Arte de leer | Valoraciones de un "devorador de películas"
Entrevista a Alejandro Fierro sobre su libro: ¡Qué grande ERA el cine!
02/05/2023.- Dicen que las primeras audiencias de la humanidad eran las que se sentaban en torno al fuego a escuchar un relato originario, los mitos y las leyendas de pueblos ancestrales. En épocas modernas apareció "la gran pantalla", suerte de narrador visual lleno de luces y movimientos. El cine es esa especie de llama que va directamente a los sentidos, contándonos historias y ficciones de manera mágica.
Hay gente que se ha dedicado a escribir sobre el séptimo arte, a dar su visión en clave de crónica, sobre lo que un realizador ha creado para entretenernos o hasta formarnos. Uno de ellos es el comunicador e investigador Alejandro Fierro, que percibe las películas como un elíxir de pasión.
Durante años, Fierro ha llevado una columna sobre producciones audiovisuales en la revista cultural MenteKupa y allí ha dejado un retrato, no de una, sino de varias épocas a través de ¡Qué grande ERA el cine!, en la que su mirada nos incita a un viaje en el tiempo.
Estas reseñas cinéfilas han sido parcialmente compiladas en un libro con el título homónimo a su columna. A propósito de esta nueva publicación, este "cinéfago" llamado Alejandro Fierro accedió gentilmente a una entrevista y nos contó con frenesí sobre su obra y la actualidad de la producción cinematográfica.
¿Cómo nace ¡Qué grande ERA el cine!?
Es una paradoja que en tiempos de oferta audiovisual infinita, cuando una persona puede acceder a películas de cualquier época y país, el consumo termine por orientarse masivamente hacia producciones contemporáneas. Quizás la capacidad de elección no sea tan libre como creemos. Esta hegemonía de lo rabiosamente actual pone en peligro la pervivencia de las grandes obras del pasado y reduce la paleta de estilos y lenguajes. ¡Qué grande ERA el cine!, publicado por la editorial MenteKupa, surge de la necesidad de rescatar esos filmes clásicos.
¿Qué se logra a través de la crítica cinematográfica? ¿Cuál es su objetivo?
Si la crítica es honesta, debe proporcionar una valoración de la película basada no solo en percepciones subjetivas, sino en categorías analíticas más o menos objetivas, si es que este concepto le cuadra a algo tan gelatinoso como el arte. Pero ¡Qué grande ERA el cine! no es un libro de críticas. Es tan solo la visión de un cinéfago, un devorador compulsivo de películas, que quiere transmitir y en lo posible contagiar su bulimia fílmica a otros. El mayor halago es que tras leer la crónica de una película se sienta el impulso de verla.
¿Qué importancia tiene la apreciación cinematográfica en tiempos de streaming?
A las funciones tradicionales de la crítica como analizar, valorar y explicar se suma ahora la de ordenar. La masiva oferta, de la que nos separa tan solo un click para tenerla en nuestra pantalla, se ha vuelto inmanejable. De ahí el éxito en internet de esas listas de mejores películas. El público necesita una luz que le ayude a orientarse en la maraña de títulos.
¿Hay suficiente crítica cinematográfica en Venezuela y América Latina?
Hay más opinión cinematográfica que nunca. Cualquier persona puede dar su opinión en las redes sociales, aunque no sé si calificarlo como crítica. De todas formas, la crítica de cine fue siempre un género mestizo, alejado del academicismo de la crítica en otras disciplinas como la literatura o el arte. Soporta mal constreñirla al ámbito académico. Es interesante ver hasta dónde nos lleva esta descentralización —no lo considero democratización— que ha traído el mundo digital.
¿A qué se debe que tu trabajo esté enfocado principalmente en películas que fueron icónicas en su momento?
Hay mucho de crónica sentimental en el libro. Estas películas forman parte de mi educación emocional. Nombres como John Ford, Barbara Stanwyck, Gary Cooper o Federico Fellini están en mi panteón particular de mitos. Estaba el deseo, común a todo aquel que escribe, de mostrar este mundo personal a los demás.
¿El streaming está "matando al cine"?
