Crónicas y delirios│Anécdotas con fondo musical

31/03/23.- El magistral guitarrista chileno Atahualpa Yupanqui, en ocasión de cumplir 70 años de existencia, invitó a su madre de 90 para que ambos lo celebraran en Santiago, donde él habitaba.

Tres días estuvieron juntos, compartiendo y disfrutando, y cuando la madre regresaba al terruño le expresó a Atahualpa: "Hijo, tú con la guitarra has hecho cualquier cosa, pero creo que es hora de dedicarte a un oficio más decente".

Recordaba siempre Aldemaro Romero lo ocurrido a Alfredo Sadel, "el tenor favorito de Venezuela", en una presentación frente a la basílica de la Chiquinquirá, en Maracaibo, con motivo de las fiestas de la Chinita.

Sucedió que cuando Sadel iniciaba cada interpretación, un perro vagabundo, confundido entre el público, empezaba a dar aullidos estentóreos. Cuando terminó la séptima pieza, alguien gritó: "¡Alfredo, mijo, cántate una que no se sepa el perro!". Por supuesto, Sadel y todos los presentes estallaron en risas.

Algo similar reseña el cronista Eleazar López C. acerca de la exuberante bolerista María Victoria, llamada "la Estatua que Canta" por su figura escultural y sus provocativas formas, lo que motivó la opinión de un sarcástico crítico de la época al resaltar que ella no tenía dos sino seis dedos de frente… pero a nivel del pecho...

Ocurrió así que una noche de gala en el teatro Margot de la capital mexicana, alternando con Pérez Prado, las Dolly Sister y Luis Arcaraz, y mientras entonaba sensualmente su bolero preferido: "Pero es que yo te quiero muuucho / mucho, mucho, muuucho, mucho…" un hombre de la galería espetó con vozarrón de trueno: "¡María Victoria, por favor, ahora canta de perfil!".

Volvamos sobre este conocido cuento: Armando Manzanero y el nobel de Literatura Gabriel García Márquez, ambos residentes en México, decidieron llevar a cabo un proyecto de canciones en común: Manzanero compondría la música y el Gabo se ocuparía de elaborar las letras, de acuerdo con un cronograma preestablecido.

A su tiempo, Manzanero terminó la parte melódica, pero García Márquez, bajo distintas excusas, alejaba las fechas de entrega. Por fin, el nobel de Literatura, con una carcajada de derrota, le confesó: "Me rindo, Manzanero, y me declaro incompetente porque las tales letras no me salen como a ti".

Un muchacho, estudiante de música, le pidió a Mozart que le explicara cómo podía componer una sinfonía. "Tú eres muy joven —le respondió Mozart—, ¿por qué no empiezas escribiendo algo más sencillo?". El muchacho le replicó: "Pero usted compuso la Sinfonía N.º 1 cuando solo tenía ocho años…". "Sí —contestó Wolfang Amadeus—, es verdad, pero nunca le pregunté a nadie cómo tenía que hacerlo".

En una ocasión, le escuché referir a Pedro Vargas, el cantante de voz portentosa e inconfundibles rasgos aztecas, que invitado a presentarse en Indio, ciudad de California (EE. UU.), alquiló un auto para ir manejando desde el aeropuerto internacional más cercano hasta dicha población.

Luego de algunas horas de viaje se detuvo en una estación de gasolina y le preguntó al dependiente que parecía latino: "Amigo, ¿cuánto me falta para llegar a Indio?". "¡Las plumas nada más, compañero!".

Relata la cantante Amelita Baltar, en excepcional entrevista realizada por la periodista argentina Leila Guerriero, que en el año 1969 su entonces esposo Astor Piazzolla y el poeta Horacio Ferrer habían compuesto un tango extraño llamado Balada para un loco, el cual poseía aires de valse y letra surrealista, y decidieron presentarlo a certamen, con ella como cantante, en el estadio Luna Park durante un Festival de la Danza y la Canción.

Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? / Salgo de casa por Arenales, / lo de siempre, en la calle y en mí, / cuando de repente, de atrás de ese árbol, / se aparece él, mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus…

Agrega Amelita que al entonar este comienzo de la pieza, un público enfurecido empezó a gritar: "Yegua, hija de puta, la puta que te parió" y a tirarle cosas, y más vociferó cuando el jurado, que integraban Vinicius de Moraes y Chabuca Granda, declaró la pieza como finalista en la categoría  "tango".

Sin embargo, a la semana —concluye Amelita— apareció la canción grabada en disco y se vendieron doscientas mil copias el primer día. Hoy Balada para un loco es uno de los tangos más emblemáticos y exitosos de Piazzola.

Aunque resulta extraño que un grupo de artistas e intelectuales posea una melodía alusiva, la "república del este" tuvo su himno llamado Canción de los bebedores, con letra del escritor Adriano González León y música del compositor y vocalista Édgar Alexander, cántico que servía como coral estridente en las diversas oportunidades licorosas y la cual empezaba:

Tomaremos la mar los bebedores
tomaremos del cielo su emoción,
los bohemios inventan sus amores 
vamos a celebrar nuestra canción. /
¡Salud y otra copa!, agregaría el coro.

"¡Salud y otra copa!", agregaría el coro.

Julio Alfredo Jaramillo Laurido o Julio Jaramillo a secas, "el Ruiseñor de las Américas", cantante ecuatoriano que recorrió medio hemisferio con sus canciones románticas y se transformó en un verdadero ídolo de raigambre popular, fue prolífico en hijos de diversas nacionalidades, afirmándose que la cifra ascendía a 46 descendientes entre varones y hembras.

El año anterior a su deceso (1978), al cual por cierto asistieron 250.000 fans quiteños, Jaramillo dijo en una entrevista a Radio Cristal:

Es falso que haya tenido 46 hijos, pues eso me desacredita un poco, lo cierto es que el número solo llega a 27, de nacionalidades ecuatoriana, mexicana, peruana, chilena, venezolana, norteamericana y colombiana; y nada más me casé dos veces.

Aunque el Ruiseñor de las Américas fue asimismo prolífico al romper el récord de las 2200 grabaciones, no murió en la abundancia del dinero, quizás, amigos lectores, por la cantidad de pensiones alimenticias que debía afrontar. ¡Ya eso nunca se sabrá!

 

Igor Delgado Senior


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