30 años después el espíritu burlón de Pedro Chacín nos acompaña

Al cumplirse tres décadas de su partida le recordamos con un texto de Clodovaldo Hernández

Toda ocasión era una oportunidad para el humor.

 

01/05/23.- Al cumplirse 30 años de la partida física del periodista, poeta, chofer de plaza, perrocalentero, dirigente estudiantil y jodedor, Pedro Chacín, le recordamos con un texto de Clodovaldo Hernández del 4 de mayo de 2018, inserto en su Perfil de Ciudad CCS.

Clodovaldo refiere que quien crea que Pedro Chacín se fue de este mundo hace 30 años, está parcialmente equivocado.

A continuación, el texto íntegro de Clodovaldo Hernández:

Quien crea que Pedro Chacín se fue de este mundo hace un cuarto de siglo, está parcialmente equivocado.

Cierto es que el ser humano Pedro murió la víspera de su cumpleaños número 36 dentro de un minúsculo carrito que en mala hora tuvo la ocurrencia de comprarse. Pero no se fue del todo porque sigue por ahí como una mezcla de ángel de la guarda, guía ideológico, duende literario y espíritu burlón que cuida de los amigos (aunque él mismo no supo cuidarse), lanza arengas, ayuda a escribir y, sobre todo, hace ruido, escandaliza, anima, como cuando era de carne y hueso.

Para empezar, por sus dotes de duende, no se anda por lo bajito. Pedro le ilumina la ruta creativa nada menos que a Earle Herrera, el profesor, poeta y periodista que escribe (impecablemente) todos los días sobre los temas más candentes. “Se asoma entre líneas y sugiere palabras”, asegura quien fuera el tutor de su tesis de grado en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela.

En cuanto al rol de ángel custodio, es uno que aprendió muy bien durante su estrepitoso tránsito por este mundo. Lo fue de mucha gente, pero si alguien puede dar fe de ello es también el profesor Herrera, quien en uno de los más oscuros trechos de su vida se encontró con este peculiar querube, proveniente del llano  guariqueño. “Si te sofocaba la tristeza, él te masajeaba el corazón”, revela el profe Earle.

Veamos su lado de faro ideológico. La periodista Mercedes Chacín, su hermana, dice que Pedro fue y todavía es para ella una referencia en todo, desde la política, la canción necesaria, hasta el feminismo. Esto último puede parecer un contrasentido, porque cuando Pedro se hizo famoso con su Manual del levante, fue acusado por algunas mujeres militantes de propalar el machismo. Mercedes explica que nada puede ser más injusto, pues él alzó la voz allá en su natal Altagracia de Orituco, en contra de la secular costumbre familiar de que las muchachas de la familia les plancharan la ropa a los varones. “También nos regañó una vez a mi hermana y a mí porque nos habíamos disfrazado para una comparsa de carnaval. En ese tiempo él era superultrarrequetecomunista”.

Tras la publicación, por entregas, del Manual del levante, una buena cantidad de mujeres se consideraron ofendidas. Especial escozor causó el capítulo con recomendaciones para levantarse a una feminista, pues además incluía un pérfido consejo para deshacerse de una novia de esas características: haciéndose pasar por un violento doméstico. Bueno, estamos hablando de finales de los 80 y comienzos de los 90. Tal vez hoy –con lo mucho que la sociedad ha avanzado en esos campos– ni siquiera “el Loco Chacín” se atrevería a escribir algo así.

Al margen de lo políticamente incorrecto que pudo ser el Manual, tras sus 25 años de ausencia física, Pedro continúa siendo un gran levantador. No tanto en el sentido de la conquista amorosa o sexual, sino en el sentido del ánimo. El solo recuerdo de su rostro le alegra la vida a quienes fueron sus amigos. El ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, dice que Pedro fue “una sonrisa amanecida que ejercía de amigo las 24 horas”.

