Crónica y delirios | El agitado cielo de El Techo de la Ballena

14/04/23.- Con destino principal a las nuevas generaciones, anotamos hoy que El Techo de la Ballena fue un movimiento de artistas plásticos y escritores creado por Carlos Contramaestre y Caupolicán Ovalles en 1961, el cual se caracterizó por sus atributos vanguardistas, la experimentación creativa, la agresividad conceptual y el derrumbamiento de los prejuicios culturales, además de una firme posición política en apoyo a la Revolución cubana y contra la línea de represiva violencia —por decir lo menos— del presidente Rómulo Betancourt y el Pacto de Punto Fijo.

Contramaestre y Caupolicán, estudiantes aventados a España por el cerco existencial de la dictadura perezjimenista, fundaron en Salamanca el núcleo primigenio de El Techo de la Ballena, por inspiración poética de Jorge Luis Borges sobre un legendario cetáceo de origen nórdico, cuya techumbre extraordinaria era el cielo. Y luego en Caracas se agregaron al círculo otros artistas e intelectuales como Juan Calzadilla, Edmundo Aray, Francisco Pérez Perdomo, Salvador Garmendia, Adriano González León, Daniel González, Hugo Baptista, Rodolfo Izaguirre, Gabriel Morera, Gonzalo Castellanos y Perán Erminy.

Durante sus ocho años de vigencia (1961-69), El Techo, más que grupo de intereses afines, se constituyó en verdadero movimiento de arte y letras con una estética informalista y surrealista que cuestionaba los valores tradicionales a través de la subversión, la irreverencia, la provocación, la contracultura y a veces del absurdo como lance, alerta o punzada; definiendo sin ambages su compromiso: "Cambiar la vida, transformar la sociedad". Publicó distintos y revulsivos textos, como ¿Duerme usted, señor Presidente?, de Caupolicán Ovalles, tres números de la revista Rayado sobre El Techo y varias exposiciones como las famosas Homenaje a la Cursilería y Homenaje a la Necrofilia.

¿Duerme usted, señor Presidente?, poema que evocaba la figura de Rómulo Betancourt, aunque también aludía a un arquetipo generalizado en América Latina, empieza con los siguientes e iracundos versos:

El Presidente vive gozando en su palacio,
come más que todos los nacionales juntos
y engorda menos
      por ser elegante y traidor.
Sus muelas están en perfectas condiciones;
no obstante, una úlcera
le come la parte bondadosa del corazón
y por eso sonríe cuando duerme.
Como es elegido por voluntad de todos
los mayoritarios dueños de inmensas riquezas,
        es un perro que manda,
        es un perro que obedece a sus amos,
        es un perro que menea la cola
        es un perro que besa las botas
y ruñe los huesos que le tira cualquiera                                        de caché.

Como era de esperarse, el poema causó tenso revuelo y el gobierno de Betancourt procedió a la captura inmediata de Adriano González León, autor del prólogo "Investigación de las basuras", mientras que Caupolicán optó por exiliarse en Colombia.

La exposición Homenaje a la Cursilería (1961) se llevó a cabo en un garaje del centro de Caracas donde se había instalado la Galería de El Techo, y tuvo como objeto develar las formas cursis y de mal gusto que les endilgaban a los representantes de la cultura oficial, además de su arribismo y superficialidad acomodaticia.

La muestra se basó en una selección de dibujos irónicos, frases hechas y opiniones vacuas de los representantes de la intelligentsia, así como textos también superficiales de dichos "prohombres" y noticias de prensa alabanciosas del estatus cultural; para así ridiculizar a los personajes, estremeciendo simultáneamente la conciencia de los espectadores.

Un cartel a la salida ampliaba la burla: "Además, serán cursis los que se sientan complacidos viendo esta exposición, los numerosos que se sentirán aludidos y los muchos que se saben incapaces de figurar".

Otro ejemplo de las sediciosas irreverencias del grupo fue la exposición Homenaje a la Necrofilia que Carlos Contramaestre presentó en la Galería de El Techo (1962), ya ubicada en la calle Villaflor de Sabana Grande, y que mostraba la instalación "artística" de partes de una res, sus carnes, vísceras, huesos y ojos, como evidencia palpable de que en Venezuela todo estaba podrido.

Adriano González León asimismo escribió en el catálogo expositivo: "Carlos Contramaestre se transa a reivindicar las categorías de una forma de amar y de morir, donde cada cópula y cada hueso recuerdan, aún más allá de la vida, un acto soberano del hombre"; y en el mismo catálogo se incluyen los títulos de las piezas presentadas, algunas de las cuales transcribimos:

  • Erección ante un entierro
  • Posición de la víctima
  • Beso negro
  • Flora cadavérica
  • Estudio para verdugo y perro
  • Gabinete de masaje servido por sobadoras diplomadas
  • El vampiro de Düsseldorf posa junto a una de sus víctimas
  • Deterioro de las relaciones

Al poco tiempo, las partes de la res empezaron a descomponerse y a presentar fétidos olores y gusanos visibles, lo que causó el allanamiento policial del sitio, además de la clausura de la exposición por mandato del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.

El escándalo se generalizó, protestaron con voz ardorosa y en comunicados de periódicos, las fuerzas vivas de la nación, el clero y las academias, algunos rectores universitarios y ligas contra la indecencia. No obstante, el suceso estaba consumado y sus artífices ratificaron el éxito previsto.

El Techo de la Ballena, agitador y rebelde, beligerante y levantisco, se disolvió sin honras fúnebres en 1968 y cada quien tomó su propia senda. Desde esta columna, rendimos homenaje a Juan Calzadilla y Rodolfo Izaguirre, dos sobrevivientes de aquella gesta memorable; y asimismo a Daniel González, irónico hasta el final, quien falleció el mismo día en que se anunciaba su designación como Premio Nacional de Cultura 2021-2022, mención Fotografía.

 

Igor Delgado Senior


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