Vitrina de nimiedades | Las huellas del intento

Naufragar con algún proyecto es una situación universal. ¿Quién se ha presentado invicto?

05/08/2023.- "Los peligros de ser héroe": así se llamaría originalmente este artículo. Comenzaría comentando el accidente que protagonizó una araña viuda negra en Oruro, Bolivia, donde un niño de ocho años se dejó picar por este insecto con la ilusión de convertirse en el Hombre Araña. Por fortuna, él sobrevivió. La historia serviría como una excusa para escribir sobre las falsas expectativas que creamos sobre nosotros. Pero el texto no pasó del segundo párrafo y se fue directo al despeñadero de los intentos.

Poca inspiración, pérdida de interés o cansancio: no sabría a qué atribuir la suerte del texto. A lo mejor fue todo junto. Sin embargo, este fracaso puede servir para escribir sobre nuestra especial relación con los intentos. Naufragar alguna vez con alguna tarea, proyecto o relación es una situación universal. ¿Quién puede pararse ante el mundo y presentarse invicto? Todos llevamos a cuestas varias pretensiones dirigidas a ser nada finalmente. Eso sí, algunas son más intensas que otras. Unas duelen más; algunas, ni importan.

Intentar algo es, ante todo, una primera victoria de nuestra paciencia y disposición. Del desear o necesitar saltamos a la acción. Eso, lo sabemos, nunca será poca cosa. Detrás de quien inicia un nuevo proyecto pueden estar horas de dudas, años de indecisión y muchos momentos de arrepentimiento. Y aunque el imaginario colectivo zanja el tema con frases como "La peor diligencia es la que no se hace", no siempre nos acompaña la buena voluntad de actuar sin voltear para atrás.

Empezar con dudas algo no significa un fracaso adelantado. Puede terminar mucho mejor de lo que creemos. En los tropiezos iniciales, descubrimos que la empresa emprendida es mucho más gratificante de lo esperado, y eso da la energía suficiente para seguir. La sorpresa, a veces, llega primero en forma de tedio.

También está el otro extremo, aquel donde nuestros intentos no terminarán bien. Solo serán la constatación de la poca factibilidad de nuestras ideas, sin importar cuánto nos entusiasmaran. Renuncias, libros cuya lectura no pasó de las primeras páginas o relaciones nacidas para morir a la brevedad parecen un fracaso, pero realmente son la prueba necesaria para no prolongar agonías. Los fracasos rápidos también pueden ser una gran solución.

Por desgracia, no siempre tendremos esa certeza total. Al contrario, convertiremos los intentos en un bucle que puede lucir eterno. De esto casi todos también sabemos. Intentar, avanzar y fracasar: el ciclo se repetirá tantas veces como nos permita nuestro optimismo y paciencia. Pero siempre habrá un punto límite. Lo que ahí se haga, marcará la diferencia.

Algunos prefieren poner una pausa, tomar otra dirección y esperar el momento indicado para volver a pensarlo. Pasado el tiempo, unos convierten la interrupción en decisión definitiva y otros retoman su propósito, aun a riesgo de chocar con esa piedra más que conocida. Al final, no importará la senda escogida: así como desistimos, nos veremos embarcados en un nuevo intento con otra cosa, persona o situación. Quizás lo haya descubierto el niño que quiso volverse Hombre Araña. Lo sabemos nosotros, incansables transeúntes que seguimos hollando los caminos del intento.

 

Rosa E. Pellegrino


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