Punto y seguimos | ¿Feliz Día del Trabajador?

134 años después de su instauración, mucho por hacer y poco para celebrar

02/05/2023.- Ayer se celebró el Día Internacional del Trabajador y, como suele pasar con las efemérides importantes, se vuelve a las interrogantes y/o debates que le rodean, aunque en Venezuela el tema de los trabajadores y el trabajo es, ciertamente, un asunto cotidiano. No hay día que no se hable de las condiciones laborales actuales, los contratos colectivos, las acciones de las patronales privadas, el gobierno, el rol de los sindicatos y, por supuesto, del salario.

Especular con anuncios de subidas salariales en los días cercanos al primero de mayo es tradición, pero por estos lares y en estos tiempos es algo un poco más complejo. Es esperanza, rabia y resignación, todo a la vez. Ser trabajador, y especialmente trabajador asalariado, significa no tener seguridad de nada. Las explicaciones sobre la situación económica y las medidas que se toman —cuando las hay— son vagas. Las acciones de los sindicatos —cuando las hay— no impactan positivamente. Los aumentos —cuando los hay— no alcanzan.

El 1.º de mayo pretendía reivindicar las luchas y logros de la clase trabajadora. Lo que hasta hace pocos años se consideraban derechos adquiridos en la mayor parte del mundo, se han ido debilitando. El salario digno, las ocho horas de jornada, las vacaciones pagas, los permisos de maternidad y paternidad, los días libres, el pago de horas extras y nocturnas, la celebración de contratos colectivos, las cajas de ahorro, los seguros de salud y las pensiones de retiro han estado en la mira del capitalismo desde el instante en que las "perdió" a manos de los trabajadores. El neoliberalismo no descansa en retomarlas, ya sea vía desgaste, difamación o robo directo. Si no, pregúntenles a los trabajadores franceses, aunque en realidad no tiene que irse tan lejos...

Mientras a un par de generaciones atrás se les inculcó el culto al trabajo como única condición dignificante del ser humano, la valoración excesiva del "workaholismo", la valía de lemas como: "El fin justifica los medios" y cualquier otra idea que validase la explotación con consenso de los mismos trabajadores; ahora la táctica es la de ensalzar figuras como la del "emprendedor", un individuo autorresponsable de sus propios ingresos, tentado del dinero "rápido" (influencers, intermediarios, revendedores, coimeros) que se olvida completamente de sus derechos como integrante de una sociedad y que se autoatribuye sus fracasos laborales, sin considerar el rol clave de los Gobiernos y los grupos empresariales privados, y, muy especialmente, las relaciones carnales entre ambos. La vieja generación está cansada y la nueva, perdida.

En pleno 2023 no hay que dejar de resaltar la máxima del manifiesto aquel al que tanto miedo se le tiene todavía: "Trabajadores del mundo, uníos" y pensar críticamente acerca de las condiciones reales en las que se trabaja, no solo en Venezuela, sino en todas partes. La regresión en derechos es clarísima. El peso de los poderes también. La clase trabajadora hoy tiene poco que celebrar, y mucho por qué luchar.

 

Mariel Carrillo García


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