Punto y seguimos | Los tristes nuevos sueños

Resumen: querer ser “influencer” y nada más

23/05/2023.- Hace pocos meses se viralizó un estudio publicado por la empresa de remesas estadounidense Remitly cuya finalidad era determinar cuál o cuáles eran los trabajos más buscados y apetecidos por los jóvenes en todo el globo (con excepciones como Rusia, Irán o Cuba). El informe, que utilizó datos recolectados por Google, arrojó una suerte de "mapa de sueños laboral" que deja a Latinoamérica muy mal parada.

Mientras en los países de mayor ingreso e influencia mundial, las aspiraciones de la juventud son las de convertirse en pilotos o escritores, en España y América Latina destacan las intenciones de ser influencers y youtubers. Con la salvedad de Brasil, donde ser empresarios es la opción más elegida, el resto del continente sueña con pantallas, exposición, creación de "contenidos", dinero fácil y likes, muchos likes. Queda claro que si alguna región del mundo compró la virtualidad, fue la nuestra y esto, más allá de la lástima, genera preocupación porque ¿cuál es el destino de una sociedad que no aspira ni desea formarse en profesiones u oficios útiles?

A pesar de la gran velocidad con la que la tecnología cambia y menos parece depender de la mano de obra humana, también hay que considerar que las próximas generaciones seguirán necesitando comida, atención médica, transporte de mercancías, investigación científica y otra serie de actividades para las cuales es necesario contar con personas capacitadas. Si ya la región latinoamericana andaba deficiente en ciertas áreas vitales para nuestra independencia y desarrollo, ¿qué nos espera si las siguientes juventudes retrasan su formación (obligada o querida) mientras esperan ser la siguiente estrella rutilante del universo YouTube?

La realidad y la estadística determinan que no todos podrán terminar como influencers y vivir de aquello, lo que nos conduce a pensar además en el estado emocional de quienes no lo logren: ¿generaciones de frustrados? La esperanza, por supuesto, es que esta tendencia cambie y no sea más que una terrible moda.

Sin embargo, qué triste la idea de que los sueños de millones de personas estén tan en desconexión con el verdadero funcionamiento de las cosas, tan lejos —incluso— del verdadero poder e influencia que tanto parecen anhelar. Nada de aspirar a ser quienes creen las nuevas tecnologías, quienes patenten invenciones, quienes generen la información que sí vale, quienes sepan cómo salvar vidas, quienes enseñen a otros a pensar. Nada de eso. Hoy, el sueño de los chamos latinoamericanos es tener miles de seguidores y vivir de esa renta a costa de cualquier ridículo, y pareciera que las crisis de nuestros países, donde ser profesional no es siquiera bien remunerado, contribuye con esa idea de escapar del esfuerzo y del estudio porque ¿para qué?

Que en el mundo destaquemos por querer ser influencers habla mal de la juventud, sí, pero en realidad, dice mucho más de nuestros líderes y de quienes han estado a cargo de educar y formar, en todas las maneras posibles. Simón Rodríguez debe estar muriéndose nuevamente al ver cómo no se acostumbró a los niños a obedecer a la razón, sino a la autoridad, como los limitados, y a la costumbre, como los estúpidos. Ojalá estemos a tiempo de cambiarlo. Ojalá.

 

Mariel Carrillo García


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