Letra fría | Otra aventura más 1

Y salió buena la vaina, porque me gané diez días de vacaciones

En estos días “de duro cierzo invernal”, como diría Agustín Lara, siempre recordaré a nuestro querido Earle Herrera, y me lo imagino preguntándole a Malaver sobre lo que voy a contar a continuación: “¿Esa vaina será verdad?”. Ja, ja, ja…  

La historia fue el matrimonio de mi nieto Carlos Gabriel con Camila. Yo estaba todo chorreado de miedo por los casquillos de Arteaga y Gavilán, por mi viaje a Bogotá vía Riohacha; que si me agarraban los “paracos” y me encontraban el carnet, le iban a enviar en una caja mi cabeza reducida a mi hija; que si eran los “elenos”, teníamos que entregar los celulares apagados en una bolsita al chofer; y cualquier cantidad de psicoterrores, que me obligaron a dejar mi laptop, mi carnet y mi cel por prevención; y salió buena la vaina, porque me gané diez días de vacaciones sin querer queriendo.

Mi hija logró un paquete maravilloso que incluyó vuelo a Maracaibo, donde pasé dos espléndidos días, de ida y vuelta, y un servicio de primera del primo Jolman hasta la frontera, luego pasamos a otro vehículo de lujo para el traslado al aeropuerto Almirante Padilla de Riohacha.

En Colombia no hubo una sola parada por la policía nacional, más bien en Venezuela tuvimos que sortear quince alcabalas rudas, sin consecuencias para nosotros. En la primera raqueteaban a todo el mundo, pero luego de registrar a mi nieto Matías, un funcionario, cuando me vio plantado con mi guayabera cubana y mi saco azul marino, me dijo: “¡Adelante, señor!”. Después un policía de otra alcabala me dijo: “¡Adelante, varón de Dios!”. Ja, ja, ja.

Al llegar al aeropuerto El Dorado, parece que caminé muy rápido y me quiso dar un beriberi; pero ya en la van de traslado, mi nieto Carlos Gabriel dijo: “Abuelo, a ti lo que te falta es un palo”, y me pasó una cerveza que acabó con el brinquito respiratorio; nos llevó a Wok, donde pidió catorce rolls y seis entradas, nunca había hartado tanto sushi; luego nos registró en el apartamento de Airbnb, un comodísimo lugar de la 93 con 13, muy cerca del hotel donde se hospedaron los novios, mis hijos Ligeia y Carlos con mi nieta Isabella, y mi nieta Stephanie con el siempre querido Gabriel.

 

 


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