Xin chào | “Inventadera” desatada

En busca de inventores populares

Tintorero, Quíbor o Sanare, en Lara, los trabajadores de la madera de Santa María de Magdaleno, del estado Aragua, de Mérida o del Táchira, son algunos referentes de los primeros inventadores e inventadoras, como los llaman amigablemente un grupo de “inventadoras” e “inventadores” comunicacionales, que se han lanzado por carreteras y caminos del país para rastrear gente voluntariosa que busca nuevas ideas, de ese pueblo que no se conforma con esperar que las ideas le caigan del cielo.

En la Feria del Libro de Caracas, fueron vistos los Roberto (Duque y Malaver) con una “alborotadera”, invitando a sumar voluntades por www.lainventadera.com para recorrer el país, de cabo a rabo, en busca de inventores populares que empujen el derrumbe del muro de las dificultades en la patria de Bolívar y Chávez.

 

Aldeas de oficio

En el último rincón del planeta, que antes era llamado el lejano oriente, hasta que apareció internet, tampoco recula la “inventadera”, y más bien impulsa cada día nuevos bríos.

Los núcleos originales se llaman “aldeas de oficio” o conglomerados de gente que echan pa'lante desde hace miles de años, alrededor de los sembradíos de arroz, como el caso de la aldea Báo Đáp, del distrito norteño de Nam Định, en Vietnam, que por estos días se muestra muy activa y colorida, debido al advenimiento del “medio agosto” o medio tet, según el calendario lunar. Y es que los aldeanos de Báo Đáp son los mayores hacedores de las hermosas farolas y estrellas rojas, que son adquiridas por las familias para que los niños y niñas animen este medio tet, la tradicional fiesta de luces para saludar a Cuối, “un joven vietnamita que se elevó hacia la luna, asido a un arbolito milagroso”, según una leyenda, que también narra que, como en el “medio agosto” hay luna llena, se puede apreciar al pequeño Cuối, encaramado en el arbolito, desde donde puede ver las farolas y las estrellas que le envían los niños y niñas.

Bajo la consigna de “cada comuna un producto”, el año pasado, a pesar de la pandemia, se llevó a cabo una feria nacional que reunió aldeas de unas 20 provincias (o estados), mostrando sus nuevos logros en 50 pabellones. Se calculan en más de dos mil las aldeas de oficio ancestrales que brillan en todo Vietnam.

Uno de los atractivos de esos territorios de “inventaderas” lo constituyen las aldeas de la seda, como la de Vạn Phúc, en Hanói, las de Hội An y Đà Lạt, hacia el sur del país indochino. El secreto de esa labor consiste en la cría de la larva de la polilla para obtener de sus capullos millones de metros de hilo. Se estima que cada capullo genera unos mil 500 metros de fibra.

Las características comunes de esas aldeas son la práctica masiva de un oficio en particular. En el caso de la seda, cada familia asume un lugar en la cadena de producción: la cría larvas que son alimentadas con hojas de una yerba llamada morera, otros al frente de las hilanderas, confeccionando o vendiendo piezas de vestir. Pero, además, el ambiente de la aldea atrapa al visitante por toda una larga jornada, que incluye la compra de piezas de seda, el disfrute de actividad cultural tradicional, caminatas ecológicas y, por supuesto, el descubrimiento de la gastronomía local.

Otro caso espectacular es la aldea Bắt Trang, ubicada en una rivera cercana al famoso puente Long Biên, de Hanói. Es realmente una catedral de la cerámica, donde cada casa es un taller, que nutre de belleza no solo a la capital vietnamita, sino a varios países en su mayoría europeos que reciben millones de piezas elaboradas en la pujante aldea hanoyense del río Rojo, que además se ha convertido en un referente turístico, que capta miles de connacionales y extranjeros.

En el lugar, la o el visitante transcurre el día trabajando barro con un torno u otras herramientas propias del oficio y al final de la jornada puede llevarse su obra, ya horneada, tras una grata visita en un ambiente donde se complementa la creatividad, el disfrute de la naturaleza y la interacción con una comunidad que tiene miles de años trabajando armoniosamente frente a la ribera del exuberante río Rojo.   

Una kilométrica obra, plasmada sobre cerámica, bajo la dirección de la arquitecta y artista Nguyễn Thu Thủy, que bordea la avenida Âu Cơ, de Hanói, retrata la hechura artística de los habitantes de Bắt Tháng, que cubre de colorido cuatro kilómetros de muro, premiado hoy con el sello Guinness como la obra de su tipo de mayor longitud.

La artesana warao, Ligia Aguilera, visitó la aldea del bambú en Chương mỹ, cerca de Hanói, donde se trabaja la popular gramínea o bambús vulgari, elaborando abanicos (quạt giấy) o los típicos sombreros cónicos (nón lá) que utilizan las agricultoras, entre otro tipo de artesanías.

Cuando la joven deltana explicó en un conversatorio que warao significaba gente de agua o de curiaras, el artesano local, Hải Triều, entró en sintonía con la muchacha venezolana, porque traduce curso de agua; y nội, entre; es decir, ciudad entre ríos. Enseguida, Ligia Elena explotó de alegría con su canto Nijarabaka. Los asistentes al conversatorio notaban que la visitante tejía el moriche mientras hablaba, y ella observó también que varias asistentas hacían lo propio con tiras de bora, una fibra con la cual Higinia, la madre de Ligia Elena, convierte en bolsos, cestas o sandalias, en una cooperativa de Tucupita. La visitante deltana explicó emocionada que ella se considera hija de la bora, porque su madre y maestra artesana se hizo famosa en el delta del Orinoco y varias zonas indígenas suramericanas por sus artesanías sacadas de la bora.

Las piezas de la visitante deltana ocupan en la vitrina del Centro de Exhibiciones de Hoa Lư, Hanói, como constancia de la transformación y oficio forjador de la cultura liberadora del pueblo venezolano, redimensionada cuando el comandante Chávez puso en escena la Revolución bolivariana, repitió en sus visitas por las aldeas de oficio, la artista deltana.

Rizzeida Herrera, una escultora caraqueña que trabaja el barro, aplaude la idea de la “inventadera”, porque contribuye a visibilizar a los miles de artesanos y artesanas ingeniosas de nuestro país, incluyendo a los artistas del estado Aragua, donde ella trabaja.

Como ceramista, Rizzeida tiene centrada su “inventadera”, en estos momentos, en un modelo de panales cilíndricos de barro que pueden sustituir las tradicionales alzas o cajones donde se colocan los marcos para que las abejas construyan sus respectivas colmenas. También trabaja con un tipo muy particular de bloque de arcilla para construcción de viviendas, en su taller de la parroquia La Candelaria, al pie del parque Henri Pittier, del estado Aragua.

 

   

 

 

 

 


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