Así nació (y así perdura) el Teatro Nacional

De inspiración francesa, la sala principal tiene quince metros de diámetro con tres niveles y 797 asientos.

 

06/06/23.- Varias características distinguen al Teatro Nacional de otras edificaciones de Caracas. Una de sus peculiaridades es que logró sobrevivir a la voracidad de lo que en algún momento se llamó “la picota del progreso”, ese loco afán de demoler lo que es visto como demasiado viejo para que podamos vernos como una ciudad moderna.

No es que el teatro sea una edificación colonial ni mucho menos. Fue construido a comienzos del siglo XX, pero pudo haber corrido con la misma suerte del Hotel Majestic, un ícono de la arquitectura de la década de los 30, que apenas estuvo 19 años en servicio y fue borrado del mapa para dar paso a la Torre Sur del Centro Simón Bolívar.

Por fortuna, al estar ubicado un poco más abajo, en la esquina de Cipreses, no fue alcanzado por la onda expansiva del proyecto de Marcos Pérez Jiménez de hacer de Caracas una urbe vanguardista a punta de cemento, aunque estuvo cerca, pues a su lado se encuentra la entrada del túnel que pasa bajo la plaza Diego Ibarra.

Otra peculiaridad del Teatro Nacional es lo rápido que fue construido. En una ciudad en la que las obras duran décadas o quedan inconclusas (como la GAN y su extraña esquina noroeste… pero ese es otro tema), esta fue resuelta en cuestión de un año. El presidente Cipriano Castro la ordenó en 1904 y ya en junio de 1905 (el 11 de ese mes, específicamente) fue inaugurado. Un auténtico prodigio.

El arquitecto a cargo fue Alejandro Chataing, uno de los grandes nombres de la especialidad en la historia venezolana. Dos importantes artistas colaboraron con él: el escultor Ángel Cabré y el pintor Antonio Herrera Toro.

Cabré, un catalán que había venido a Venezuela en 1896, contratado por el gobierno de Joaquín Crespo, se encargó de uno de los detalles más notables del edificio: los mascarones de la Tragedia y la Comedia, vaciados en concreto y colocados en lo más alto de la fachada, sobre estructuras soportadas, cada una, por pares de columnas.

Herrera Toro, por su parte, se ocupó de darle valor adicional al techo interior, al plasmar representaciones pictóricas de la danza, la música, la comedia, la tragedia, la elocuencia, la historia y la poesía.

Algunos historiadores interpretan la decisión de Castro de erigir este teatro como otra demostración de su visión soberana, pues el terreno formaba parte de la entonces llamada plaza Washington, que así quedó bastante reducida al pequeño espacio que hay entre el teatro y la iglesia de Santa Teresa. Esa plaza ha tenido varios nombres luego de que la estatua de Washington fuera trasladada a su nuevo enclave, en El Paraíso: se llamó Henry Clay y Padre Sojo, y a partir de 2011, lleva el nombre de Alí Primera.

Otra leyenda que existe en relación a la influencia de Castro en la obra indica que el mandatario exigió que tuviera una estructura reforzada, en previsión de movimientos telúricos. Es fama que Castro había experimentado un gran espanto con el poderosísimo terremoto de San Narciso, el 29 de octubre de 1900, al punto de haberse arrojado desde un balcón de la Casa Amarilla, entonces sede de la Presidencia (actual Cancillería).

Más allá de esa anécdota, había razones para solicitar previsiones, pues ese sismo (con intensidad estimada en 8 grados), causó 21 muertos, más de 50 heridos y graves destrozos en la Catedral, la iglesia de San Francisco, Santa Capilla y en edificios públicos y particulares de San José, La Pastora, Santa Teresa y Santa Rosalía.

Tal vez como alegoría a lo rápido que fue construido, el Teatro Nacional se inauguró con la presentación de una zarzuela de mediados del siglo XIX, titulada El relámpago, con libreto de Francisco Camprodón y música de Francisco Asenjo Barbieri.

Desde la jornada inicial, el Teatro Nacional se convirtió en el lugar favorito para la presentación de zarzuelas, mientras que el Teatro Municipal, que venía cumpliendo esa función, se dedicó a las óperas y operetas. En años anteriores, el escenario típico de las zarzuelas era el demolido Teatro Caracas.

Las reseñas de acento arquitectónico indican que se trata de un teatro de inspiración francesa, en forma de herradura con armazón de hierro. Su sala principal tiene quince metros de diámetro con tres niveles en los que se distribuyen 797 asientos.

Añaden las notas expertas que el edificio está articulado en tres cuerpos y dos niveles. El primero contiene el vestíbulo y las escaleras a los palcos; el patio, el balcón, la galería, el foso de la orquesta, el escenario y los camerinos. El segundo nivel contiene los corredores y una escalera doble, que conduce a la galería.

Durante algún tiempo tuvo un techo en la puerta de entrada, elaborado en rejería de hierro y cristales, estilo art nouveau, que le fue suprimido en la más reciente restauración. Los caraqueños de cierta edad recuerdan que su fachada era color crema, pero, luego de las investigaciones de rigor, se decidió darle un tono más cercano al terracota.

El Teatro Nacional ha vivido momentos de esplendor con la presentación de grandes figuras nacionales, entre las que destacaron Alfredo Sadel y Morella Muñoz; e internacionales, como Alfredo Kraus, Francisco Kraus, Monserrat Caballé y Plácido Domingo.

El deterioro ha afectado varias veces al Teatro Nacional y por eso ha sido necesario someterlo a labores de restauración en 1949, 1967, 1992, 2011 -a cargo de la Fundación para la Protección y Rescate del Patrimonio Cultural de Caracas (Fundapatrimonio), que le otorgó su condición actual, una auténtica joya de la arquitectura teatral en el país-, y la más reciente, 2023, en el marco del Plan Caracas Patriota, Bella y Segura.  

Fue reinaugurado el 14 de julio de 2011 con la presentación de Joaquina Sánchez, obra del excelso dramaturgo César Rengifo.

La huella del autor

El Teatro Nacional es apenas una de las muchas obras de Alejandro Chataing, un arquitecto prolífico que dejó su huella en varias notables edificaciones y espacios de Caracas y otros lugares del país.

Entre estas obras se cuentan la fachada del mercado de San Jacinto; reformas al Panteón Nacional; cambios en la fachada del Palacio Municipal de Caracas; remodelación de la residencia presidencial Villa Zoila; la plaza de toros del Nuevo Circo; el Arco del Campo Carabobo; el ahora llamado Cuartel de la Montaña (originalmente sede de la Academia Militar de Venezuela) y las reformas a la iglesia Corazón de Jesús y otros templos de la capital.

Previamente había colaborado en el diseño del Arco de Triunfo del Parque El Calvario.

En materia de arquitectura para espectáculos, también participó en la creación de los teatros (y cines) Ayacucho, Capitol y Princesa (luego llamado Rialto y actualmente Teatro Bolívar), en el casco histórico de la urbe.

Es autor de la sede del Archivo General de la Nación, en la avenida Urdaneta, que se tiene registrado como el primer edificio de concreto armado de Venezuela.

No toda su obra ha sobrevivido a la ya mencionada “picota del progreso”. Por ejemplo, la señorial sede del Banco de Venezuela, ubicada entre las esquinas de Sociedad y Traposos, limítrofe con la Casa Natal del Libertador, solo existió entre 1924 y 1983, pues fue demolida para construir una de esas torres de cristal negro que germinaron en Caracas en esos tiempos.

CLODOVALDO HERNÁNDEZ


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