Caraqueñidad|Histórica ineficacia en restricciones a la venta de licor

Aún hoy no hay quien le ponga el cascabel al gato

08/05/2023.- Desde tiempos remotos se han impuesto medidas y horarios para regular la venta de aguardiente, pero, al igual que hoy, son burlados por quienes, ante la impunidad, siguen haciendo lo que les viene en gana. Los borrachos y los expendedores del elíxir tienen un pacto (no escrito) mágico, secreto, pero también público, para que la retroalimentación (o retrobebezón) no falle.

Por allá por 1668, surgió la determinación oficial de ponerles un parado a los desmanes que se sucedían por el exceso de consumo de bebidas espirituosas.

Expone una resolución de esos días, en mandato de la autoridad representada en el alférez Antonio Morgado, que el Ayuntamiento debía imponer graves penas a las pulperías caraqueñas (unas setenta registradas legalmente) que abriesen sus puertas después de las nueve de la noche,

porque a deshoras de la noche acude mucha gente de servicio, esclavos como indios, y traen frutos que venden a trueque de vino (…) y al embriagarse (…) hay ocasión de algunos desastres que acontecen, como la muerte que hizo un indio a Pedro Inojosa, por salir a la defensa de una negra pulpera que tenía su puerta abierta a deshoras de la noche (…) y sucederían otras muchas si no se castiga a cualquier pulpero a quien le hallaren la puerta abierta (…) después de las nueve de la noche.

Más adelante, en 1805, según las disposiciones del Ayuntamiento:

Con respecto a lo determinado sobre la hora de cerrarse las pulperías y guaraperías, por la noche (…) estimen que las pulperías de comestible lo verifiquen al tocar las diez, y que las guaraperías lo verifiquen a las ocho, bajo las penas impuestas; y no siendo conformes con los borrachos (…) queden sin el debido castigo de su delincuencia (…) la primera vez deberán castigarse (…) siendo conducidos a cárcel de corrección, para que, restituidos a su juicio, trabajen con cadenas en obras públicas por ocho días; por quince, en la segunda; por un mes, en la tercera; y por seis meses, en la cuarta; y en las demás, serán castigados al arbitrio del señor alcalde.

Con razón, tantas calles, alcantarillados, sistemas de cloacas y carreteras vecinas están torcidas y mal acabadas, hechas a ritmo y a tembloroso pulso de aquella caterva de beodos…

Por cierto, las horas las "tocaban" las campanas de la catedral. De ahí surgió la expresión mencionada en la anterior disposición.

Hoy, por la variedad de marcas, la situación país y la cada vez más necesaria ingesta líquida en la búsqueda de escape y relax antifrustración, el control es menos eficaz. Sanciones, multas y otras medidas son anunciadas por las autoridades, pero al andar por las calles se advierte que son los funcionarios públicos (quienes deberían imponer el orden) los que protegen a expendedores y garantizan que la demandante borrachería se mantenga feliz.

Ojo, ¡por ahí dicen que ese cocuy pirata que ha invadido el mercado etílico está matando gente!

 

Luis Martín


Noticias Relacionadas