Kafka predicó con el ejemplo: su vida fue kafkiana

De su obra se deriva el epónino "kafkiano" que abarca diversos significados como aterrador, absurdo o cómico. Foto: Referencial

 

“Soy taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo, todo mi ser se centra en la literatura, si la abandono, dejaré de vivir”

 

05/07/23.- “Después de leer La metamorfosis, El castillo y El proceso, quedas lleno de paradojas sobre si aquello que leíste es novela, poesía o filosofía o todo eso junto. Y cuando se lee a autores como García Márquez, Albert Camus, Sartre o Borges, se siente su hálito, como comprobando que gran parte de la mejor literatura escrita en el siglo XX  le tributa a Franz Kafka”, expresa Ricardo Romero, escritor, promotor de la lectura y autor de la columna Arte de leer, que se publica en Ciudad Ccs.

“No es tan fácil y sí muy comprometedor escribir sobre Kafka (…) Se nos antoja que el checo es un samán frondoso y algo tétrico como nos lo podría pintar un expresionista como Edvard Munch. De su tronco se derivan autores como Ionesco, Kundera, Grass, el mismísimo Canetti, Beckett e incluso (el brasileño) Moacyr Scliar. Sus atmósferas de desencaminado y cínico absurdo han fluido en el cine, la música, el teatro y, por supuesto, la literatura a la fecha actual”, expone José Carlos De Nóbrega, ensayista y narrador.

Añade que “como él, muy pocos se han convertido en corpus estigmatizado por una guerra interior de gran intensidad. La cosa va desde su visión entenebrecida de la paternidad y el patriarcado, vivida en carne y discurso sufrientes en Las Cartas al Padre y La metamorfosis; pasando por la detentación abyecta y el ejercicio depredador del poder en El proceso; hasta la peripecia amorosa entintada de culpabilidad lapidaria en las Cartas a Felice Bauer”.

Y otro escritor, ensayista, poeta y docente, Rafael Fauquié Bescós, sostiene que “crear y recrearse a sí mismo en una atmósfera gris o amarillenta, irrespirable siempre; inhóspito ambiente donde vulnerables sobrevivientes saben que toda esperanza les está negada”.

Los tres especialistas van alistando el camino para entender que Kafka tuvo -¡vaya sí es cierto!- una vida kafkiana, en el sentido en que su apellido se adoptó mundialmente como sinónimo de trágico y retorcido. Pero, ¿por qué no dejamos que el propio autor se defina?

“Soy taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo”, le dijo al padre de su novia, Felice, en 1913, tratando de justificarse por su negativa a casarse con ella. “He cegado a su hija con mi escritura. Sea como fuere, tenga usted en cuenta lo siguiente, que es lo esencial: todo mi ser se centra en la literatura, y hasta los treinta años he mantenido ese rumbo a rajatabla; si alguna vez lo abandono, dejaré de vivir. De ello deriva todo cuanto soy y cuanto soy y no soy. ¿Cómo ha de vivir su hija con un hombre así, que ha dejado toda distracción a fin de conservar las energías justas para dedicarse en exclusiva a la literatura?”.

Si alguien lo conoció verdaderamente, ese fue su amigo Max Brod, también escritor, periodista y, de manera póstuma, editor de Kafka. "Fue un hombre torturado por el deseo sexual”, afirmó Brod. Mientras tanto, Reiner Stach, autor de una biografía del prominente escritor añadió, en ese mismo sentido, que Kafka era mujeriego, pero siempre tenía temor de fracasar sexualmente. De allí que fuera cliente habitual de prostíbulos y expresó preferencia por la pornografía.

Sus intentos iniciales como narrador ocurrieron cuando aún estaba en la pubertad, a finales del siglo XIX. Sin embargo, no se conserva ninguno de aquellos textos. Al parecer, desde esa temprana edad, su espíritu autocrítico lo dominaba. Fue ese mismo ánimo el que lo llevó a hacerle prometer a Brod que quemaría todas sus obras inéditas, luego de que él falleciera.

Obviamente, el amigo no respetó su último deseo, tal como lo explica De Nóbrega: “Contraviniendo su voluntad y testamento, Brod nos dio a conocer a partir de 1926 (tan sólo dos años después de su muerte) el resto de su obra inédita, de la que destaca El Proceso, novela inconclusa leída a partir de entonces en todo el mundo”.

De Nóbrega es de quienes piensan que Kafka decidió dejar en manos de Brod esa decisión, a sabiendas de que no atendería a su petición de destruir las obras inéditas. Sea por lo que haya sido, fue una desobediencia venturosa para la humanidad.

Kafka había nacido el 3 de julio de 1883, en Praga, que entonces era parte del Imperio Austrohúngaro, luego pasaría a ser Checoslovaquia y en la actualidad, es la capital de la República Checa. Hacia los 29 años de edad, en 1912, entró en un torbellino creativo. Escribió la novela corta La condena, según su propio testimonio, en unas ocho horas, entre el 22 y el 23 de septiembre. Este relato es considerado el hito del nacimiento literario de Kafka. Ese mismo año también recopiló una serie de relatos que habían aparecido en periódicos, y que se publicaron bajo el título de Contemplación. En 1913 escribió Consideración.

En 1915 finalizó La metamorfosis, la que probablemente sea su obra más célebre, cuyo protagonista, Gregorio Samsa, despierta una mañana convertido en insecto.

En 1919, ya convaleciente de tuberculosis, terminó Un médico rural un volumen formado por catorce cuentos al que los críticos han caracterizado como verdaderas pesadillas reconstruidas.

Según los estudiosos de su obra, casi toda ella es producto de las tormentosas relaciones. Varias asumieron forma epistolar, tales como Cartas a Felice Bauer (para su prometida), Cartas a Ottla (para su hermana) y Cartas a Milena (para su amiga Milena Jesenská). Pero el mayor peso recae en Cartas al padre, que dedicó a su progenitor, Hermann Kafka, quien siempre lo trató abusivamente y nunca reconoció su valor. El propio escritor llegó a decir que de ese nexo conflictivo (que hoy podríamos calificar como kafkiano) nació no sólo este libro, sino toda su obra.

El impacto de una personalidad


La obra de Franz Kakfa ha sido ponderada en todo el mundo, incluso por otros grandes genios de la literatura, que se declararon sus admiradores, entre ellos el argentino Jorge Luis Borges, quien luego de traducir La metamorfosis, dijo que le hubiera gustado escribir esa novela. Un elogio de marca mayor.

Sin embargo, donde quizás se observe con mayor claridad el alcance universal del escritor checo es en la utilización generalizada del epónimo kafkiano, que abarca un conjunto de significados que van desde lo aterrador y horrible hasta lo absurdo y cómico.

La denominación kafkiano puede escucharse a diario en el relato de hechos banales como el tránsito vehicular, la acción del hampa, los giros rebuscados de la burocracia, algunas incomprensibles medidas gubernamentales y hasta ciertos lances deportivos. “Tuve una experiencia kafkiana en el metro cuando se quedó el tren en medio del túnel”, sería un buen ejemplo.

Kafkiano ha pasado a ocupar un lugar entre otros vocablos derivados también de autores o personajes literarios, como lo dantesco (infernal, como La divina comedia de Dante Alighieri); lo quijotesco (de Don Quijote de la Mancha, la obra cumbre de Cervantes); lo maquiavélico (derivado de los dictámenes considerados malignos de Nicolás Maquiavelo); lo orwelliano (de las distopías tecnológicas de George Orwell); y lo garciamarquiano (del realismo mágico del premio Nobel colombiano).

CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS


Noticias Relacionadas