Psicosoma│Trascendencia

04/04/23.- Parecería nimio hablar de nuestras responsabilidades con la vida frente a la hecatombe y pérdida de significados en ella. Es justo recalcar el sentido que la existencia demanda y ahora tenemos las condiciones necesarias y contextos sociohistóricos para replantear todo, sin argüir teorías abstractas (de Freud, Jung, Adler, Klein, Frankl, Lacan, Bandura, Skinner, Unamuno, Kant, Schopenahuer…). La realidad concreta y el entorno nos confrontan, y en cada momento somos sujetos e individuos con decisiones conscientes e inconscientes que en última instancia responden con sus armas espirituales o potencialidades esenciales que apuntalan nuestra interioridad.

Digo esto por las lecturas fáciles que se hacen sin reflexionar y que pintan al ser humano sin libertad y como un ente reactor a los estímulos.

A la muerte de Dios —como decía Nietzsche—, cada individuo se autoproclama divino y sus altares lo refuerzan como una máquina. La era de la industrialización concibe el uso de herramientas poderosas que, en principio y bien empleadas, podían apoyar el trabajo, pero el maquinismo trajo consecuencias nefastas. Ahora la tecnología olvida las fuerzas creadoras del ser humano y trata de masificar su sentir con los big data, las redes digitales y sus algoritmos que intentan predecir respuestas conductuales, porque creen que las emociones y sentimientos dan perfiles certeros y las máquinas inteligentes o la inteligencia artificial nos pueden sustituir.

No sabemos los cambios que se avecinan ni sus respectivos usos ni para qué se explora el planeta Marte. Nos muestran las imágenes nítidas a 55.000.000.000 de kilómetros, gracias a las cámaras de la nave Perseverance. Desde los años cincuenta el científico alemán Wernher Von Braun trabajó en proyectos para colonizar Marte, y en los sesenta estuvieron de moda los platillos voladores y los marcianos. ¿Será que el planeta Tierra ahora está en fase de implosión? Porque las reservas de agua líquida en Marte están comprobadas…

Pero, aquí, con los pies en la tierra, seguimos con el COVID-19 y respondiendo a las circunstancias, como lo hemos venido haciendo en esta crisis pandémica.

Es harto demostrable la parálisis que pudimos observar ante la falta de liderazgos internacionales, pero los grupos pequeños, a través del diálogo entre internautas, tomaron decisiones emergentes, intuitivas y de cuidado al recuerdo de las memorias ancestrales ante los desastres ecológicos, con una actitud de sobreponerse a los límites."Quien tiene algo por qué vivir, encontrará casi siempre el cómo", dijo Nietzsche, entonces ¿cómo despertar el sentimiento de responsabilidad de vivir ante estas circunstancias límite de sufrimiento por hambre, enfermedad, muerte...?

El amor a la vida —a la propia y la de los demás— está enlazado con el sufrir y las desgracias, pero estas son transitorias. Hay que comprender que los dolores compartidos, como el conocer los motivos de esos pesares, ayudan a mantener la fortaleza y dignidad en la vida, con esa riqueza espiritual como coraza protectora.

Nuestra supervivencia se alimenta con el humor, porque nos proporciona el distanciamiento necesario para sobreponernos.

Es terapéutico desarrollar ese sentido del humor y ver las cosas bajo una luz ingeniosa, porque recrean el arte de vivir en las peores circunstancias. Por supuesto, la estima y valor personal, con libertad pensante y estar conscientes, nos sostienen también.

La trascendencia implica trasponer una frontera, pasar una barrera, superar los límites mentales y darse cuenta del despertar de la esencia espiritual.

 

Rosa Anca

 

 

 

 


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