Historia viva | África en América

24/05/2023.- Cuando los primeros barcos negreros y portugueses cruzaron el Atlántico, con su carga humana de mujeres y hombres africanos secuestrados y sometidos forzosamente, se inició una historia que nos ha seguido como una sombra atroz desde el siglo XVI.

Desde entonces, la presencia del ADN africano cruza nuestras venas, temperamento y pasión por la libertad y las demandas de justicia social. El imaginario "africano", entre comillas, que tiene construido el mundo sobre el ser negro se ha internalizado en nuestras mentes desde la visión de la oscuridad, de lo malo, de lo diabólico mandinga. A ello ha contribuido enormemente la industria cultural controlada por los dominadores blancos, especialmente la del cine.

Aristóbulo Istúriz, Jesús "Chucho" García, Casimira Monasterio, José Marcial Ramos Guédez, militantes de la negritud venezolana, junto a los compatriotas de Red Afro Venezolana y sus pares en América Latina, lo han dicho en distintos escenarios cuando han hablado de la diáspora africana desde el siglo XVI.

Las dimensiones del atropello contra la humanidad que dejaron los barcos negreros y los esclavizadores como herencia maldita del medioevo europeo todavía resuenan como truenos en el pensamiento racista disfrazado que ha sido posicionado en la percepción sobre el mundo africano retratado desde Hollywood, como la selva y los habitantes salvajes de ese continente de leones y elefantes, en el hambre y la miseria, en la brutalidad de gobiernos dictatoriales, en guerras y otras atrocidades que nos colocan una cortina de humo sobre la verdadera África.

Ese continente de pueblos diversos tiene otra realidad que ver y emparentar con el contexto de Nuestra América, en la que consignamos los mismos intereses por mejores destinos para nuestras sociedades emergentes, que podemos enseñar al mundo "civilizado" lo que es civilidad y justicia, derechos humanos, lo que significa vivir con dignidad sin someter al otro a un peor destino, reivindicando una mirada distinta —como lo señaló Chucho cuando refirió a Julius Nyerere, que fue el creador ideológico del conocimiento sur-sur— de la necesidad de la mezcla sur-sur. Sobre todo si nos preguntamos de dónde extrajo Europa sus riquezas actuales sino del trabajo esclavizado de los africanos y africanas sometidos al oprobio durante casi cuatro siglos.

África, aún hoy, representa un emporio de riquezas humanas y materiales que están en la mira del imperialismo norteamericano y de las potencias europeas, cuando países como Sudáfrica, Egipto, Marruecos, Nigeria y Kenia constituyen un enclave de riquezas de recursos, cuyas estadísticas son proporcionales a las tablas de pobreza extrema masiva. El despojo y desaparición por pulverización de Estados naciones como Libia han sido el blanco de estrategias globales imperialistas para someter a estos pueblos y controlar los recursos mineros y petroleros de estas naciones prácticamente exterminadas de forma brutal. Es la continuación de la historia del siglo XVI hasta hoy.

Reconstruir la huella de la resistencia, interpretar y reconocer la historia de las luchas anticolonialistas, como las del pueblo angoleño, que le tocó entregar ríos de sangre humana para su liberación, la martirización de Patrice Lumumba y el pueblo del Congo, el sacrificio de los norsaharianos cuando derrotaron al Ejército español a finales de los años sesenta, hoy tiene más de mil millones de habitantes con una población promedio joven que representa una fortaleza ante las amenazas que se ciernen sobre estos pueblos cuando deciden buscar rumbos de autodeterminación.

Venezuela ha abierto sus puertas diplomáticas a la multipolaridad y apuesta a un mundo multicéntrico. En esa dimensión, África y muchos de sus pueblos son aliados que pueden contribuir a un equilibrio internacional ante los permanentes acosos y amenazas de las grandes potencias.

La dimensión histórica de aquellos primeros viajeros africanos forzados a venir a tierras de América, donde regaron sus semillas a lo largo del continente, dejó una herencia cultural que mimetizó las imposiciones del colonialismo más brutal y las convirtió en nuevas rutas civilizatorias que se bifurcan en solidaridades y conjunciones culturales maravillosas que debemos celebrar con alegría, al ritmo apasionado de los tambores barloventeños venezolanos, las danzas costeñas caribeñas, los cantos del sur del Lago de Maracaibo, las cumbias negras colombianas, los sones cubanos, el rhythm and blues del sur estadounidense; en fin, esa variopinta herencia africana que vibra en el Caribe y América toda.

 

Aldemaro Barrios Romero

venezuelared@gmail.com

 

 

 

 


Noticias Relacionadas