Punto y seguimos│Los culpables siempre son otros

En política, nada es exactamente lo que nos dicen

04/04/23.- Que en política la manipulación de la opinión pública sea una constante no asombra a nadie. Tampoco resultan novedosos los temas a los que se suele apelar para lograr tal manipulación, generalmente vinculados a valores, sentimientos y emociones. Libertad, seguridad, patria y propiedad constituyen algunos ejemplos. La exaltación de amenazas (reales o falsas) sobre alguno de estos valores se convierte en "la vieja confiable" a la hora de convencer a grandes grupos de personas de la aplicación de ciertas políticas, medidas y acciones.

Bajo esta premisa, por ejemplo, gran parte del pueblo alemán acompañó al nacionalsocialismo; los estadounidenses, británicos y españoles apoyaron la invasión a Irak; los ciudadanos de Estados Unidos y Europa actual guardan silencio cómplice ante las políticas inhumanas de inmigración en sus fronteras; peruanos, panameños, chilenos y ecuatorianos celebraron la aplicación de visas de ingreso a venezolanos, y salvadoreños aprueban la creación de las megacárceles de Bukele.

En todos los casos señalados, la estrategia fue la de identificar un enemigo común que afectara aquello que "pertenece por derecho" a los perjudicados, sin plantearse nunca las causas reales ni mucho menos las múltiples variantes que inciden en este tipo de temas. Así las cosas, el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2011 y su atribución a Al Qaeda apelaron al patriotismo estadounidense, así como al miedo, lo que generó odio por la comunidad musulmana; y la guerra de Irak fue provocada con acusaciones hoy probadamente falsas de posesión de armas de destrucción masiva. El pueblo árabe fue el enemigo y lo atacado fue la seguridad de los estadounidenses. Hasta el presente persisten la animadversión y el temor.

En un ejemplo más cercano, tenemos la xenofobia contra venezolanos en otros países de la región. Representantes de gobiernos como Ecuador, Perú o Colombia utilizaron a los migrantes venezolanos como razón de problemas internos tales como el desempleo, la violencia, el abarrotamiento de servicios públicos y el aumento de la criminalidad. El relato tejido entre gobierno y medios de comunicación propició el odio y la discriminación de una población que se sintió amenazada por una colectividad que, claramente, no era la causante de problemas estructurales en aquellos países, como el caso del desempleo.

Deformar o desviar la comprensión acerca de un problema estructural llevando la opinión pública a centralizar la atención en una de sus causas (real o imaginaria) —preferiblemente la que es ajena a las responsabilidades de los grupos de poder, políticos y/o gobiernos— es una acción más vieja que el hambre, y nunca ha traído buenos resultados para las mayorías ni para la humanidad. Ante cualquier circunstancia que afecte la vida política, económica o social del entorno, país, región o mundo, lo único seguro es que nunca hay un solo culpable, y menos si ese culpable es objetivamente más débil y con menos poder que quien lo señala como tal.

 

Mariel Carrillo García



 


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