Micromentarios | En defensa de la ortografía
Publicado en prensa
13/06/2023.- Para algunas personas, la ortografía carece de sentido.
Sostienen, sin fundamento alguno, que el buen lector comprende lo que se le dice, incluso si se abrevian palabras y expresiones, y si los vocablos en uso son escritos con letras que no son las suyas.
Escribir ke en vez de que o la conjugación ha, del verbo haber, sin la hache, no son actos de rebeldía, sino de estupidez. A medida que perdamos el control de nuestra lengua por la cantidad de distorsiones, estaremos a merced de quien nos quiera imponer su idioma.
Para aquellas y aquellos a los que no les importa lo anterior, los verbos botar y votar son la misma cosa; también los términos cálculo y calculo, revólver y revolver.
Ni hablar de las voces que usan la letra ñ; soñar no es lo mismo que sonar; cono y coño, mono y moño, cana y caña tampoco son similares.
Hay quienes desprecian los signos de puntuación y los acentos y, en general, promueven la idea de la escritura a través de las redes sociales del modo que a cada quien le dé la gana. Muchos de los que así piensan aman la supuesta simplicidad del inglés y pretenden que el español sea un idioma devaluado, como lo presenta la publicidad, esto es, reducido a 750 vocablos.
El español, aunque en un tiempo fue una lengua impuesta por los conquistadores, es hoy el código que hablamos mayoritariamente en el continente americano, incluido Estados Unidos.
Queramos o no, el español es el código que utilizamos para comunicarnos y, como todo código, requiere de reglas para ser funcional. Estas reglas son las que permiten la comunicación entre las personas o, al menos, que la misma tenga probabilidades de éxito.
Que nuestra lengua es machista, es cierto y que originalmente nos fue impuesta, también, pero eso ocurre con todos los idiomas en el planeta, heredados de quienes nos conquistaron en siglos pasados.
Cada idioma contiene y se nutre de la idiosincrasia de quienes lo hablan. Expresa la belleza y la fealdad, simultáneamente, de la sociedad que lo mantiene vivo.
El que manejamos, que ya no es impuesto sino adoptado, debido a los miles de modificaciones que se le han hecho, conforma con el italiano y el francés —sus hermanos— el trío de lenguas más bellas del planeta.
Pero centrémonos en lo que mencionamos al comienzo: la buena ortografía. Aparte de los ya expuestos, he aquí otro ejemplo.
Si mencionamos a Ciudad Gótica, ¿qué nos viene a la mente? El centro urbano violento, sucio y oscuro donde vive y actúa Batman.
Quitemos el acento a la O de Gótica y ¿en qué se convierte dicho centro urbano? En su opuesto, Ciudad Gotica, un espacio en el que imaginamos un arroyo cristalino que corre, gota a gota, por una urbe habitada por niñas trajeadas de rosado, que bailan rondas tomadas de las manos y hablan a griticos, con abundancia de diminutivos.
Esto muestra la diferencia que puede hacer un simple acento, solo un acento, en un texto o un discurso.
Armando José Sequera