Trinchera de ideas | Crónica desde Beijing

03/08/2023.- El jueves pasado tuve que levantarme muy temprano. Debía estar a las 6:30 a. m. en la estación del tren Hongqiao de Shanghái para viajar a Beijing. Un ligero desayuno con sopa de wan tang (ravioles chinos) en un pequeño restaurante de la estación aportó las energías necesarias para iniciar el traslado. El tren rápido esperaba para hacer la travesía. Cuatro horas con treinta y cinco minutos para recorrer los 1200 km entre las dos mayores urbes de China a una velocidad máxima de 350 km/h.

A la llegada, mi siempre sonriente amigo Wu esperaba para trasladarme al hotel con prontitud, a fin de comenzar las actividades. Esa misma tarde, sostuve un interesante y fructífero diálogo con colegas chinos para intercambiar sobre los temas internacionales. Su avidez por conocer lo que está ocurriendo en América Latina y el Caribe es patente.

Una vez más comprobé nuestro mutuo desconocimiento y lo ubiqué como la razón que influye con mayor determinación en la aparición de dificultades para un mejor y óptimo acercamiento. China está comenzando a comprender que no basta con tener excelentes relaciones con empresarios y políticos. Se hace necesario construir un más amplio abanico de vínculos que se orienten a la sociedad civil, las organizaciones populares, los movimientos sociales, partidos políticos, universidades, los intelectuales y académicos, entre otros.

Ante la pregunta de por qué hay resistencia en América Latina y el Caribe a la presencia china —que, según ellos, genera grandes beneficios a la población—, respondí que no era así en muchas ocasiones. Los intercambios con empresarios solo producen lucro y ganancia para ellos. Los pueblos no observan el resultado directo de las inversiones y el intercambio comercial, porque en el fondo no los conocen ni están al tanto de ellos.

China ha empezado a entender que su confrontación (no necesariamente bélica) con Estados Unidos es ineludible. La ingenua visión que permeaba la retórica (por lo menos en el mundo académico que yo conocí) apenas unos años atrás, y que establecía la seguridad de poder avanzar en el desarrollo y construcción de su modelo político en "sana convivencia" con Estados Unidos, ha dado paso a la convicción de que ello es cada vez más improbable, sobre todo tras los sucesos de 2019 en Hong Kong, en los que Washington abiertamente financió y promovió la revuelta secesionista.

La agresividad expresada tras la "guerra comercial" de Trump, el descarado apoyo occidental a Taiwán, la presencia creciente de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en los mares adyacentes y el importante esfuerzo diplomático de Washington encaminado a construir alianzas militares en su entorno han conducido a China a la comprensión de la inevitabilidad del conflicto y a la necesidad de prepararse para él. Es apreciable con facilidad en el discurso de los académicos con los que he conversado, pero también en las informaciones que transmiten los medios de comunicación. Desde mi punto de vista, todo ello marca una notable diferencia con lo que observé hace menos de cinco años.

Aprovechando el tiempo libre, durante el fin de semana visité Zhengding, un "pequeño pueblo", según los chinos, que es en realidad una antigua ciudad de 550 000 habitantes, ubicada a 275 km al suroeste de Beijing, en la provincia de Hebei. La urbe ha cobrado notoriedad porque en 1982 un joven Xi Jinping, de 29 años, se inició como dirigente político al asumir el cargo de secretario general del Comité Distrital del Partido Comunista de China durante tres años.

Los habitantes de la ciudad recuerdan la impronta del hoy máximo líder del país. Un colega consultado al respecto señala como relevantes algunas acciones emprendidas por el joven dirigente comunista: la reducción de impuestos a los campesinos productores de cereales; la reparación y restauración de más de mil escuelas primarias y secundarias; la creación de un instituto de deportes con especialización en pimpón, que hasta el día de hoy es referente nacional de ese deporte—; la obtención de recursos para el arreglo y mantenimiento de los templos religiosos que son patrimonio cultural de la ciudad, de la región y del país, y la gestión para que en Zhengding se filmara la película Sueño en el pabellón rojo, que se transformó en un ícono de la cinematografía nacional. El escenario de la producción se ha conservado y es centro principal del interés de turistas nacionales que llegan a la ciudad.

No obstante, la visita debió ser suspendida a causa de las colosales lluvias traídas por el tránsito del tifón Doksuri por las cercanías del territorio. Al momento de redactar estas líneas, el fenómeno meteorológico había producido graves inundaciones que obligaron a las autoridades a declarar la alerta roja y a evacuar 31 000 personas. Las lluvias han sido consideradas las peores que han afectado a la capital en los últimos 20 años.

Las consecuencias de Doksuri y las respuestas gubernamentales en todos sus niveles han sido durante los últimos días el centro de la actividad informativa de los medios de comunicación, toda vez que las precipitaciones han tenido una media de 320.8 mm y una máxima de 580.9 en un sector de Beijing.

A pesar de eso, el espectro informativo y sobre todo las redes sociales no han escatimado en comentar la destitución del canciller Qin Gang. Con profusión de comentarios de todo tipo en las redes sociales, aunque no llega a caracterizarse como un escándalo nacional, los chinos se hacen eco de todo tipo de comentarios, sobre todo el que expone una telenovela amorosa como explicación del hecho.

El nombramiento de Wang Yi, quien ya había ocupado tal responsabilidad en el pasado y que había entregado el cargo a Qin hace solo siete meses, da cuenta de que fue una decisión no pensada ni planificada y que las altas autoridades chinas tuvieron que tomarla ante la próxima realización de las cumbres del Brics en agosto en Sudáfrica, el G-20 en septiembre en India y el APEC en noviembre en Estados Unidos, en las que debe participar el presidente Xi Jinping. Así mismo, en el momento la Cancillería debió atender a seis jefes de Estado y otras altas autoridades que han estado en China durante estos días para participar de las ceremonias de inauguración de la XXXI edición de las Olimpiadas Mundiales Universitarias.

En un ámbito más íntimo, el lunes 31 en la tarde se realizó con gran despliegue informativo la presentación de la edición china de mi libro China en el siglo XXI. El despertar de un gigante. El evento se realizó en la sede del China International Communications Group (CICG), el gigante chino de los medios de comunicación. Al hacer uso de la palabra, Du Zhanyuan, presidente de CICG, planteó que "el modelo chino no está exento de errores, pero que el país no aceptará que sean los medios occidentales los que critiquen a la nación con prejuicios mal intencionados que falsean la realidad".

Du anunció la celebración en Argentina, durante el próximo mes de septiembre, de un gran evento que denominó Foro de la Civilización de América Latina y China como un punto de encuentros y debates entre el gigante asiático y nuestra región, a fin de intercambiar ideas y opiniones de cara a un futuro compartido.

A 347 km/h en el tren de regreso a Shanghái, aprovecho para escribir estas notas, después de una —aunque corta y pasada por agua— muy fructífera e intensa visita a Beijing.

 

Sergio Rodríguez Gelfenstein

Twitter: @sergioro0701


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