Punto de quiebre | La muerte usaba chalecos antibalas en Puente Hierro

16/05/2023.- Un joven piloto, que trabajaba como taxista para terminar de certificarse, murió en un procedimiento irregular, donde los asesinos resultaron ser agentes de la PNB.

No se trataba de una persecución. En ningún momento fueron atacados. No hubo llamado alguno solicitando refuerzos al comando. No era un punto de control. No estaban uniformados debidamente. Los policías actuaron "a lo arrecho, a lo maldito", diría un amigo del barrio. Eran tres los hombres y aún no se conocen las razones por las que decidieron interceptar aquel vehículo en Puente Hierro. Dentro del auto en cuestión, un Aveo color negro, también viajaban tres hombres, ninguno de los cuales mostró en algún momento alguna actitud agresiva, amenazante. Es más, ni siquiera les dieron tiempo a hablar. Los tres individuos del auto interceptante se bajaron con las armas en las manos y avanzaron hacia el carro interceptado. Decidieron saltarse todos los manuales de procedimientos policiales. No tenían caras de hombre de ley, ni siquiera de buenos ciudadanos. Los tres usaban chalecos antibalas, pero eso no los identifica como policías, pues chalecos hay miles en manos de hampones.

Los tres ocupantes del auto interceptado estaban aterrados. Ninguno se había visto envuelto nunca en asuntos de policías, balas, malandros ni nada por el estilo.

"Bájense del auto", ordenó uno de los que vestían los chalecos. Nadie sabe lo que pasó por su mente en ese momento. Quizás lo había hecho antes en varias ocasiones, pero era primera vez que lo hacía delante de testigos, en una calle concurrida. También es difícil predecir lo que pensó uno de los agraviados, el chofer del auto que resultó estar inscrito en la empresa Ridery, es decir, era un vehículo que hacía servicios de taxi.

Lo cierto es que el hombre de la pistola, que debe conocer a leguas a los ladrones y malhechores porque pertenecía a la Policía Nacional Bolivariana, puso el dedo en el gatillo, a pesar de que su vida, así como la de sus dos compañeros, nunca estuvo en peligro. Bastó un ligero movimiento dentro del auto para que el dedo recibiera la orden de comprimirse. No hizo falta que lo apretara del todo. La bala entendió lo que quería su amo y salió rabiosamente por el negro cañón del arma, buscó la humanidad de la persona seleccionada y se le incrustó en el cuello. La muerte sobrevino de manera inmediata. Los otros dos comenzaron a clamar por su vida, a rogar que no los matasen también. Se trataba de dos profesionales de la medicina a quienes el ahora fallecido les estaba haciendo una carrerita. Fueron los que echaron el cuento de la verdad verdadera.

El infortunado resultó ser Nicolás Fermín, de apenas 23 años de edad, egresado del colegio Agustín Codazzi, donde era gratamente recordado por ser un excelente alumno, buen amigo y un joven muy simpático.

Nos refirió una mujer que conocía de cerca a la infortunada víctima:

No había motivo alguno para que estas personas hicieran lo que hicieron. Era un niño trabajador, ejemplar estudiante, un futuro hombre exitoso. Él fue nuestro niño del Agustín Codazzi. Un niño al que vimos crecer. Era amigo de mi hijo. Las mamás del Codazzi lloramos su muerte como si fuera la de nuestro hijo. Esa era una promoción muy unida.

Gran parte de su familia está fuera del país, pero él decidió quedarse. Era amante del fútbol y soñaba con ser piloto. De hecho, se había graduado recientemente como piloto privado de aeronaves. El problema es que debía costear las horas de vuelo que le requerían para poder certificarse y cada una le salía extremadamente cara ($150 por hora), por lo que buscó ayuda en un amigo y este accedió a prestarle su cupo en Ridery y su auto, a fin de que trabajara por las noches.

Los asesinos eran ser tres agentes policiales. Aún no se sabe —o no lo han informado— lo que buscaban exactamente, es decir, por qué decidieron interceptar y detener aquel Aveo negro. ¿Acaso matraquearlos? ¿Acaso secuestrarlos? ¿Sembrarles droga o armas? ¿Extorsionarlos? ¿Matarlos, por algún problema personal? ¿Se confundieron? Lo cierto es que le quitaron la vida a un inocente, a un muchacho sano, trabajador y que le apostaba a su país.

De los tres, solo dos están plenamente identificados y ya fueron detenidos. Resultaron ser Freides Camacho y Damián Ortiz. Sus fotos fueron exhibidas en las redes sociales. Por cierto que tienen cara de todo, menos de policías. No se sabe la identidad del tercero, ni cómo se escabulló. Tampoco se aclaró de los tres quién fue el que disparó.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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