Horizonte de sucesos | La realidad también es un hecho sentimental...

Que antecede al pensamiento

16/07/2023.- Para darle un poco de continuidad al texto anterior apelo a la idea de Henry Bergson de que la intuición es el único modo de enterarse de las cosas y cuyo acto raro radica en “transportarse al interior de un objeto para coincidir”. 

Y es que todo parece indicar que finalmente lo que uno conoce de las cosas y de las personas es su interior. Hay incluso quienes de forma radical afirman que la realidad física nunca sucede y su explicación no es algo tan descabellado. 

El grado de empatía con un objeto o sujeto se da en la medida en que uno deja de ser para convertirse en ese otro y empieza a sentir qué se siente estar de ese lado. Cuando eso sucede, dice Bergson, sobreviene la sonrisa en rostro como de quien se encuentra con una verdad irrefutable: “La prueba de la verdad es la alegría”. 

Es frecuente que con el parlante de las redes sociales se ponga de moda lo de ser empático como una forma de proyectar lo “buena gente” que son. Incluso algunos se toman fotos con la mirada perdida en el horizonte con el infalible: “Mi cara de preocupación por el sufrimiento ajeno".

Pero la empatía es mucho más que una pose momentánea que se diluye con tanta rapidez como el tema del momento. Básicamente, la empatía es todo lo contrario a tratar de reforzar el ego o una búsqueda desesperada de reconocimiento. Y esto se debe a que la empatía real se trata de diluir nuestra frontera como sujeto para vernos en otros, sentir lo que se siente ser otro. 

En ese proceso ocurre una relación de imitación involuntaria que experimentan los que conviven con demasiada frecuencia. Me pasó que una vez tenía el mismo movimiento involuntario de los pies que otra persona antes de dormir, ese que cumple la función de un arrullo. 

Según Christlieb esto no es una mera copia porque la empatía implica adoptar la forma de lo que se imita, es decir, “que implica adoptar las formas del objeto con la finalidad de empezar a moverse en su flujo y con su ritmo, como si uno se dejara llevar por la corriente de sus ademanes y gestos hasta llegar a tener su forma misma y por lo tanto, convertirse por un momento en ese objeto”. 

 

Heathcliff Cedeño 

 


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