Psicosoma | Caminantes

27/06/2023.- Muchas veces caminamos sin rumbo fijo y solo despertamos cuando los dedos de los pies nos avisan que debemos salir al mundo cotidiano o transitar con nuevas esperanzas. Los sueños vívidos están presentes a nuestro alrededor, pero somos incapaces de percibirlos.

Al detenernos, al parar en medio de la Madre Pacha con las hermanas ñustas, los apus con el cuerpo ardido nos secuestran a un tiempo diferente que obliga a prestar atención. En esos pasos se abren mundos o recuerdos y sonidos de piedras cantarinas; esperanzas que liberan el cuerpo; un andar desconectado de razones, de exigencias cotidianas, de noticias del arrase del fuerte sobre el débil, de las desertificaciones del planeta…

Aumentan las migraciones y los océanos tragan humanos a la vista del poder déspota que los deja morir de aporofobia por no ser productivos. Importa más la muerte de cinco ricachones turistas en las frías aguas del Atlántico Norte. En estos mundos paralelos, simultáneos, el sumergible Titán puso en marcha un megarrescate apoyado por varios países...

Seguimos entrampados en hechos, noticias desgastantes. ¿Cómo salir del atolladero?

Detenerse no es lo mismo que bajar del tren o parar la tierra. Es, simplemente, "el derecho a no hacer nada", incluso pisar las formas y declararse la criatura más imperfecta del planeta o, si se es atrevida, hacer lo que te da "la perra gana". Sería revolucionario, pero tampoco es nada nuevo, porque los artistas, desde tiempo de las cavernas, como los filósofos, se dedicaron a no hacer nada, como quizás lo hicieron algunos poetas de la contemplación, los que buscan las cinco patas del gato.

Por qué seguir haciendo más de lo mismo si hasta los cuerpos hablan con sus atracciones y nos arrastran a mares insondables y el "cuerpo cobarde" se regodea en ser más productivo, pero ¿para quién? ¿Para su tía o perenceja? ¿Cuándo se vive y ama?

Generamos conexiones con zonas desconocidas, sentimos la poesía, la comunión con las estrellas, los cuerpos vibrátiles y espirituales de la gente, el amigo o el niño, los ríos, las piedras, los mundos invisibles… Son fracciones mínimas de sensaciones embriagantes sin palpar; son apenas susurros, respirar hondo, sentir vestigios sinuosos o un aliento en la madrugada que me despierta y se aleja a las 3:33 a. m. por el pasillo.

Cualquier elemento emite sonidos, vibraciones y, por más imperceptibles que sean a los sentidos, se adentran en la escucha. Así vamos pisando apenas una entrada imperceptible, pero que nos conforma. No hay desperdicio de los elementos ofrecidos por la naturaleza, mientras repetimos la producción esclavizante, la lógica funcional.

Las esferas comunicantes indistinguibles al ojo común se desguazan en los seres primarios. Creen tener el mundo agarrado por el mango y la perfección es su carta final. Disponen del logo pensante con una prédica falsa para atacar al diferente, con una ferocidad de exclusión.

Cuando reveo los trazos, las figuras al aire, en un salto al cielo intento despersonalizar el yo egocéntrico y vago en los bosques de cielos verdes o me hundo en la mar materna, para ser de nuevo alumbrada con más seres que nacen en las burbujas y así nos vamos amando y somos cada ola y molécula de agua.

En el mundo lúdico teatral disfrutamos ese sueño infinito. Ya no me agota nada y caminamos comiendo tierra, "más mierda", encadenadas nuestras manos al salir a escena. En esa luz somos otros y otras habitantes que juegan y los vemos sin miedo. Lloramos al goce del amor.

Qué más se puede hablar si nacemos para amar y nos matamos al carecer de luces y capacidad para escuchar las vibraciones amorosas de ese sonido audible y hermoso que es la voz humana.

 

Rosa Anca


Noticias Relacionadas