Punto de quiebre | Crónica del niño de doce años

El niño buscaba ser famoso, aun a costa del dolor de sus seres queridos

30/05/2023.- Todos pensaron que un menor de doce años estaba desaparecido, que le había ocurrido algo o estaba secuestrado, pero resulta que nunca salió de su casa. Estaba escondido.

Justin se la pasaba largas horas pegado a su teléfono celular y a nadie parecía importarle, salvo cuando necesitaban que el niño, de doce años de edad, les hiciera algún mandado o que arreglara algo en la casa.

Dicen que a su papá no le gustaba mucho la idea de que el pequeño se la pasara todo el día (cuando lo tenía libre) pegado al celular, "hasta para ir al baño", por decir algo. Pero su mamá siempre salía en su defensa, aduciendo que era preferible tenerlo allí, embobado con el dispositivo, a que anduviera en la calle, donde hay muchos más peligros.

Lo cierto es que Justin, tan pronto llegaba de la escuela, soltaba el morral donde cayera y se encerraba en su cuarto el resto del tiempo, sin siquiera sacar el cuaderno para hacer alguna tarea. Casi lo obligaban a sentarse en la mesa con la familia a la hora de comer y, por supuesto, lo hacía con el celular en una mano. Lo mismo pasaba a la hora de dormir. Cada vez que la mamá entraba en la habitación, a la hora que fuese, incluso de madrugada, lo veía allí con la cabeza metida dentro del aparato.

Justin, que era un muchacho alegre, amoroso y muy familiar, se convirtió de pronto en un ser extraño en su propia casa, la que parecía no importarle en lo absoluto. Vivía como en la luna, ausente de todo y de todos. No le hablaba a nadie y andaba de muy mal humor cuando no estaba con el teléfono.

Pero un día, un martes, para ser más precisos, la conmoción se apoderó de todos los integrantes de la familia, porque Justin nunca regresó del colegio. Lo buscaron por todas partes y llamaron a varios de sus amiguitos. Pero nada. En la escuela les dijeron que el niño no había ido a clases, y todos aseguraban no saber nada de él.

La casa signada con el número 27 de la calle Carreño, cruce con la Urdaneta, de la población de Turmero, estado Aragua, se llenó de gente.

Se hablaba de que había sido secuestrado. "A lo mejor quieren dólares", "Les pasaron mal el dato, porque esta gente está mamando", "Debe ser por alguna venganza", "A lo mejor es una banda de esas que trafica con órganos", "A lo mejor quieren llevarlo para Perú a prostituirlo o ponerlo a mendigar. Hay varias bandas dedicadas a eso". La gente no paraba de hacer especulaciones, pero, por supuesto, se cuidaban de hacerlo sin que llegara a oídos de los familiares del chico.

Fue tanta la inquietud en el pueblo y en las redes sociales, que la policía tuvo que intervenir y armar un equipo para buscar al jovencito, pese a que no tenía todavía las 72 horas que deben correr para poder declarar a alguien, de manera oficial, en calidad de desaparecido.

Y pasó todo el día sin que el joven Justin apareciera. Y la mamá, llora que llora, y el papá también y los hermanitos. Y varias viejecitas de la calle hicieron una cadena de oración y otras incluso fueron a hablar con el cura del pueblo y el cura vino a consolar y a darle fuerzas a la familia. También fue un pastor evangélico y apareció un vecino, que es dirigente opositor, y comenzó a decir que todo era culpa del Presidente, pues este tipo de cosas no pasaban antes en este país.

Y pasó todo el día, y el niño Justin continuaba sin dar señales de vida. Y las redes sociales estaban que estallaban. Entre todos convencieron a la mamá Raima de que se fuera a dormir un rato para que descansara y repusiera las fuerzas, pero la mamá Raima seguía llora que llora y cerraba los ojos, pero nada que se le quedaban pegados, porque las lágrimas no lo permitían. No pudo más y se paró en la madrugada. Fue a tomar agua y a agarrar un poco de aire fresco. Cuando estaba en la cocina escuchó un ruido y se asustó, pero se armó de valor y fue a ver lo que era. Casi muere del susto y de la alegría cuando vio a su hijo Justin, que estaba como tullido y casi no podía caminar, saliendo de debajo de las escaleras.

Luego de los abrazos, de los gritos de felicidad y del lloriqueo, bajó toda la familia a ver lo que pasaba y todos vieron al niño Justin. Resulta que este contó que nunca estuvo desaparecido ni le había pasado nada malo, sino que pasó todo el santo día escondido debajo de las escaleras. Se había tapado con un poco de sábanas y manteles que allí había, porque la idea era resultar victorioso en una competencia-reto de TikTok de permanecer 48 horas desaparecido. La mamá ni el papá hallaban qué hacer. Llamaron a la policía para comunicarle lo sucedido, pero antes le echaron una soberana pela a Justin.

La tía Felipa, que tenía tiempo que no hablaba con nosotros, porque se encontraba enferma, nos refirió que este tipo de acciones son conocidas en las redes sociales como challenges, que no son otra cosa que desafíos, en algunos casos insólitos, y que, incluso, han costado la muerte del participante. En este caso, una de las condiciones del reto era que no se debía avisar o contactar a conocidos o familiares lejanos o cercanos; es decir, absolutamente nadie debe saber la verdad, hasta tanto no se termine el reto. Lo más triste, y hasta más peligroso, es que el dolor, la angustia, la ansiedad y demás sentimientos de desesperación de los seres queridos del participante pasan a un segundo plano.

En este caso —explicó Felipa— se trataba del challenge en TikTok denominado "El reto de desaparecer 48 horas", el cual se viene realizando en varios países del mundo desde 2022 y donde solo se busca que los que participen tengan un importante alcance mediático en las redes sociales y hasta en noticieros, o sea, que algunos jóvenes, en ocasiones, solo realizan estas acciones para ser parte de algún grupo social en específico, o hasta virtual. Todo para llamar la atención o para creer que eso les dará fama.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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