Mundo alerta | La NRA desvía la campaña contra las armas de fuego

18/06/2023.- Gracias a su "poder de fuego económico", el poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) logró imponer en la agenda de los medios internacionales la reglamentación de las armas y no su prohibición, como plantean las encuestas públicas y privadas.

La institución del rifle cuenta con fuertes respaldos, como la vista gorda de muchos gobernadores (todos tienen facultades para facilitar la compra de armas) y el apoyo incondicional de otros, entre ellos el mandatario de Florida, el republicano Ron DeSantis, quien aprobó una ley que permite portar armas sin autorización estatal.

Gracias a ello, en las dos últimas décadas el desmesurado incremento de homicidios de niños en Estados Unidos dejó de ser una trágica sorpresa para convertirse en parte de la vida cotidiana de los norteamericanos. Y eso, más que grave, es peligroso, porque podría estar "legitimando" el crimen por vía de la aceptación pasiva en otros países como México, donde históricamente las víctimas fatales son, en su mayoría, adultos atacados por la delincuencia común y el narcotráfico.

Por coincidencia —o tal vez como consecuencia—, en la patria de Juárez la dinámica criminal comenzó a cambiar: en los primeros tres meses de 2023 se produjeron 200 asesinatos de menores entre 0 y 17 años, según reportó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), órgano oficial del Gobierno. Pero esa cifra todavía está muy lejos del récord de muertes violentas de Estados Unidos, donde solo en los primeros cinco meses de 2023 un total de 1695 niños y adolescentes murieron baleados por otros de las mismas edades, según la ONG independiente Archivo de la Violencia Armada (GVA, por las siglas en inglés de Gun Violence Archive). Adicionalmente, la falsa normalidad encierra un hecho igual de grave y dramático: los menores homicidas son armados directa o indirectamente por el Estado y, no pocos, adiestrados por sus padres, también propietarios de armas. Las primeras planas de las agencias noticiosas destacan solo esporádicos y leves descensos en las tasas de mortalidad, que no alteran en esencia la espiral de violencia iniciada desde la década de los setenta del siglo pasado, cuando la NRA se afilió al Partido Republicano e incorporó a la política de seguridad del Estado la compraventa de armas, un negocio que produce más de veinte millones de dólares y decenas de muertes cada año.

En medio de todo, es justo reconocer que esa asociación del rifle supera en sinceridad y audacia al Gobierno. Un comunicado difundido por el Instituto de Acción Legislativa de la NRA afirma que la organización "no se opone a prohibir que las personas peligrosas posean armas de fuego", pero advierte que, para calificar de peligrosa a una persona, el Gobierno tiene que demostrarlo mediante “condena judicial”, lo cual anticipa —casi reivindica— la inocencia de los menores homicidas antes de cumplir 18 años.

Mientras tanto, los protagonistas visibles del debate siguen atrapados en propuestas casi banales: el presidente Biden, el hombre más poderoso de los Estados Unidos —y supuestamente del mundo— proclama que un tercero (el Congreso o los partidos) debe enfrentar el lobby de las armas; y el expresidente Trump sostiene que la violencia armada terminará cuando cada hombre bueno dispare contra cada hombre malo —como si los ciudadanos honestos se produjeran en serie y el Estado tuviera capacidad para armar a más de 339 millones de norteamericanos.

Las armas no son culpables

La ciencia del comportamiento muestra que los niños y adolescentes se equivocan tanto como los adultos y tienen la tendencia a ser violentos cuando se consideran agredidos, pero también evidencia que pueden superar las diferencias personalmente o por vía judicial, como hace 250 años, cuando las armas eran destinadas a la cacería con fines alimentarios o deportivos.

Los expertos aconsejan reforzar las dinámicas comunicacionales de la relación Estado-escuela-familia-sociedad, diferenciar racionalmente las patologías psiquiátricas y las respuestas automáticas de los niños con tendencias agresivas simples e igualmente reforzar la misión preventiva del personal de seguridad en los centros educativos. Es inevitable concluir que la raíz de la violencia armada no está en las armas, sino en quienes las administran. La crisis pide respuestas institucionales: ¿es Estados Unidos un Estado violento por necesidad o por vocación?

En 1967, transcurridos dos siglos y medio de haber desempolvado la Segunda Enmienda constitucional, Martin Luther King ensayó una respuesta en su documento Declaración de independencia de la guerra de Vietnam, que le valió el Premio Nobel de la Paz a Henry Kissinger por un cese al fuego que nunca existió:

Al caminar entre jóvenes desesperados, rechazados y enojados en los guetos del norte, les dije que los cocteles molotov y los rifles no habrían de solucionar sus problemas (…) Pero ellos me preguntaron: ¿y Vietnam? Me preguntaron cómo era que nuestra propia nación usaba la violencia en formas tan agobiadoras, con el fin manifiesto de intentar resolver sus problemas y causar los cambios que ella quería. Sus preguntas dieron en el blanco y supe que nunca más podría levantar mi voz contra los oprimidos que utilizan la violencia en los guetos sin primero hablar con toda claridad al más grande torrente de violencia del mundo de hoy: mi propio Gobierno.

 

Raúl Pineda


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