Psicosoma│Síndrome de Estocolmo

28/03/23.- Se originó con ese nombre porque el psiquiatra Nils Bejerot lo bautizó en Suecia a raíz de los hechos ocurridos en 1973, en los que se produjo el secuestro y desarrollo afectivo entre una rehén y su secuestrador.

El 23 de agosto de 1973 Jan-Erik Olsson ingresó al Banco de Crédito de Estocolmo para asaltarlo y tomó cuatro rehenes: tres mujeres y un hombre, quienes estuvieron conviviendo seis días, en medio de largos procesos de negociación. La rehén Kristin Enmark, de 23 años, trabó amistad con el atracador, se convirtió en su vocera e incluso se prestó a viajar con él para liberar a sus compañeros. Al año siguiente también se registró el célebre secuestro de Patricia Hearst, nieta del magnate de la prensa estadounidense William R. Hearst, que tuvo un final feliz.

El síndrome de Estocolmo se define como un fenómeno psicológico transitorio que aparece en la persona secuestrada, con características como sentir comprensión, afecto y deseos de brindar ayuda para conseguir lo que solicita el secuestrador e incluso tras ser liberada mantiene con este una vinculación afectiva.

En clínica, el shock emocional es de la más absoluta impotencia. La persona se somete a los intereses de su captor para salvarse y sus respuestas a los eventos le dan posibilidades de escapar. Cuando se trata de grupos las variables se complican y aparece un líder o jefe que se alía con el secuestrador.

En verdad este tema es muy variopinto y carecemos de estudios serios. Hay muchos casos individuales y pocas investigaciones. Solo tenemos la claridad de que se da un mecanismo de defensa —el negativismo— para proteger el yo, pero en situaciones límite se necesitan acciones conscientes y equilibradas.

La investigadora de la Universidad de Guadalajara, México, Lucía E. Rizo-Martínez nos explica: “Una respuesta instintiva universal de supervivencia y la falta de estudios empíricos podría llevar a la conclusión de que muchas de las características del término se deben a un sesgo informativo” y con el ruido informativo de favorecer algunas noticias o promocionar unas para ocultar otras. “Son más una excepción que una regla”, dice la estudiosa.

Tantas cosas sucedían en la década de los setenta, tales como el conflicto árabe-israelí, la guerra de Vietnam, las dictaduras del Cono Sur, la era post-hippie, las muertes de Jimi Hendrix y Elvis Presley, el espíritu libre… que nos condicionaron, y es importante darles valor fundacional a las variables sociopolíticas y culturales en el moldeamiento de las actitudes, pero de allí a amar a los secuestradores, ¿dónde queda la razón reflexiva?

La supervivencia es la cuestión medular en el desarrollo de los mamíferos al estar en situaciones límite y se ven estas reacciones en primates, perros y otros, como nos dice la investigadora mexicana. La amenaza dispara la sumisión que garantiza la supervivencia genética. Estas relaciones “ayudarían”, no solo en los secuestros, sino también en la violencia sexual, agresiones de pareja, sectas, terrorismo o prisioneros de guerra.

Según el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría, no los incluyen dentro de los trastornos psicopatológicos porque no se han puesto de acuerdo en elaborar criterios comunes e incluso no se les quiere llamar síndromes. En la clínica se cuenta con casos de personas jóvenes o niños secuestrados que dependen afectivamente del secuestrador o se convierte en su “nueva familia”.

Hay investigadores que están de acuerdo en que el síndrome de Estocolmo sería parte del “estrés postraumático” porque incluye la idealización del secuestrador, mientras que otros lo consideran como una reacción al estrés agudo, como trastornos transitorios desencadenados por situaciones excepcionalmente estresantes.

 

Rosa Anca


Noticias Relacionadas