Tinte polisémico | Control versus evaluación

La evaluación se basa en el control y lo trasciende

05/05/2023.- Cuando se concibe la actividad administrativa como un proceso, y sus fases se enumeran en la secuencia: planear, coordinar, ejecutar o dirigir y controlar, se transmite la noción de que se trata de un continuo, de una sistematización. La administración como práctica organizacional verifica que no se atiende de forma rígida y a esa secuencia, que aparenta ser de una lógica inflexible y progresiva, puede permitir que se altere el orden de los pasos o se realicen simultáneamente e inclusive que se superpongan las fases antes citadas.

Nos referiremos en este artículo al control como esa fase en la cual se obtiene información precisa de lo que sucede. Consiste en medir y corregir el desempeño organizacional o individual para asegurar que los hechos se ajusten a los planes y objetivos, es decir, a la planeación. El control permite observar las desviaciones y alerta para tomar las medidas correctivas, ajustar y procurar alcanzar lo planeado.

No obstante, existen dos acepciones que tienden a asociarse con el control: la supervisión y el dominio. El primero consiste en verificar, y está íntimamente vinculado al control como proceso sistemático, mientras que el segundo es de carácter discrecional. El control crea y obtiene calidad, permite anticiparse y mitigar los cambios, agrega valor y facilita el trabajo cooperativo.

El control, para ser implementado como proceso, demanda lo siguiente: establecimiento de estándares e indicadores, medición y detección de desviaciones, medición de resultados, comparación de estándares versus resultados, evaluación de resultados, toma de decisiones y la retroalimentación y el reinicio del proceso de control.

El control, atendiendo al criterio temporal en su aplicación, puede categorizarse en: preventivo (antes), retroalimentación (posterior) y concurrente (durante). Por tanto, podemos concluir que se puede aplicar constantemente, que puede ser directo e inmediato o indirecto y posterior en cuanto al modo, y de tipo interno o externo, según el agente que lo realice.

Ahora bien, la evaluación se basa en el control. Mientras que el control significa verificar los hechos de manera que sea posible compararlos con algún patrón técnico (estándar) de referencia, la evaluación trasciende el control, implica la consideración de juicios de valor, explícitos o implícitos. El control hace referencia al estado de determinadas características de lo que se monitorea, por ejemplo, la velocidad a la que nos desplazamos en un vehículo. Si tomamos en cuenta la información que arroja el velocímetro, eso constituye el control. Si lo comparamos con un criterio de valoración (la velocidad que se considera segura) y a partir de ello, si nos encontramos en un entorno urbano y poblado, en medio de una autopista o una pista de fórmula uno, concluimos si estamos conduciendo en términos de seguridad, dada la escala de valores que hemos establecido como conducción segura. Esto es lo que se denomina evaluación y comparar informaciones contra estándares de referencia es controlar. Evaluar es comparar tales situaciones contra patrones de referencia valorativos: es bueno, malo, sirve o no sirve o si responde o no a las expectativas.

Se aplique el control total o selectivo, así como la evaluación, se precisan ambos para ubicar fallas oportunamente, disciplinar a los subordinados, permitir establecer grados de responsabilidad ante las irregularidades, posibilitar a la gerencia informarse del acontecer y hacer el seguimiento en cuanto a: los resultados de clientes y usuarios, los procesos de trabajo y la organización misma en la que tienen lugar.

Podemos concluir que existen tres niveles de análisis, a saber: información, control y evaluación, que se aplican en dos ámbitos: hacia lo externo y hacia dentro. Hacia fuera se proyectan resultados materializados en registros de calidad y cantidad de resultados, comparación con estándares, expectativas y necesidades de eficacia y efectividad. Hacia lo interno, los registros de uso de recursos, comparación con normas de procesos y las expectativas y necesidades de eficiencia. También en el plano endógeno, en lo atinente a la organización, lo que atañe a la disponibilidad de infraestructura, talento humano y tecnología, con los parámetros organizativos y con el contraste de las expectativas y necesidades de los decisores válidos.

Muy pocas actividades, aun siendo de la vida cotidiana, en cualquier campo del quehacer humano, sea sociológico, político, económico o cultural, escapan a la necesidad del control y la evaluación como actividad necesaria para la gerencia y la conducción organizacional.

 

Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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