Letra veguera | La antipolítica y sus rostros

03/05/2023.- Luciendo un porte inusual y acompasando el ritmo de una fonética que mimetiza el vocabulario y tenor de un político como Eduardo Fernández o el otrora Carlos Canache Mata, el Conde del Guácharo proclamó que su fortuna la amasó mucho antes de la era chavista.

Que yo sepa, nada ni nadie le ha pedido al cómico venezolano una especie de declaración patrimonial ni de sus bienes ni de su fortuna ni de sus lujos ni, menos aún, de sus buenas o malas costumbres, o de sus bochincheras intenciones a la hora de manifestar su deseo de sentarse en la silla de Miraflores.

¿Qué va a hacer con sus encíclicas vulgares, no aptas para menores de edad, adolescentes o personas mayores durante la campaña para ganar las fulanas primarias? Sin duda, la regulación de ese rico vocabulario le corresponde al CNE o a la Academia de la Lengua. Tal vez la Conferencia Episcopal Venezolana opine algo desde el Reino de la Divina Providencia. Ya veremos.

A mí, en lo personal, el Conde del Guácharo siempre me ha parecido candidato a un monumento consagratorio a la decadencia de una Venezuela aturdida por los efectos del desmadre petrolero: esa desgracia que, como él, es un combo de productos sui géneris, a veces inclasificables, porque de algún modo es como un pañuelo embarrado de mierda que muchos venezolanos llevamos obligatoriamente como un accesorio de nuestra condición nacional. Es más, así como existe el "gendarme necesario", también se pasea entre nosotros ese Conde como un emblema de la cultura venezolana.

Hasta el mismo Hugo Chávez le pidió varias veces que se lanzara al ruedo, que estaba fastidiado de la baja ralea de sus competidores, del nivel de sus discursos. Pero todos sabemos, como le dijo el Presidente a Earle Herrera, que para él existían varios tipos de humoristas: los mamadores de gallo, los cómicos, los humoristas serios y los jodedores. Él, Chávez, era un jodedor.

Digo esto porque he estado observando la seriedad con la que María Corina Machado y el Conde del Guácharo, cada uno en su estilo, creen que Miraflores está a la vuelta de la esquina.

Ambos, y por razones distintas, son hijos de la antipolítica que comenzó a germinar en los promedios de las décadas de los ochenta y noventa. Impuestos por la cultura mediática unos, como Capriles, López y Machado, con mensajes antipartidos y con discursos neoconservadores, propios del exilio cubano, idénticos al Partido Republicano.

Los antecedentes de estos especímenes tienen palabras clave: fraude, anticomunismo, progreso, desarrollo progresista.

Pero la película apenas comienza con estos actores de la antipolítica. Queremos ver los celos fruncidos de María Corina cuando el Conde le cante una de las de él.

 

Federico Ruiz Tirado


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