Derreflexión | La esperanza, el antídoto para permanecer vivos

La esperanza es para el alma lo que la respiración es para el ser vivo. Cuando falta la esperanza, el alma se anquilosa y extenúa.

Gabriel Marcel

 

14/07/2023.- La época moderna ha sido caracterizada por muchos como un tiempo de crisis, bien sea interno o humano, en general. Sin embargo, frente a este planteamiento, el filósofo Gabriel Marcel propone la esperanza como una actitud ante la vida.

Para Marcel, la filosofía implica una actitud, un compromiso personal ante la deshumanización a la cual lleva la técnica. Asimismo, plantea que debe existir una aproximación entre la filosofía y la religión, pese a que la primera se debe abocar a la reflexión y la segunda, a la fe.

 

Sobre la esperanza

La esperanza nos sirve de impulso para seguir adelante en la vida, incluso en aquellos momentos llenos de más oscuridad e incertidumbre. Podría decirse que nos abre una puerta ante un futuro lleno de posibilidades.

Históricamente, este sentimiento tan importante en el ser humano ha sido la inspiración detrás de los sueños más audaces del ser humano, pues esta forma de sentirse impulsa a superar los obstáculos y los desafíos que se van presentando en el camino vital.

Cuando estamos en medio de la adversidad, es la esperanza quien susurra que hay un poco de luz en medio de la confusión, por lo que se trata también de una creencia de que, pese a las dificultades, siempre habrá oportunidades para seguir creciendo y cambiar de escenarios.

En momentos de dolor y de profunda tristeza es esa confianza la que nos recuerda que hay una forma de sanar nuestras heridas, de tener consuelo y de volver a transitar la ruta de la alegría. Esta es el mejor modo de sobrellevar las pérdidas y encontrar propósitos nuevos en la vida.

Pero la esperanza no es solo un refugio emocional, también es una fuerza motriz para el progreso y la transformación. Nos impulsa a buscar soluciones a los problemas que nos aquejan, a luchar por nuestros sueños y a trabajar arduamente para lograr un mundo mejor.

Es el ímpetu que impulsa a los científicos a buscar curas para enfermedades, a los activistas a luchar por la justicia y la igualdad y a los emprendedores a innovar y crear nuevos caminos.

 

La esperanza, un camino que nos conecta con los demás

La esperanza también nos conecta con los demás. Es un lazo invisible que une a las personas en momentos de dificultad y les brinda apoyo mutuo. Cuando compartimos nuestra esperanza con los demás, generamos una red de solidaridad y fortaleza que nos asiste para superar los desafíos colectivos. Nos enseña a tender una mano amiga y a alentar a aquellos que lo necesitan, recordándoles que no están solos en su lucha.

A veces, esta fe puede verse como fragilidad, en especial si nos enfrentamos a circunstancias desalentadoras. Pero esos son los momentos para recordar que es un poderoso motor de cambio. No es un sentimiento pasivo, sino una convicción profunda de que podemos hacer una diferencia, de que nuestras acciones importan y de que el futuro puede ser mejor.

La esperanza nos desafía a seguir adelante, incluso cuando las probabilidades están en contra nuestra. Nos invita a perseverar, a levantarnos una y otra vez después de cada caída y a buscar nuevas oportunidades, no importa que parezca que todas las puertas están cerradas. Se trata de una certidumbre que nos empuja a ser valientes y a enfrentar nuestros miedos, sabiendo que al final del camino puede haber una recompensa inimaginable.

En un mundo lleno de dudas y desafíos, la esperanza es un faro que nos guía en la oscuridad. Nos da la fuerza para avanzar, para nunca renunciar a los sueños y para creer en nuestro potencial. Nos enseña que el mañana puede ser mejor que hoy y que cada uno de nosotros tiene el poder de hacerlo realidad.

Cuando soñamos con un futuro mejor y que las cosas van a mejorar, encontramos motivación para perseverar y trabajar por ello. La esperanza nos permite visualizar posibilidades y nos inspira a tomar acción para alcanzar nuestras aspiraciones.

Además, nos ayuda a mantener una actitud positiva frente a las adversidades. En situaciones de dificultad, es fácil caer en la desesperación y el desánimo, pero confiar nos brinda una perspectiva diferente. Nos lleva a encontrar soluciones creativas y buscar apoyo en los demás.

Cuando tenemos esperanza, nos sentimos más resilientes y capaces de afrontar los desafíos. Nos impulsa a mantener una mentalidad positiva y a cultivar emociones como la alegría, la gratitud y la confianza. La esperanza es un regalo invaluable que debemos cultivar y mantener vivo en nuestros corazones, ya que es el motor que nos hace creer en nosotros mismos y en el poder de nuestras acciones.

En conclusión, la esperanza es un tesoro invaluable que todos llevamos dentro. Es el combustible que alimenta nuestros sueños y nos impulsa a alcanzar metas. Nos conecta con nuestro sentido más profundo de humanidad y nos recuerda que siempre hay una razón para seguir adelante. Que nunca perdamos la esperanza, porque mientras la tengamos, siempre habrá un camino hacia un futuro brillante y lleno de posibilidades.

 

Isbelia Farías


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