Manuel Guzmán, uno de sus entrañables compañeros en la utopía del periódico Letras, también ve revivir continuamente a Pedro, y con él, su alegría. “Sé que mi mano no se quedará en el vacío cuando temblorosa busque su apoyo. Y no me faltará nunca su risa”, escribió.

Francisco “Kico” Bautista, su compañero en la aventura de la revista Feriado de El Nacional,  lo calificó alguna vez como militante de todas las causas perdidas y recordó que algunos lo apodaron “el chef Guevara” porque quería enfrentar todas las injusticias del mundo, pero además era tremendo cocinero.

Y si vamos al terreno del levante propiamente dicho, ninguno de los capítulos de su Manual ha quedado tan bien probado como el que da las instrucciones para levantarse a una periodista. Al menos, el travieso Pedro lo logró con Teresa Ovalles, quien dice, con una transparencia hermosa, que Pedro ha sido el amor más grande de su vida. “A esta fecha –escribió hace diez años, cuando se cumplían quince de su muerte– todavía siento que estamos juntos”.

¿Y cómo era Pedro con respecto a sí mismo? Pues él se consideraba parte de la “Generación Refilón” porque era muy joven para vivir con la apropiada intensidad los acontecimientos de la década de los 60 (nació en el 57), es decir, que solo los había experimentado de refilón. También se dijo integrante de la “Generación CNU” porque con su promoción de bachillerato comenzó la práctica de llenar una planilla del Consejo Nacional de Universidades para escoger tres opciones de carrera universitaria. La mamá, que quería un hijo médico, lo convenció de poner las tres veces Medicina UCV, pero el CNU lo mandó a estudiar ingeniería química en la Universidad de Oriente, donde terminó convertido en comunista y enamorado de una troskista tetona, según sus propias “pedradas”, como le decían a las provocadoras reláficas que contaba.

La ingeniería no era lo suyo, sino el periodismo. Pero antes de llegar a este mundo de palabras presurosas, fue un montón de cosas. “Vegetariano, chofer de plaza, perrocalientero y dirigente estudiantil”, de acuerdo a lo que explicó en una especie de miniautobiografía.

Cerremos este tributo con un reconocimiento a sus tremenduras como espíritu burlón. Pedro hace desarreglos aquí y allá. Por su causa se dobla de la risa cierta gente seria y circunspecta. Y a los que siempre andan riendo, los pone a filosofar. Así, Roberto Malaver, uno de sus altos panas, expresó: “Era un tipo cargado de solidaridad, un amigo de esos que no se encuentran más nunca”.

Y dale con la Leyenda del horcón

 Uno de los recursos favoritos de Pedro Chacín para ser como lo describen quienes lo aman (ingenioso, puro, sensible, solidario, auténtico, generoso, compasivo, anhelante, emprendedor, precipitado, solidario, malhablado, romántico, enamorado, sexómano, fresco, espontáneo, irreverente, incorregible), era su capacidad para recitar de cabo a rabo largos relatos en verso, entre ellos La leyenda del horcón, un poema gaucho.

Earle Herrera cuenta cómo Pedro soltaba en cualquier sitio aquel relato campestre de una infidelidad que fue saldada con sangre. De acuerdo a la letra de la obra, en una noche de lluvia torrencial, alrededor de un fogón, un hombre anciano echa el cuento del asesinato y posterior entierro, junto al horcón, de una mujer y de su amante, por parte del marido celoso (que luego resulta ser él mismo). “Y si atiende cada cual con espíritu sereno / verán como un hombre bueno/ llegó a hacerse criminal”.

Pedro usaba ese relato en verso para todo: para levantar muchachas, animar borrachos aburridos, apaciguar ánimos exaltados y alegrar amigos deprimidos. “Cuando te veía triste, se lanzaba  con aquello de “Les voy a contar un cuento / ahora que el agua y el viento / traen a la memoria mía / cosas que nadie sabía / y que yo diré al momento…”

Entonces, Roberto lo interrumpía: “No, Pedro, no sigas que ya me la sé esa leyenda del horcón… Y después nos reíamos que jode”.

CIUDAD CCS


Noticias Relacionadas