El cine nunca morirá, como no han muerto la pintura, la literatura o la música. Lo que cambian son las formas de verlo. Tal vez llegue un momento en que las salas desaparezcan o queden como una experiencia singular. Pero siempre habrá personas que quieran contar historias a través de imágenes en movimiento y personas que quieran ver esas historias.
Hollywood representa el hegemón... ¿Cómo se pueden construir otras hegemonías en torno al cine?
El cuello de botella está en la exhibición, no en la producción. De nada sirve producir una película si después no encuentra un hueco en las salas o en las plataformas. Basta con ver la cartelera de cualquier multicine para comprobar que el 80 o 90 % de las películas son estadounidenses. El modelo francés de cuota de pantalla nos da una pista de por dónde ir: el 50 % de los largometrajes proyectados debe ser de la Unión Europea y, de estos, el 35 % francés. Por otra parte, creo que no se debe competir desde la imitación. Vemos cine de acción o policial europeo o latinoamericano y nos congratulamos porque ha alcanzado la misma solvencia técnica que Hollywood. Pero a mí lo que me interesa son cosas diferentes a las que Hollywood viene ofreciendo hace ya casi un siglo y en las que es imbatible. Latinoamérica, por ejemplo, tiene una tradición de cine social y político a la que no debe renunciar en nombre de un cine de género.
¿Sería necesario hacer un BRICS+ de la industria audiovisual? ¿Cómo podría lograrse?
Yo apostaría por un modelo de coproducción intralatinoamericana. Fomentar las coproducciones entre países de nuestra región. Obviamente, las potentes industrias mexicana y brasileña deberían ser las locomotoras, sin olvidar que los Gobiernos son fundamentales a la hora de impulsar la producción, tanto con subvenciones directas como con ayudas fiscales. Hoy por hoy es imposible pensar en una producción latinoamericana sostenida sin ayudas públicas.
Una evaluación de los actuales contenidos en las películas, hacia dónde apuntan…
Hay un cierto monopolio de los clichés del cine de género: acción, fantástico, terror, comedia romántica… Con independencia de que la película sea buena o mala, priman los estereotipos narrativos. Para encontrar relatos diferentes hay que ir a los márgenes. Al igual que es necesario un ¡Qué grande ERA el cine!, quizás también haga falta un ¡Qué grande ES el cine de los márgenes!
¿La vorágine de información está invisibilizando la memoria cinematográfica?
Me remito a lo que comenté al principio de la entrevista sobre la oferta audiovisual infinita y el consumo casi exclusivo de cine contemporáneo. Tan contemporáneo que una película de 2015 ya parece vieja. No es una cuestión de que el cine de antaño sea mejor o peor que el de ahora. Cine bueno y malo siempre ha habido y siempre habrá. Es un problema de reducción de la paleta estilística, narrativa y temática.
¿Qué se necesita para atraer a las nuevas generaciones a las salas de cine? Quizás en EE. UU. y Europa coexisten, pero los números en Venezuela y Latinoamérica arrojan que cada vez menos gente va a las salas.
Es una tendencia mundial. Hay estrategias para animar al público a ir a las salas, pero no sé hasta qué punto están condenadas al fracaso. Y tampoco sé si hay que lamentarse por ello. Más allá de la nostalgia, la realidad es que las formas de consumo cultural siempre han evolucionado, desde la tribu que se reunía en torno al fuego a escuchar historias hasta el chico que ve una película en su teléfono mientras viaja en metro. Quizás lo que haya que hacer es adaptarse a estos cambios, no oponerse estérilmente.
Ricardo Romero Romero
@ItacaNaufrago
Alejandro Fierro (Islas Canarias, 1968)
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Ha sido cronista cinematográfico en diversos medios de comunicación y a finales de los años noventa trabajó en la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Creado en 1956, es el segundo festival más antiguo de España. Desde 2012 reside en Caracas. Escribe una columna semanal sobre cine clásico en la revista MenteKupa (www.mentekupa.org). Acaba de publicar el libro ¡Qué grande ERA el cine!, editado por MenteKupa, que recopila cerca de setenta películas de los años treinta a ochenta.