Retina | Trabajo infantil

12/06/2023.- Mi abuela Isabel contaba que en su niñez recogía café en la finca de su padre, Rodrigo, y que con lo que él le pagaba se compraba una tela para que le confeccionaran un vestido. Lo hacía desde los cuatro años y era la forma de asegurar su nueva ropa para celebrar Navidades y Año Nuevo.

También mi papá cuenta algo similar. A él le tocaba vender las conservas de coco o merey con papelón que elaboraban sus tías. Igualmente, desde los cuatro años, iba del campo a la ciudad montado en un burro para vender los dulces.

Tuve mejor suerte, pero no era así para todos mis amigos de la infancia. La mayoría de mis compañeros de clases eran niños trabajadores. Vendedores de café en la madrugada, pregoneros de diarios, lavacarros, ayudantes de albañiles y pintores. Se ganaban unas monedas para ir al cine los domingos y para comprar historietas de Santo, el Enmascarado de Plata, Chanoc o El Monje Loco.

Mis compañeras de clases no estaban exentas de las labores. Eran la clave del buen funcionamiento de sus hogares, las ayudantes de sus madres en los quehaceres domésticos y en la atención de las hermanas y hermanos menores. Ya sabemos que se trata de un trabajo que no es ni reconocido ni remunerado.

Tuve mejor suerte, digo, porque a mí me tocó ayudar en el trabajo de mi padre a los diez años. El hermano que me sigue en edad, lo hizo desde los nueve. No nos tocó la calle con sus desafíos, pero nos correspondió asumir responsabilidades desde muy temprano.

El mundo ha cambiado desde entonces. Si algo ha habido es crecimiento económico global, pero, como ya sabemos, ese crecimiento no ha sido igualitario ni orientado a la protección social. Millones de familias y comunidades se ven forzadas a utilizar todos los recursos disponibles para poder sobrevivir.

La ONU registra que en la actualidad están en condición de trabajo 160 millones de niños y niñas. Uno de cada diez niños en todo el mundo. Juntas, África, Asia y el Pacífico alcanzan la cifra de casi nueve de cada diez niños en situación laboral. La población restante se divide entre América (once millones), Europa y Asia Central (seis millones) y los Estados árabes (un millón).

Hoy es el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, un momento propicio para recordar que es esta una situación de injusticia que toca corregir y que nos debe convocar sin distinción.

Hoy recuerdo la canción del nicaragüense Carlos Mejía Godoy, Quincho Barrilete: "Mientras su mama se penquea en la rebusca / Quincho se faja como todo un tayacán, / mañana y tarde vende bolis en los buses / para que puedan sus hermanos estudiar".

Y también la convocatoria a un arte comprometido con la justicia social en la canción Si se calla el cantor, escrita por el argentino Horacio Guarany y popularizada por Mercedes Sosa: "Si se calla el cantor, se quedan solos / los humildes gorriones de los diarios".

No nos callemos nosotros. Los niños no deben sufrir la necesidad de trabajar.

 

Freddy Fernández

@filoyborde


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