Derreflexión | ¿Por qué nos hacen daño las expectativas?

Generar expectativas puede llevarnos a la frustración e infelicidad

Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

Brad Pitt (en el personaje de Tyler Durden)

Película El club de la pelea (1999)

 

14/05/2023.- Las expectativas son la creencia de que algo ocurrirá. Son pensamientos que surgen, posiblemente, tras observar una serie de eventos. Y aunque estos pueden llegar a concretarse, la verdad es que muchas veces no se cumplen.

A pesar de que siempre es deseable vivir con cierta ilusión, no sería lo más apropiado dejar que estas sean las que guíen nuestra vida diaria o comportamientos, pues podrían impactar de forma negativa en nuestro bienestar, hasta el punto de convertirse en un problema.

Una persona cuya existencia está orientada por las expectativas podría sufrir mucho al esperar que algo en concreto suceda o que una persona tenga el comportamiento que ella desea, lo cual deriva en ansiedad o depresión.

Las expectativas pueden convertirse también en una fuente de estrés o presión, debido al fuerte deseo que sentimos porque algo se lleve a cabo. Cuando no sucede de esta manera, también se puede sentir el fracaso.

No obstante, debemos tener en cuenta que, en la vida, no todo siempre va a resultar de la manera que esperamos o idealizamos porque pueden suceder hechos que nos desvíen de nuestro plan original. Conviene entonces tener siempre una puerta abierta y la flexibilidad suficiente para volver a trazar nuevos caminos o replantear nuestra existencia entera.

 

Las expectativas nos pueden alejar de la realidad

Las expectativas pueden alejarnos de la realidad y llevarnos a vivir sosteniéndonos de sueños o ilusiones.

Muchas personas caen también en el perfeccionismo y sienten profundo malestar cuando no se cumplen sus expectativas con respecto a algunas personas o hechos. Entonces, lo que sobreviene es la decepción.

Por otro lado, compararse con los demás también pudiese ser considerado un factor desencadenante de expectativas irrealistas y, por ende, de malestar. Esto es, el creer que debemos alcanzar en la vida propia lo que están logrando o haciendo los demás, sin pensar en nuestra individualidad y singularidad. Las comparaciones llevan a sentir inferioridad, envidia e insatisfacción.

El vivir de forma rígida, sin flexibilidad, también nos ocasiona problemas al momento de adaptarnos al cambio, ya que debemos entender que la existencia está colmada de incertidumbre y, de forma inesperada, todo puede cambiar en un instante. En ello radica la importancia de poder ser flexibles e ir ajustando nuestros deseos conforme a lo que vamos viviendo.

Cabe destacar que las expectativas no siempre son negativas. Al contrario, pueden tener un papel positivo cuando nos sirven como motivación para superar obstáculos, enfrentar desafíos y alcanzar metas, pero es necesario ser realistas y conservar el espacio necesario para la flexibilidad.

Es menester comprender que no tenemos la capacidad de controlar los resultados de todo cuanto sucede, que debemos aprender a cultivar la aceptación y reconocer que lo impredecible puede ocurrir.

 

Abandonar creencias poco realistas

Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido… mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.

E. L. James

50 sombras de Grey

 

Tener esto en cuenta nos ayudará a no idealizar una relación, bien sea amorosa, amistosa o laboral; no idealizar el trabajo, la universidad o cualquier otra situación porque nos estaría llevando a la decepción e infelicidad.

Asimismo, hay que evitar aferrarse a creencias que no siempre son acertadas ni nos ayudan a sentir bien. Por ejemplo, creer que la vida es justa, pues no siempre es así.

Por ello, cuando hacemos algo, debemos hacerlo de corazón, sin esperar nada a cambio. El que actuemos con bondad no quiere decir que el mundo será bondadoso con nosotros.

La vida simplemente es. Pueden ocurrir eventos justos o injustos, y no siempre los controlaremos. De igual manera, algunas personas pueden querer ayudarnos y otras no, por lo que no conviene depositar la confianza en esperar que todos sean dulces. No queda más que aceptar.

Otra creencia que suele generar malestar es el suponer que las personas deben entendernos siempre. A ello se le conoce como sesgo de consenso, es decir, imaginar que la gente piensa como nosotros. Lo cierto es que todos tenemos un punto de vista, y no necesariamente debe coincidir con el de los demás. Al final, cada quien entiende la vida como mejor le parece.

El creer que todo saldrá bien también es una expectativa que puede ser dolorosa. Esta frase generalmente es usada para ayudarnos a sentir confianza, pero, si no se cumple, o no resulta como esperamos, tiende a llevar a la tristeza.

No podemos cambiar a los demás. Hay situaciones que tampoco podemos modificar, especialmente las del pasado, por lo que no hay que esperar que los demás se comporten como nosotros deseamos. No tenemos control sobre las actitudes de los demás y esto debemos aceptarlo por nuestro bienestar.

En lugar de plantearnos falsas expectativas, consideremos algunas que sean realistas. Claro que siempre vamos a querer predecir qué sucederá, pero la idea es conservar un equilibrio, evitando caer en la fantasía.

Finalmente, evitemos el perfeccionismo y el pensar que todo va a suceder como queremos. En cambio, pongamos en práctica la gratitud, el sentirnos bien con las cosas que nos producen bienestar, apreciar a las personas que queremos, aceptándolas como ellas son y concentrarnos en el presente, haciendo a un lado el deseo de querer ver más allá.

 

Isbelia Farías


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