Al derecho y al revés | Se equivoca el cardenal

19/07/2023.- A su eminencia don Baltazar Porras lo conocí hace unos veinte años, cuando el país llevaba más de dos meses paralizado por una huelga salvaje que, sin ton ni son, comenzaron los empleados mejor pagados del país: los gerentes y nómina mayor de Pdvsa.

En ese entonces, siendo caraqueño, yo lo veía como merideño, no solo porque en ese estado hizo gran parte de su carrera eclesiástica, sino porque, siendo amigo de mi padre, era esa la impresión que de él tenía cuando uno de sus amigos y asistente me pidió que organizara una misa en el este de Caracas. A esta no deberían asistir políticos opositores porque el motivo sería la paz y Baltazar sería el único oficiante.

La misa se dio y hubo un lleno total, a pesar de que escogimos una capilla semiescondida. Nos desviamos de lo pactado nada más porque asistieron "repentinamente" el gobernador Enrique Mendoza y Eduardo Fernández.

Desde esa época, he seguido su carrera ascendente en la Iglesia.

Don Baltazar ofició en el Cementerio del Este, cuando falleció mi padre, y también en Tovar, cuando llevamos las cenizas de DAR a su terruño natal.

Esto lo comento porque de igual modo me veo en la obligación de contestar unas declaraciones del cardenal Porras. Palabras más, palabras menos, recordó, a manera de sugerencia, que en todas las elecciones, que hemos tenido los venezolanos, han funcionado mesas en lugares sagrados.

Esa intervención es la que me veo obligado a responder porque, por ese camino, la Iglesia venezolana comenzó a perder, además de credibilidad, a sus fieles, al terciar como parte de la pugna política polarizada.

Don Baltazar es un príncipe de la Iglesia, de la que, como cualquier católico, formo parte y dentro de la cual tengo el derecho a opinar sobre sus apreciaciones políticas, que no son parte ni de lo teológico ni de la dogmática.

Máxime cuando considero que esas declaraciones incluyen un error, apartando la inconveniencia para una Iglesia como la nuestra, que ha venido perdiendo su rol en este siglo.

El error es que los colegios católicos no son lugares sagrados y en sus capillas jamás han constituido mesas electorales.

La inconveniencia mencionada recalco que sería tomar partido en las primarias, que por falta de organización y músculo —aparte de por celestinear candidatos(as) inhabilitados(as) por causas graves—, a meses del evento, carecen de infraestructura propia para el funcionamiento de las mesas.

Y caída bajo el chantaje de Mari Cori, la CNP se devana los sesos pensando cómo se pueden organizar unas elecciones en Venezuela sin trampas y sin el CNE. El órgano rector no puede aceptar la inscripción de candidatos a los que la ley excluye de cualquier elección por su mal comportamiento.

Tampoco se ve por esos lados el propósito de enmienda, que para nosotros los católicos es vital para merecer el perdón.

De manera que, amistad y cariño aparte, me parece que don Baltazar, en esas declaraciones, sucumbió a las presiones de una oposición violenta. También cedió a parte de la Iglesia venezolana que, dividida por causas políticas y de intereses exógenos a ella, sigue sin darse cuenta del guion de quienes desde el norte la quieren fraccionar con un cisma que preparan desde allá.

¡Se tenía que decir!

 

Domingo Alberto Rangel


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