Vitrina de nimiedades | Trinos sin identidad

Las políticas de verificación de Twitter tienen un filón ético de interés

06/05/2023.- En redes sociales, ser un desconocido puede ser una condición muy poderosa si disfrutamos pasar desapercibidos. Pero cuando debemos ser notorios, defender la identidad a toda costa es el mantra para sobrevivir y mantener la credibilidad digital. Esa es la diferencia entre nuestra capacidad de influencia y aquellos grupos que, por distintas razones, apuestan por la confusión o por el lucro. Y si no está claro, basta revisar las políticas de verificación de cuentas de Twitter, otro experimento más cuyo resultado no alcanzamos a ver.

Así, desde abril, las cuentas consideradas como auténticas o fiables cambiaron su identidad frente a las cuentas "comunes". Las pertenecientes a funcionarios y organismos gubernamentales, así como las instancias multilaterales, podrán probar su autenticidad gracias a la verificación gris, una salida para ayudar a mantener algo de orden dentro de la jungla tuitera.

En ese intento por organizar las cosas, las empresas que cumplan con ciertos procesos recibirán la verificación dorada, otra salida para no volvernos locos. Pero cuando se trata de figuras públicas o de cualquier actor que no cumpla con los otros criterios de verificación, el camino es el pago. Las recordadas verificaciones azules, aquellas que más de una vez nos salvaron de caer en un fake, solo están disponibles para quienes deseen afiliarse al Twitter Blue, un servicio premium que cuesta al menos 84 dólares anuales.

Cuando esta política entró en vigencia, usuarios de gran influencia en el ecosistema de Twitter perdieron su famoso check azul. En algunos casos, recibieron luego la confirmación gris o dorada. En otros, simplemente no hay nada que nos diga: "Esta cuenta sí es de la persona que dice ser" sin tener clara la razón. Genera dudas y es alimento para la estructura de manipulación asentada en redes sociales.

Lo más sorprendente de esto es ponerle un precio a la identidad. Las invenciones de Elon Musk no solo plantean un desafío en el uso de la red y en la relación entre usuarios. También tienen un filón ético de interés: identificar los roles puede resultar útil, lo preocupante es reservar parte de ese recurso a los usuarios exclusivos. ¿Qué ventajas, más allá del lucro, puede brindarle a una red social semejante política? ¿Realmente la transparencia es un valor para esa plataforma? Si la lucha es contra los bots, la manipulación y la información tendenciosa, entonces los criterios deberían ser otros.

Mientras Twitter termina de vivir esta metamorfosis, que anuló los tuits de 280 palabras para largos escritos, plantea servicios exclusivos y otras invenciones, la defensa de la identidad debería ser un asunto central. En un mundo donde la proliferación de cuentas falsas es un dilema, la inteligencia artificial puede crear ficciones tan reales como desconcertantes y la mentira pasa por verdad sin problema, los trinos sin identidad son síntomas preocupantes de estos tiempos.

 

Rosa E. Pellegrino


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