12/05/2023.- El ajedrez es un juego en el que participan dos personas, cada jugador cuenta con dieciséis piezas, para un total de treinta y dos, y en su procedimiento se desplaza solo una pieza en cada turno, es decir, alternativamente un movimiento a la vez, por parte de cada uno de los contrincantes. Cada una de las piezas sigue unas reglas y normas de movimiento, sobre un tablero de ocho escaques por lado, para un total sesenta y cuatro casillas.

El objetivo del juego consiste en que cada ajedrecista logre amenazar a la pieza más importante del adversario, el rey, es decir, darle: “Jaque”. Pero esta amenaza debe contemplar condiciones y lograrse de tal forma, que el rey contrario no pueda moverse a ninguna otra casilla, porque persiste la amenaza de una o varias piezas contrarias, y además tampoco puede cubrir o defender al rey de la amenaza adversaria con sus piezas, y tampoco puede, con sus propias piezas, eliminar o anular la pieza que le está ocasionando el “jaque mate”, y de esta forma se le otorga la victoria a quien lo ha configurado en el turno que le correspondió.

Sin embargo, pueden jugadores muy experimentados, al considerar y dadas las posiciones de las piezas, optar muy elegantemente por tumbar o acostar su propio rey sobre el tablero, en su turno de jugada, al analizar la imposibilidad de reponerse ante una ostensible ventaja o ante una inminente derrota; es un código de cortesía ajedrecística admitir la superioridad del contrario en la partida, extender y dar la mano y proceder a retirarse del tablero.

El origen histórico del ajedrez se remonta con antecedentes en la India, con el nombre chaturanga, luego lo conocieron los persas, posteriormente también los chinos y subsecuentemente lo adoptaron los árabes, quienes lo introdujeron en la Península Ibérica.

Resulta verdaderamente interesante este juego, al analizarlo desde diferentes perspectivas o dimensiones: primeramente, es una actividad lúdica, en segundo término, constituye una disciplina deportiva, tercero se materializa como expresión de lógica matemática, en cuarto lugar, su manifestación artística y por último como herramienta pedagógica.

Indudablemente como actividad recreativa y social es un insustituible juego de mesa para niños, jóvenes, adultos de ambos sexos, sin distinción o restricción de cualquier naturaleza.

Su práctica como especialidad deportiva y profesional somete a sus jugadores a los mayores rigores de estudio y entrenamiento para poder lograr desempeños de altísimo nivel competitivo.

El dominio espacial del tablero, las fases y facetas del juego, los principios y cálculos requeridos por un jugador de nivel respetable implican operaciones de cálculo, estimación de combinaciones y aproximaciones estadísticas y de probabilidades, es pura racionalidad lo que se dibuja y configura con las piezas durante la partida.

Quizás uno de los aspectos, de más difícil apreciación para los que no conocen del juego, es poder captar las sutilezas explícitas e implícitas que cobijan las celadas, gambitos, sacrificios, aperturas y finales, que configuran composiciones, articulaciones, originalidades, balances y armonías que logran los genuinos artífices y genios del ajedrez.

Psicólogos, psiquiatras, pedagogos, entrenadores, computistas, matemáticos, entre otros profesionales, expresan los beneficios, alcances y posibilidades que potencia la práctica del ajedrez para los procesos cognitivos. Hay infinidad de estudios e investigaciones que han explorado en cuanto al pensamiento táctico estratégico, sus aplicaciones en la prospectiva de escenarios, sus efectos sobre la concentración, el control emocional, fortaleza psíquica, imaginación espacial, creatividad, etc.

Todo un universo que vale la pena conocer, inclusive por mera curiosidad, solo esas pequeñas piezas en una cuadrícula de 8x8, pueden convertirse en una actividad retadora y sumamente apasionante, algún secreto y magia debe entrañar que le llaman el juego ciencia.

Héctor E. Aponte Díaz

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