Psicosoma | Pachamama

08/08/2023.- Rendir honores a la madre naturaleza o Pachamama —en lengua quechua y aimara— en los pueblos del sur, sur de nuestra América, mantiene el cordón umbilical y universal uniendo el latir profundo de la tierra, del universo, con sus hijas e hijos, con todo lo animado e inanimado. Experiencia extraordinaria e invisible a los ojos del común de personas que viven en las urbes del mundo.

Los pueblos indoamericanos del Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador, Chile y Paraguay festejan el primero de agosto a Pacha, al universo, al espacio, al tiempo de la mamai sonqo munay que nos nutre. Es tan único ese amor desbordado, centrado y tierno que damos hasta lo que no tenemos por ella. La veneramos y agradecemos nuestra vida y más vida...

Todo lo que somos le pertenece y agradecer humildemente, cantando en los cultivos y cosechas, la donación de su fertilidad, la alegría —cusi—, los bailes —tusuy— con las semillas y animales nos da la fortaleza milenaria de no necesitar nada. Las fuerzas de los elementos, al poseer agua —yaku—, fuego —nina— y tierra —allpa— en nuestras manos, al sembrar, al acariciar sus cortezas y dar con la pala en sintonía armónica, nos estremece. Hundimos las manos en su cuerpo frondoso y terroso y la limpiamos de piedrecillas —rum—, brotando ese olor que nos aceita hasta el vértigo ante cuyos aromas cedemos. Los sonidos ancestrales suenan tímidamente en las alturas de la puna, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Todo está cerquita, al estirar las manos nos sonríen. Así vamos introduciendo las semillas, plantamos los amores a la amada por el taita Inti.

Nuestra madre tierra, diosa incaica de la agricultura comunitaria, sigue siendo la piedra angular de nuestra resistencia ante los imperios, pues ¿quién teje los secretos de la tierra y sus semillas? Son los pueblos milenarios de granos de barro, que permanecen a más de cinco milenios con los pagos y tributos a Pacha, en promesas sagradas que se cumplen todos los primeros de agosto y el primer viernes de cada mes. La organización con los carguyoc es un año antes para los festivales del cumplemilenios de Pachamama y así poder ser dignos de sus dones y alegrías de corazón.

Al estar vejada nos muestra su otro rostro, feroz y castigador. Ella reclama con cambios climatológicos, tsunamis y terremotos. Conoce del cuidado de su prole en los caños, puquiales, humedales, cuevas y apachetas. Sabe del aire hablador, del río seco con venas rotas y de incendios.

Al ser mujer andina, pertenezco al mundo mitológico de ritos y ceremonias —yachá— milenarias que se mantienen por la tradición oral, las danzas, quipus, esos colores o signos inscritos en colores que se mantienen en las indumentarias (adoro el chumpi). Realmente todo está centrado en la siembra y cosecha. Durante todo agosto se inicia el ritual del hambre —mikuna—, apetito vital de los nutrientes que nos dona. Se da fertilidad y deseo sexual al sumaq kawsay, principio de nina munay, que siempre alentará al instinto carnal de las mujeres diosas, hijas de Pacha. Y entregamos en whisllai de barro carnes diversas con llamas, alpacas, sangre fresca de auquénidos, hojas de coca, papas, choclos, ajiacos, atoles, ollucos, charqui, masua, habas pase, cancha, mote, laguas, fetos de animales envueltos por las chamanas en la llicka o mantas sagradas. Así arden y esas cenizas, luego, se riegan y se dejan en los hoyos. Ella siente apetito y come, devora con gusto, pide más y los apus avisan a los taitas: pide más pisco, chichas de jora con cabeza de ganado o patas de vaca, cuyes… Los batanes de moler van con los mensajes a sus entrañas.

 

Rosa Anca


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