Psicosoma | Utopías

02/05/2023.- Cada día vivo hasta agotar mi existencia y sentir infinitas dimensiones al volar y soñar en el transcurso del tiempo utópico. Con los jóvenes se comparte con menos prejuicios y compromisos, solo con el pilar elemental del respeto; mientras que muchos adultos, condicionados en su zona de confort o nicho, no se atreven a ser auténticos y, casi siempre, son esperpentos distópicos. La utopía del amor posibilita zambullirnos en el mundo poético sin importar la edad, condición, sexo, religión, credo…

Las estrofas de La muralla verde: “Estoy parado sobre la muralla que divide / todo lo que fue de lo que será. / Estoy mirando cómo esas viejas ilusiones, / pasando la muralla, se hacen realidad” las cantamos con la canción Lamento boliviano: “Me quieren agitar, me incitan a gritar. / Soy como una roca, palabras no me tocan. / Adentro hay un volcán, que pronto va a estallar. / Yo quiero estar tranquilo”, del grupo de rock argentino Los Enanitos verdes, textos que son pura poesía y llevan a hibernar o al trance con interpretaciones de jóvenes soñadores, poetas, músicos de Naranjo, amantes de utopías, con una pureza que me recuerda a la chica enamorada que se extravió.

El amor en tiempos de pandemia se aferra al imposible. Los chicos en sus mundos heridos se airean cantando y hasta las dudas me asaltan y me uno a ese estado díscolo de locura creativa. Admiro sus composiciones y ese ritmo que encaja con la cadencia de la poesía, porosidad sin fronteras con más acercamientos humanos, goces reales que inscribe la utopía, que rearma el alma, enamora y nadie se puede vacunar contra esa pasión; las diosas y dioses nos lanzan sus flechas o los vientos nos elevan. Nada conocemos del amor y quizás exista el amor perfecto, aunque sería demasiado y, si existe, pocos lo alcanzarían.

La atracción impulsiva sin mediar palabras es rápida e intensa, obsesiva, con una moridera que solo se place en el vicio de la contemplación. Los jóvenes viven día a día, aman sus creaciones, respetan al ser humano y valoran la experiencia sin prejuicios. Casi olvidan la competencia del sistema depredador consumista y comparten con una pureza del alma sus emociones y sentimientos. Son transparentes e irradian la fortaleza del vivir sin miedo.

Ahora entiendo al profe, al poeta Cadenas, que nos decía que era casi imposible llegar a la adultez añosa siendo poeta, porque percibía que los jóvenes se entregan al amor, al último oxígeno, y muchos perecen; como entiendo la muerte de muchos y también los renaceres de otros que se mantienen en resistencia con mucho temor.

El asunto es soltar amarras, desnudarse y salir aullando. Mi gran Rimbaud y Apollinaire pedían reinventar el amor. Todo gira en torno a ese pegamento invisible de la utopía amorosa y no importa —me dice el poeta músico Alonso— que sea así y vivamos en ese mundo y salgamos a buscar la comida, la familia, la subsistencia en el mundo común. Y no es solamente la animalidad sexual… Avanzan los juegos sin edades o sabanea el alma con un rápido "muérete que chao", es todo un riesgo y se vive; no importa nada, es el fugaz roce del beso, del poema inatrapable y música corporal al ronronear en mis oídos…

La eternidad es un nanosegundo, un día, un siglo. Nunca sabemos nada en el amor, solo es la explosión de una enana rosada; nuevas galaxias crecen en el espacio sideral. Me mantengo al abrazo de mi poeta y soy una descalza sulamita en sus dedos.

 

Rosa Anca


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