Letra invitada | Dos ausencias y una misma esperanza

19/08/2023.- Cuando asimilábamos apenas la despedida de Julio Escalona, el economista, filósofo y guerrillero, nuestro entrañable amigo, nos sorprende la partida de Roberto Hernández Montoya, el compañero de las luchas por la Renovación Universitaria en 1968.

Fueron los días, en la década del 60, cuando Julio asumió, dignamente, la Presidencia de la Federación de Centros de la Universidad Central de Venezuela (FCU).

Entonces, la defensa de la autonomía era la consigna más preciada. Pero, a la par de ese propósito político del pensamiento progresista, Julio Escalona era un defensor apasionado de la gestión cultural. Por ello, asumí la Secretaría de Cultura de la FCU, con el respaldo de Julio Escalona, para la promoción y creación de enclaves culturales en defensa de nuestra identidad. Las Facultades de Ingeniería, Farmacia, Humanidades, Economía, Derecho y Medicina, sirvieron de base para la creación de movimientos musicales, literarios y teatrales, que llegaron incluso a representarnos en diferentes escenarios de universidades latinoamericanas.

Pero la lucha iba más allá de la cultura misma. Entonces, diseñamos una estrategia para romper el monopolio mercantilista de los colegios privados, que ofrecían cursos de reparación para los liceístas de Caracas, a un precio elevado para la época.

Creamos en la UCV, durante el periodo vacacional de julio y agosto, las Primeras Jornadas de Reparación para los liceístas de la ciudad, a un precio simbólico, que atrajo a veinte mil estudiantes, quienes recibieron clases en distintas materias, en los recintos de la UCV, con profesores universitarios del Pedagógico de Caracas y de estudiantes de niveles superiores de la universidad. El éxito de esa jornada produjo resultados excelentes, con un nivel de aprobación del 95 % de los estudiantes inscritos.

Pero la paz universitaria se hizo corta y la arremetida política contra la izquierda, por parte de los factores de poder, obligó a la juventud vanguardista a tomar el camino de las armas, y Julio Escalona, con su estampa y paciencia vietnamita, asumió el compromiso de comandar el movimiento guerrillero del oriente venezolano.

Lo demás es historia conocida. Tras la derrota militar de la guerrilla y una pacificación ofrecida por el puntofijismo, Julio Escalona retorna a Caracas e inicia una militancia creativa y audaz, fundamentada en la cultura.

Recuerdo que una vez me dijo: “Rafael Henrique, en la montaña, todo depende de la capacidad del guerrillero y sabemos dónde está el enemigo; pero en la vorágine de la ciudad, es muy difícil saber quiénes son tus enemigos, de adentro y de afuera”.

Esta reflexión lo llevó a crear un espacio independiente, de compromiso ideológico, para convertirse en un analista político de altura, con datos económicos y proyectos geoestratégicos, que fueron escuela para jóvenes y militantes del porvenir.

Sus crónicas periodísticas habituales y su aparición televisiva en el programa Dossier, de Walter Martínez, fueron clases magistrales de economía política, nacional e internacional.

En la Asamblea Constituyente del año 1999, Julio Escalona había sido electo como diputado por Caracas. Desde allí se convirtió en un crítico consciente, señalando aciertos y errores de la Revolución Bolivariana.

Julio Escalona, Vladimir Acosta, Mario Sanoja, Iraida Vargas, Luis Britto García, Fruto Vivas y Pasqualina Curcio, conforman un equipo de analistas políticos de peso, que, por sus profundos conocimientos, fue convocado por Alí Rodríguez Araque, tanto en Caracas como en La Habana, para que surgiesen ensayos sobre política petrolera y de orientación ideológica reflexiva, que contribuyeran con la consolidación del proceso revolucionario en Venezuela.

A este equipo, con humildad y respeto, nos incorporamos junto con María Teresa Novo, para coordinar los trabajos de estos destacados intelectuales, y que hoy reposan en manos de Vivian Alvarado, la persona de mayor confianza política de Alí, uno de los referentes más importantes, por su conocimiento y honestidad, de la historia contemporánea de Venezuela.

Hoy, Julio Escalona, mi maestro y amigo, está presente en los espacios victoriosos de la utopía revolucionaria, capaz de conquistar el horizonte de la justicia social, plena de bondades económicas y de crecimiento espiritual.

En los avatares de las luchas universitarias de la década del 60, conocimos a Roberto Hernández Montoya. 

Mi contacto con la Escuela de Letras se dio por las inquietudes literarias de la época que cabalgaban a la par del boom latinoamericano, con la novedad de un nuevo estilo narrativo que enriqueció la literatura hispánica.

En 1968, establecimos una diáfana amistad con Roberto Hernández Montoya, dentro del proceso de la Renovación Universitaria, inspirado en los postulados del Mayo francés.

En esta renovación universitaria, participaron, entre otros, Néstor Francia, de la Escuela de Letras, Rafael Iribarren y Pablo Antillano de Arquitectura. Surgieron consignas novedosas: “Hagamos el amor y no la guerra”, como protesta contra la guerra de Vietnam, auspiciada por las apetencias imperiales norteamericanas.

“La imaginación ha muerto, ¡Viva Cervantes!”, reivindicaba la libre creación en la literatura, sojuzgada por la burocracia institucional universitaria.

La Renovación triunfó, y se creó una nueva Escuela de Letras, con la incorporación de figuras como Rafael Cadenas y Orlando Araujo, entre otros intelectuales de prestigiosa obra literaria.

A partir de la creación de la plataforma ideológica y cultural del proyecto bolivariano, nos integramos al Frente Constituyente de la Cultura, del cual formó parte Roberto Hernández Montoya, junto con Luis Britto García, Aníbal Nazoa, Mario Sanoja, Iraida Vargas y Federico Brito Figueroa, quien presidió el movimiento.

En el año 2001, Roberto Hernández Montoya fue designado presidente del Celarg, donde estuvo 22 años consecutivos cumpliendo labores de promoción del Premio Internacional de la novela Rómulo Gallegos y del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora. Además, Roberto diseñó y coordinó los talleres de formación literaria y de jornadas culturales, de esencia popular, en pro de la identidad espiritual venezolana, en áreas como la música, el teatro, la danza, la poesía y el cine.

Su asidua participación en medios televisivos como Aló, Presidente y en Como Ustedes Pueden Ver, popularmente conocido como Los Robertos, en compañía de Roberto Malaver, marcaron un nuevo estilo de referencia histórica y literaria, hecho con buen humor, que es un recurso magnífico para acercarse al saber popular.

En más de una oportunidad fuimos invitados a su programa radial para hablar sobre la música del mestizaje y su herencia en Venezuela. Allí corroboramos el amplio conocimiento que Roberto tenía sobre la música nacional y universal.

Como buen melómano, descubrimos que él guardaba una memoria electrónica de más de 5.000 temas musicales, seleccionados con su buen gusto y que abarcaba un sinnúmero de géneros musicales, académicos y populares de todos los tiempos.

Hoy Roberto se despide de nosotros, con la certeza de haber cumplido un papel de vanguardia en la cultura venezolana contemporánea.

En la estancia invalorable de los reconocimientos intelectuales, Roberto Hernández Montoya tiene un lugar destacado, porque supo combinar su profundo bagaje cultural con el lenguaje llano, que lo acerca al sentir de su pueblo, que sigue soñando con alcanzar ese “mundo dorado”, del cual nos habló Cervantes en su locura quijotesca irremediablemente audaz.

 

Rafael Salazar

Madrid, 15 de agosto de 2023

 

 

 


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