Vitrina de nimiedades | ¿Y si volvemos al periodismo?

01/07/2023.- Esta nota no es caliche, ni es un despacho atrasado. Hace menos de una semana, celebramos el Día del Periodista. Podría haber resultado otro día más de felicitaciones entre colegas, alguna fiesta (ya eso no se ve mucho. Por lo menos los mortales básicos no somos invocados para estas cosas) o algún mensaje en redes del tipo: "Feliz día, colegas. Sigamos en la lucha por la verdad". Pero una discusión pública sobre nuestro quehacer puso ácido a una herida abierta: la insondable idea del fin del periodismo.

Un tuit por aquí, un video por allá. Una conversación entre colegas. Alguna reflexión suelta por ahí: así se fue avivando esa sensación. Nadie está preparado para volverse obsoleto. No queremos ser pasado en el presente. Pero en un mundo donde drásticamente los códigos cambian, gracias a la propia industria mediática, los periodistas no podíamos salir ilesos. ¿Cómo fue posible? ¿De dónde vino la estocada? ¿Somos dinosaurios aferrados a la tecnología para no terminar en un museo? ¿Nos dejamos engañar? ¿O será que el periodismo jamás fue lo que creímos?

En este momento, muchos giran la cabeza para mirar la inteligencia artificial con inquina. Señalada con amplitud como la sustituta de varias profesiones, entre ellas el periodismo, en realidad semejante herramienta —a la que debemos estudiar con mucho cuidado— no vino exactamente a quitarnos el puesto. Muchas cosas pasaron primero: la irrupción de las redes sociales, el nacimiento del periodismo ciudadano y la discusión sobre el rol de informar, el descrédito de las instituciones y la "conveniente" idea de convertir los medios en un suprapoder, un sustituto demasiado visible, manejado por poderes fácticos.

Pero mucho antes estuvo el impacto de viejas prácticas que solo se han refinado: el sensacionalismo, el amarillismo, la manipulación informativa (sea en forma de "olla" o globo de ensayo), la magnificación y la minimización de los eventos de interés colectivo. Las fake news tienen unos tatarabuelos bastante efectivos, aunque no tuvieran el aparataje comunicacional de hoy.

Echar hacia atrás también pasa por ver las relaciones del periodismo con la política, la economía, la cultura y las distintas estructuras sociales. Sería una locura concebir este oficio como una isla amurallada, inmune, protegida de la influencia de esos campos. Nuestro oficio también es una respuesta a los tiempos que nos toca vivir, un poderoso reflejo de las disputas en esos ámbitos. Y eso no solo se aprecia en lo que cada medio cuenta, sino también en lo que no dice y en cómo funciona.

¿Por qué mirar en retrospectiva? ¿Será que el problema es el presente y la virtud es el pasado? ¿Esta profesión murió hace un buen rato y las redes sociales solo hicieron el favor de publicar el obituario? ¿El periodismo está en tela de juicio nada más en Venezuela? ¿Qué pasa en el resto del mundo? ¿Sabemos realmente si fallamos? ¿En qué?

Son solo preguntas. Ojalá la polémica de esta semana no sea un simple espasmo y se abra un debate más honesto y amplio sobre el periodismo (de ese que sirve para escucharnos y no para decir cosas que nos hagan parecer inteligentes). No todo es ir detrás de las mieles de lo viral. A veces, mucho más de lo que creemos, deberíamos preguntar: ¿y si volvemos al periodismo?

 

Rosa E. Pellegrino


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