Punto y seguimos | La censura de libros en el siglo XXI

La censura y alteración de obras literarias: un atentado a la libertad de pensamiento

06/06/2023.- Que el arte —y muy particularmente la literatura— ha sido objeto de censura desde siempre no es un secreto. Los libros (y antes los códices, tablillas, papiros, etc.), en cuanto objetos depositarios de saber, han sido considerados por el poder como peligrosos en todas las épocas. La historia registra no pocos relatos de censura de obras en el planeta, y no pocas quemas de bibliotecas y documentos. La destrucción del acervo cultural de las sociedades es una acción fundamental en la eliminación del enemigo, entendiendo como tal a sociedades conquistadas, contendientes de guerra y a cualquiera con potencial de amenaza al statu quo.

Volviendo específicamente al caso de la literatura, hoy observamos la emergencia y preponderancia de formas de ejercer censura y control menos "espectaculares" que las quemas de miles de ejemplares; y vemos con no poca preocupación la especie de batalla ideológica entre bandos extremos que se desarrolla en el sector educativo (y también en el editorial) de países potencias, sobre todo en los Estados Unidos. Los ultraconservadores de la tradición wasp (acrónimo del inglés de white, anglo-saxon and protestant; en español, "blanco, anglosajón y protestante") y los llamados woke (que significa, literalmente, "despierto", pero se refiere a aquellos extremistas posmodernos promotores de la cultura de la cancelación) protagonizan esta "lucha" en la que el arte es la víctima principal.

Ejemplos sobran: en EE. UU., la American Library Association (ALA) reportó que al menos 2500 títulos fueron señalados en 2022 con solicitudes de censura (un récord en la historia de la organización), en su mayoría por asociaciones de padres (30 %), grupos patronales (28 %) y partidos políticos (17 %), quienes se oponen a que existan en librerías públicas y en escuelas libros con contenido sexual, personajes de la comunidad LGBTQ+, escenas de crimen, etcétera, lo cual afecta directamente a cientos de obras de la literatura clásica y contemporánea; mientras que, por otro lado, también se registraron solicitudes de censura a obras consideradas por otros grupos como ofensivas a comunidades y minorías, por su contenido racista, xenófobo o de violencia de género.

En el área editorial, vimos casos como el de la casa Harper Collins, que anunció que, tras la revisión de una comisión de "lectores sensibles" en 2020, decidió reescribir y editar pasajes enteros de varios libros de la escritora inglesa Ágata Christie, famosa en el género policial, para eliminar referencias étnicas catalogadas de "insultantes". Así, personajes emblemáticos como Hércules Poirot o Miss Marple ven cortados sus diálogos, y títulos como Muerte en el Nilo (1937) sufrieron la eliminación de descripción de personajes calificados como "negros", "judíos", "orientales" o de "blanca dentadura".

De los sectores conservadores no es extraño este tipo de comportamientos, pues el fomento de actividades llamadas a restringir el pensamiento crítico en nombre de preceptos morales y/o religiosos es casi una norma. Sin embargo, sí que es relevante el aumento de acciones contra la literatura registrado en los últimos dos años (esto en EE. UU., pero con réplicas en varios países), a los que se le suma la acción desproporcionada y fanática de ciertos defensores de derechos de las minorías (que desfiguran la verdadera esencia de luchas imprescindibles como la antixenofobia, el antiimperialismo o el feminismo).

Al final del día asistimos a un espectáculo tenebroso en el que se pide reescribir, suprimir y/o eliminar nada más y nada menos que los relatos de la humanidad, contados cada uno en su propio tiempo histórico y que representan no solo retratos de las sociedades del pasado, sino que además nos dan la pista y nos advierten de los errores que podemos cometer en el futuro. No se puede censurar la imaginación, y ciertamente no se puede prohibir al ser humano que cree, cuente y deje testimonio tanto de lo bello como de lo terrible, pues es, al fin y al cabo, parte de nuestra esencia y ser fundamental. Los woke y los wasp, que vayan a leer.

 

Mariel Carrillo García


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