Al Derecho y al Revés | ¡Bienvenido Gustavo Petro!
Gustavo Petro ordenó que en manifestación llevaran al acto la espada de Bolívar.
Sana envidia se desató entre quienes nos reunimos para escuchar el discurso de Gustavo Petro en la toma de posesión como presidente de Colombia.
Sana envidia al comparar la brillante pieza oratoria del colombiano con los discursos interminables –por lo largo– y mediocres –por estar llenos de mantras y muletillas– a que nos han acostumbrado los políticos de nuestro país.
Algunos recordaron, en mi casa, como si se tratara de una diabólica “jettatura” imposible de remediar, el contenido de aquella frase del Libertador cuando para la posteridad calificó a Bogotá –era un departamento de Colombia “la grande”– como universidad y a Venezuela como cuartel.
Prueba de que Petro –para quienes no quieren ningún cambio– es un peligro solo por intentar desde el poder otros caminos, como sacar la izquierda latinoamericana –y la derecha también– del atolladero ideológico, lleno de mescolanzas políticas con mantras económicos, causante del inmenso fracaso en que han terminado “los cambios” que comenzó el Libertador, son los ataques que de inmediato comenzaron desde la prensa diseñada para idiotas.
“Discurso utópico, bolivariano y estatista”, señaló un joven columnista venezolano, que no es capaz de ver “ojo bonito en cara ajena” y que siempre ataca lo que en Iberoamérica no venga de Miami desde una página web financiada por un banquero venezolano, prófugo y ladrón.
El discurso oficial de Petro, quien tres días antes en emotiva ceremonia había sido proclamado por caciques y tribus indígenas en la Sierra Nevada de Perijá, dejó claro que está dispuesto a trabajar por los excluidos de Colombia y con todos los gobiernos del mundo.
Con respecto a la gran potencia del norte, representada por un funcionario de tercera que hace tiempo dejó el territorio al sur del río Bravo como campo abandonado, Petro fue enfático al señalar que la guerra contra las drogas –única política yanqui en el hemisferio– “es un gran fracaso”.
Sobre ese tema tan caro al liberalismo, Petro recordó una estadística poco conocida cuando soltó que “cada año mueren en USA 70.000 ciudadanos a causa de sobredosis con drogas que no se producen en Latinoamérica”.
Y, como solución a ese tema, Petro fue más bien liberal, desmarcándose del socialismo pazguato, cuando sugirió que el problema de la droga solo lo pueden resolver los países del mundo rico.
En un gesto lleno de simbolismo que dejó mal parado para la historia al saliente Duque. Gustavo Petro ordenó que en manifestación llevaran al acto la espada de Bolívar.
Algo a lo que Duque se negó, emulando la terquedad del cerdito Porky.
Recordó Petro la necesidad de comerciar entre nosotros, pero bajo cuerda, recordó un producto que bien nos sirve a todos: el maíz, que como cereal oriundo de América “debemos volver a sembrarlo”.
Mencionó obviamente la agenda de la izquierda, que lo llevó al poder sobre las protestas del año pasado, que Duque combatió a sangre y fuego.
Va a empoderar a la mujer y para ello la vicepresidenta será también ministra. Piensa aumentar los impuestos a los más ricos para terminar con la desigualdad.
Pero también llamó a pagar los impuestos actuales.
La toma de posesión contó con la variopinta presencia de invitados internacionales como el rey de España, Boric, el chileno, y Pedro Castillo, el peruano sombrerudo al que la oligarquía de ese país quiere sacarlo y curiosamente es EUA quien no da la luz verde a sus golpistas.
Nuestro presidente no fue invitado por expresa negativa del saliente Duque, pero mejor fue así. Para Nicolás Maduro era muy peligroso meterse en la “universidad”, como calificó Bolívar a Colombia, donde, sin embargo, llevan una guerra de dos siglos, como dijo Petro en su discurso, o seis décadas de violencia, y donde, según fuentes rusas, contaminaron al comandante Chávez con una enfermedad que le causó la muerte.
Por lo pronto, mientras Joe Biden y Donald Trump no tienen en mente a Latinoamérica, con Petro y López Obrador, el mexicano, es más factible lograr una unidad de nuestros países, pero basada en economías complementarias, no en dogmas ideológicos que muchas veces los contradicen en sus hechos, quienes pretenden venderlos como tónico curalotodo.
¡Bienvenido Gustavo Petro!
Domingo Alberto Rangel