Se va a eliminar

Creo que la emoción, que nos embarga a todos los que acostumbramos asistir, generalmente los días domingos, para animar a los participantes que corren en los maratones, es una forma particular de expresarles empatía, tanto para los que hemos practicado atletismo, sea a nivel de afición o competitivo, queremos es animarles y transmitirles cuanto les admiramos y rendirles tributo por la entrega física que realizan, por el carácter olímpico que en ello subyace.

 Asimismo, para quienes conocemos lo que implica la práctica de correr sea en asfalto, a campo traviesa (cross country), montañas, o en las pistas de madera o sintéticas, bajo techo o al aire libre, y al observar las perfomances, los tiempos logrados, en los 3K con obstáculos, 1,5K, 5K, 10K, la media maratón (21K) y la maratón (42,195K) por los atletas de fondo africanos, en las distintas reuniones atléticas de mayor prestigio y transmitidas en ocasiones en vivo a través de los medios, quedamos muy impresionados, al analizar semejantes registros.

 Para ilustrar el ritmo y la cadencia de carrera de estos superatletas, verificamos que en una maratón de 42.195 metros y que es recorrido por el ganador en unas dos horas y diez minutos (130 minutos en total), se traduce en un promedio de casi 325 metros por minuto, esa velocidad equivale a correr cada kilómetro en promedio en tres minutos y fracción. Es un trote suicida, que produciría un infarto a cualquier persona de condiciones cardiovasculares normales.

 Por otro lado, llama también la atención en lo que respecta a las pruebas de velocidad, en lo que, en el argot del atletismo internacional, se les denominan como los “sprinters” (velocistas) donde mantienen al igual que en las pruebas de aliento, una supremacía en este tipo de pruebas (100, 200, 400 metros planos y sus respectivos relevos por equipos), los afroamericanos y en particular los provenientes de las islas del Caribe, antes colonias francesas, británicas y holandesas.

 No obstante, nos referiremos en particular a las características morfo y fisiológicas, entre otras, de los atletas africanos, que se especializan en las pruebas de fondo.

Normalmente son de bajo peso, con muslos y pantorrillas muy delgados, los hace más aerodinámicos, lo que les dota de mayor eficiencia energéticamente, se les hace más fácil levantar las piernas contra la resistencia de la fuerza gravitacional terrestre. Pies muy fuertes, producto de recorrer diariamente descalzos durante su edad escolar para ir y retornar de clases, por trechos no inferiores de los 15 kilómetros, lo que les permite adultos, absorber el impacto de la carrera y evitar lesiones en el resto de las articulaciones, consiguiendo y acumulando, adicionalmente con ello, condiciones aeróbicas excepcionales. Sometidos a extenuantes entrenamientos, a una presión atmosférica por encima de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, y dotados de una genética sanguínea y de su fibra muscular que les permite oxigenar sus tejidos de forma más eficiente. Todo este cuadro configura las condiciones que reinan en el Valle del Rift, entre Etiopía y Kenya, donde correr es parte de su la cultura y de su sistema educativo.

Cada vez que, en un campeonato mundial de atletismo o juegos olímpicos, observamos en el pódium de medallas o premiación de las competencias de largo aliento, que los tres primeros lugares corresponden a corredores de continente negro, muchos nos conmovemos, y nos sentimos orgullosos, se trata de identificarnos con el Sur Global.

En gallarda lid, frente a los representantes de los países llamados del primer mundo, a punta de esfuerzo físico con sus aparentes frágiles anatomías, sobreponiéndose a la fatiga y el dolor, demostrando fortaleza psíquica, a través de su inteligencia, táctica y estrategia de carrera, imponen su ritmo y triunfan, así nos conmovemos al escuchar los himnos e izar las banderas de las naciones africanas, se subliman las emociones, es lo que sentimos y nos motiva a quienes amamos el atletismo para seguir madrugando ciertos domingos y ver la llegada de las mujeres y hombres que batallan en cada kilómetro sobre el asfalto.

 

 Héctor E. Aponte Díaz

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