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¿La supremacía de África solo en las largas distancias?

14/04/23.- Creo que la emoción que nos embarga a todos los que acostumbramos asistir, generalmente los días domingos, para animar a los participantes que corren en los maratones es una forma particular de expresarles empatía. Los que hemos practicado atletismo, sea a nivel de afición o competitivo, lo que queremos es animarlos, transmitirles cuánto los admiramos y rendirles tributo por la entrega física que realizan, por el carácter olímpico que en ello subyace.

Asimismo, para quienes conocemos lo que implica la práctica de correr, sea en asfalto, a campo traviesa (cross country), en montañas, en las pistas de madera o sintéticas, bajo techo o al aire libre, al observar las performances, los tiempos logrados en los 3K con obstáculos, 1.5K, 5K, 10K, la media maratón (21K) y la maratón (42.195K) por los atletas de fondo africanos, en las distintas reuniones atléticas de mayor prestigio y transmitidas en ocasiones en vivo a través de los medios, quedamos muy impresionados al analizar semejantes registros.

Para ilustrar el ritmo y la cadencia de carrera de estos superatletas, verificamos que en una maratón de 42.195 metros y que es recorrido por el ganador en unas dos horas y diez minutos (130 minutos en total), se traduce en un promedio de casi 325 metros por minuto. Esa velocidad equivale a correr cada kilómetro en promedio en tres minutos y fracción. Es un trote suicida, que produciría un infarto a cualquier persona de condiciones cardiovasculares normales.

Por otro lado, llaman también la atención, en lo que respecta a las pruebas de velocidad, donde son denominados en el argot del atletismo internacional como los sprinters (velocistas) y mantienen, al igual que en las pruebas de aliento, una supremacía en este tipo de competencias (100, 200, 400 metros planos y sus respectivos relevos por equipos), los afroamericanos, y en particular los provenientes de las islas del Caribe, antes colonias francesas, británicas y holandesas.

No obstante, nos referiremos en particular a las características morfo y fisiológicas, entre otras, de los atletas africanos, que se especializan en las pruebas de fondo.

Normalmente son de bajo peso, con muslos y pantorrillas muy delgados, lo que los hace más aerodinámicos, lo que los dota de mayor eficiencia energéticamente y les hace más fácil levantar las piernas contra la resistencia de la fuerza gravitacional terrestre. Tienen pies muy fuertes, producto de recorrer diariamente descalzos durante su edad escolar, para ir y retornar de clases, trechos no inferiores a los 15 kilómetros. Eso les permite de adultos absorber el impacto de la carrera y evitar lesiones en el resto de las articulaciones, consiguiendo y acumulando, adicionalmente, condiciones aeróbicas excepcionales. Son sometidos a extenuantes entrenamientos, a una presión atmosférica por encima de los 2000 metros sobre el nivel del mar y están dotados de una genética sanguínea y de fibra muscular que les permite oxigenar sus tejidos de forma más eficiente. Todo este cuadro configura las condiciones que reinan en el Gran Valle del Rift, entre Etiopía y Kenia, donde correr es parte de su cultura y de su sistema educativo.

Cada vez que, en un campeonato mundial de atletismo o juegos olímpicos, observamos en el pódium de medallas o premiación de las competencias de largo aliento, que los tres primeros lugares corresponden a corredores de continente negro, muchos nos conmovemos y nos sentimos orgullosos. Se trata de identificarnos con el sur global.

En gallarda lid, frente a los representantes de los países llamados del primer mundo, a punta de esfuerzo físico con sus aparentemente frágiles anatomías, sobreponiéndose a la fatiga y el dolor, demostrando fortaleza psíquica a través de su inteligencia, táctica y estrategia de carrera, imponen su ritmo y triunfan. Así nos conmovemos al escuchar los himnos e izar las banderas de las naciones africanas. Se subliman las emociones. Eso es lo que sentimos y nos motiva a quienes amamos el atletismo para seguir madrugando ciertos domingos y ver la llegada de las mujeres y hombres que batallan en cada kilómetro sobre el asfalto.

 

 Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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