Letra fría | Los ochenta

09/06/2023.- Por fin llegamos a los ochenta, que fueron buenísimos también. Me gradué en Letras y por esas cosas de la vida me fui metiendo en el periodismo. El cuento es que obtuve un crédito en la tienda Sears para comprar una nevera, pero cada vez que iba a pagar me compraba discos de salsa y boleros, hasta que un día me llevé un álbum doble de Rubén Blades, a quien venía siguiendo con admiración por esa nueva narrativa para cantar el Caribe. Fue así como este disco-drama con formato de ópera latina o quizás de radionovela narrada por César Miguel Rondón y el propio Rubén me atrapó una madrugada de la naciente década. Llegué a las dos de La Bajada y comencé a escuchar aquella vaina, hasta el amanecer. A golpe de nueve terminé mi artículo "Maestra vida" y antes de las diez ya se lo estaba entregando al pana Ramón Hernández, quien a su vez se lo hizo llegar a Pablo Antillano, coordinador del cuerpo C de El Nacional. A los tres días me publicaron la vaina. Yo venía escribiendo en la página editorial un choricito debajo del Pizarrón de Uslar Pietri (tanta mierda que le eché a ese señor y ahora dándome bomba a sus costillas, je, je). Echonerías aparte, pasó el tiempo y de pronto estaba con Dilcia en el Hilton esperando que las fans me dieran chance de hablar con Rubén, quien daría un concierto al día siguiente. Él me hacía señas para que esperara. Cuando pude, le hablé de mi artículo, y para mi sorpresa me dijo: "¿Tú eres Humberto Márquez? Mi amigo César Miguel Rondón me lo envió a Nueva York...". "Bueno, qué bien, porque ahora te quiero entrevistar", y subimos a su habitación, donde hablamos largo rato.

A todas estas, yo hice la entrevista con un grabador que me prestaron Daniela Ulián y Orlando Luna. No tenía ni idea de las dimensiones de una entrevista, tanto así que llegué con diecinueve cuartillas a El Nacional. El difunto Rómulo Rodríguez, un amigo jodedor, me dijo: “No joda, Humberto, vete para Monte Ávila”, que era y es la editorial del Estado, je, je, y solo alcancé a preguntarle: "Ajá, ¿cuántas cuartillas entonces?". "¡Máximo 12!". Así que me fui a recortarla, pero medio cabreado por la jodienda del pana, se la llevé a Tomás Eloy Martínez, en El Diario de Caracas... Miento, ya en el ochenta el director era Rodolfo Schmidt —recientemente fallecido—, pero quien coordinaba Cultura era Daniel Divinsky, célebre por haber inventado a Quino, en Ediciones La Flor, un argentino brillante que vino con la camada de Tomás Eloy. Él me recibió el material y, cuando vine a ver, el domingo salió en páginas centrales. Ahí se soltaron los caballos y continué acaparando centrales con entrevistas a Willie Colón, Celia Cruz, Eddie Palmieri y cuanto músico salsero pasara por Venezuela.

 

Continuará...

 

Humberto Márquez


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