleside.

Cuando con tristeza concluí el octavo libro y con él el conjunto, sentí una enorme nostalgia, pues durante cinco semanas disfruté de la mejor literatura que había leído en años. Esta se desarrolla enteramente en varias ciudades de la isla Príncipe Eduardo, en Canadá.

Por fortuna, pesqué en la red el libro Historias de Avonlea, en el que, si bien Anne es un personaje circunstancial en algunos de sus relatos, logro beber sorbos de esa atmósfera mágica de la que no quiero salir.

El sentido poético y el humor de Montgomery me sorprendieron tan gratamente que, en principio, me hizo recordar las novelas de Jane Austen. Pero, a medida que avanzaba en su lectura, tuve la certeza de que Lucy Maud fue muy superior, como escritora y retratista de su época, a la muy admirada —incluso por mí— escritora inglesa del siglo XVIII.

Su conocimiento de la sociedad de su tiempo, de la confrontación velada y a veces abierta entre lo rural y lo urbano, más la galería de mujeres inolvidables —algunas encantadoras, aun con sus defectos—, e insoportables —con sus virtudes, que las tienen—, hacen que en diversos momentos nos provoque dejar el libro a un lado y levantarnos para aplaudirla.

Lucy Maud Montgomery —quien vivió entre 1874 y 1942— solo tuvo un pecado como narradora: la mayoría sus libros estuvieron dirigidos al público juvenil. Cuando hablo de pecado, no lo digo en desmedro de ella ni de la literatura que se escribe para niños y jóvenes, sino que tal especialidad fue y es mal vista entre gran parte de los intelectuales en el mundo.

A quienes escribimos para tales destinatarios se nos menosprecia y, en muchos casos, ni siquiera se nos concede el rango de escritores. Esto ocurre incluso en los casos como el de Lucy Maud, que cultivó la literatura tanto para pequeños y adolescentes como para público en general.

Lucy Maud Montgomery merece ser leída y releída, y que se le coloque en el sitial que le corresponde en la literatura universal, más allá de su natal Canadá.

 

Armando José Sequera


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