Micromentarios | Primera solicitud de amistad en Facebook

16/05/2023.- Durante 18 años fui colaborador del diario El Nacional. Escribí artículos de prensa dos o tres veces al mes —durante algunos períodos, cuatro—, comentarios de libros y, ocasionalmente, crónicas, reportajes y entrevistas.

Dos o tres veces al año también publiqué textos literarios.

Mi participación en el periódico terminó en 2002, durante el paro petrolero organizado por quienes criminalmente llamaban a través de Internet a adquirir dólares —divisas— para quebrar el Banco Central de Venezuela; a no pagar el Impuesto sobre la Renta para arruinar el Seniat —Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria—; y a paralizar la industria petrolera para quebrar a Pdvsa —Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima.

Por una amiga periodista supe que este ataque suicida contra la economía venezolana formaba parte de la estrategia del Departamento de Estado de los Estados Unidos para derrocar el gobierno del presidente Chávez. Esta amiga me hizo llegar copia de una carta, obviamente en inglés, dirigida a los pseudolíderes de la oposición, con todas esas recomendaciones.

Cuando sus promotores aceptaron el fracaso del paro, la Junta Directiva de El Nacional decidió prescindir de todos los colaboradores de izquierda.

De un plumazo nos sacaron a Luis Britto García, Roberto Hernández Montoya, Earle Herrera, Igor Delgado Senior, Aníbal Nazoa, Mercedes Franco y a mí, entre muchos otros.

No se olvide que, por ser un diario cuyo propietario original era el escritor Miguel Otero Silva, El Nacional tuvo desde su fundación en 1941 hasta entonces una línea editorial de izquierda.

Como ignoraba que se trataba de una purga ideológica colectiva y yo no escribía sobre temas políticos, hablé con la persona encargada de las páginas de opinión, para tratar de conservar mi espacio. Dicha persona había sido compañera mía de clases durante la mayor parte de la carrera de Comunicación Social.

El diálogo fue el siguiente:

—Para quedarte, tienes que escribir de política y en contra del gobierno. Principalmente, en contra del Chávez ese.

—¿Y si no estoy en contra?

—¡Peor para ti! —respondió cediendo al malhumor.

—¿Y la libertad de expresión? —pregunté ya irónico.

—¡Tú sabes que eso no existe! —contestó con inocultable rabia.

Cuatro años y medio más tarde, poco después de que apareciera la versión en español de Facebook, mi hermano el escritor José Gregorio Bello Porras me envió una invitación para sumarme a esa red social.

Aunque no me llamaba la atención figurar allí, ni más adelante en ninguna otra red social, acepté.

Al rato, mi hija Mariana, que residía en Barcelona, España, se constituyó en mi segundo contacto.

Un día después, recibí la primera solicitud de amistad, proveniente de alguien ajeno a mi familia, alguien a quien traté años atrás.

Provenía de Miguel Henrique Otero, el director y propietario de El Nacional que nos sacó a todos los articulistas de izquierda a comienzos de 2003.

Por supuesto, no acepté, pero me quedó el mal gusto de no haber insultado su infame hipocresía.

 

Armando José Sequera


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