Micromentarios | Lucha libre por televisión

09/05/2023.- Tuvimos en casa un televisor de los de mueble, con cuatro patas cortas y la parte superior lisa, como una mesa. Las transmisiones eran en blanco y negro y solo existían cuatro canales.

Para sintonizarlos no bastaba la antena de bigote en su parte superior. Requería otra antena externa, ubicada en la azotea, conectada al televisor mediante un largo cable. La misma constaba de un tubo de aluminio, atravesado por nueve o más varillas de este metal.

No recuerdo qué día de la semana nos reuníamos a ver la lucha libre. Era sábado o domingo en la noche. La transmitía el canal 4, Televisa, que después se llamó Venevisión. Años más tarde, pasó a CVTV, canal 8 —Venezolana de Televisión—, y el programa se llamaba Catch as catch can. El narrador era mi primo Antonio Del Nogal.

Ese espectáculo nos fascinaba, aunque sabíamos que los combates eran trucados. Había, sin embargo, cierta estética en las patadas voladoras y en los trajes de algunos luchadores, pese a ser una representación burda del combate eterno entre el bien y el mal.

A Isabel, la suegra de tía Nora, una señora muy mayor nativa de Martinica, conocida como la Madama, no le gustaba la lucha. Era la única persona de la casa que no se sentaba frente al televisor.

Una noche, durante un enfrentamiento entre un luchador rudo —o "sucio", como también se les decía a los que ejercían de villanos—, y uno técnico —señalado en contraposición como "limpio"—, tuvimos un espectáculo adicional.

Ocurrió cuando el rudo le aplicó una estranguladora a su rival. Esta llave o postura de sumisión consistía en un abrazo al cuello del adversario, que se hallaba sentado en el suelo y de espaldas a quien lo ahorcaba.

El malvado llevaba una máscara negra sobre el rostro y su nombre de batalla era Dark Buffalo. Su contendiente no recuerdo quién era, si Bernardino La Marca, el Guanche Canario, Gunga Dim, el Tigrito del Ring o Tony Garibaldi. Solo me acuerdo de que era técnico.

Para darle emoción a la pelea, Blas Federico Giménez, el locutor del programa, se desgañitó describiéndola y aupando al estrangulado, como si con ello pudiese hacer que reaccionara.

Todos en la sala nos sumergimos en un silencio expectante, no exento del temor de que Dark Buffalo pudiera asesinar a su contendiente. Se afirmaba que, años atrás, en otro ring, había matado a un rival con esa misma estranguladora.

De improviso, la imagen se vio eclipsada por la Madama, que lanzó tres escobazos a la pantalla, mientras exclamaba repetidamente:

—¡Suéltalo! ¡Suéltalo!

Superado el estupor, Fernando, su hijo, la desarmó y quiso hacerle ver que se trataba de un programa de televisión, que los luchadores no estaban en la sala.

La Madama se negó a creerle y pasó un rato gritándole al luchador rudo:

–¡Suéltalo, asesino! ¡Suéltalo!

Dark Buffalo liberó al otro luchador y la Madama creyó que lo hizo gracias a su amenaza con la escoba. Nunca se enteró de que el árbitro detuvo la pelea porque el rival del enmascarado simplemente se desmayó.

 

Armando José Sequera


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