Vitrina de Nimiedades | La huella fotográfica

Las más disímiles tareas hoy también pueden ganar la atención de cualquier cámara

15/07/2023.- Si no lo fotografió, no pasó: ese parece ser el mantra de la verdad hoy. Desde la junta de condominio hasta las labores de oficina se retratan hoy para decirle al mundo que hemos hecho la tarea. ¡Cumplimos! ¡Que conste en foto! Así, seguimos enfocados en fortalecer nuestra especial relación con la imagen. Un vínculo único, que parece imponerse sobre nuestras formas de experiencia y relación.

Podríamos ponernos en tono sociológico y analizar qué nos pasa hoy, cómo están cambiando nuestros códigos y qué futuro nos espera. Pero la sociología no es nuestro territorio ni pretendemos dar clases sobre este tiempo hipervisual (si cabe el término). Solo queremos ver algunas manifestaciones del nuevo ritual de la imagen, que se expandió a una velocidad imperceptible a costa de los dispositivos móviles, convertidos prácticamente en una extensión de nosotros.

A expensas de estos artefactos, hemos dejado de lado otros hábitos como escribir. Veamos: debe anotar algo de una pizarra, una cartelera o una pantalla. Saca su smartphone, abre la cámara, captura el texto y listo. Con una foto se resuelve cualquier nota. Si se requiere ayuda, las aplicaciones móviles ofrecen funciones para extraer el texto de la imagen. Sencillo, ¿no? Si alguien nos hubiera adelantado este escenario décadas atrás, nos habríamos ahorrado tiempo y dinero en el aprendizaje de métodos de caligrafía. Los malaletra, como la autora de esta columna, podemos sentirnos finalmente en paz.

Así como los afiches y carteleras se convirtieron en objetos apetecidos de este inusual entorno fotográfico, las más disímiles tareas hoy también pueden ganar la atención de cualquier cámara. Una foto vale como constancia de asistencia, certificación de saberes, éxito de reuniones y, especialmente, cumplimiento del deber. De la visión artística y periodística del trabajo, hoy pasamos a la visión vigilante de las actividades. Si no somos vistos, no contamos en esta historia. Para no quedar fuera, ahora le tomamos fotos a pasillos recién pulidos, ropa limpia, salones de clase, conversas serias (o eso parece) y cualquier otra cosa que sea fotografiable y constatable.

En esta lógica hemos construido un nuevo código de complicidad. "Disculpe, ¿me toma una foto?" es una de las frases más usuales de estos tiempos, dicha con la urgencia de quien no quiere dejar sus acciones solo en simple proceder. No importa dónde esté, siempre habrá alguien necesitando de sus habilidades fotográficas para registrar cualquier cosa. Literalmente, cualquier cosa: desde trabajadores colocando conos en una calle hasta alguna familia angustiada por inmortalizar algún paseo.

Esto, por supuesto, se traduce en una producción extraordinaria. Para 2017, se esperaba la captura de 1,2 billones de fotografías en el mundo, según Statista. Es muy probable que la cifra haya sido superada con creces año tras año hasta hoy. ¿El destino de tantas imágenes? Millones tendrán feliz destino en redes sociales, otras terminarán con la etiqueta "Reenviado" en grupos de WhatsApp y las más desafortunadas o comprometedoras, seguirán guardadas en alguna memoria mientras se decide su destino. Bastante trabajo tendrán las futuras generaciones tratando de reconstruir nuestra huella fotográfica.

Rosa E. Pellegrino 

 


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