Punto y seguimos | Distopías ¿cercanas o presentes?

Las utopías, cada vez más lejos en el horizonte

22/08/2023.- Mucho se habla de la utopía, de aquella que, como decía  Galeano, se aleja mientras más nos acercamos, pero que sirve justamente para seguir caminando. La utopía es el sueño, la sociedad ideal. Como todo, tiene su anverso: la distopía. La sociedad injusta, opresiva, casi inhumana; la pesadilla. Sobre ambas se ha elucubrado en todos los idiomas y tiempos —quizá con otros nombres– y representan los extremos de lo que podríamos ser, lo mejor y lo peor posibles. Curiosamente, las distopías nos parecen más familiares, cercanas, probables.  

Quizá sea la naturaleza del sistema en el que hoy vivimos —claramente lejano a cualquier forma utópica de existencia— la que nos reporta esa sensación, o la misma naturaleza humana que nos hace medianamente conscientes de los grandes desequilibrios del espíritu. Esto no es lo que podría ser. Puede ser mejor, claro, pero también peor. Los escritores han tenido esto claro, y con su arte nos han descrito estos mundos dejándonos con la irritante sensación de que, si no estamos ya dentro de una distopía, nos falta poco.

Clásicos de la literatura como 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley, Farenheit 451 de Ray Bradbury, El proceso de Franz Kafka o la Invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, nos muestran —algunos, sutilmente, (Un mundo feliz), otros muy directamente (1984)— múltiples formas de dominación, horror y deshumanización, bien sea a través del control férreo del lenguaje, las libertades, la eliminación de las expresiones artísticas, la supremacía de las máquinas y la tecnología o el autoengaño colectivo. Los grandes cambios tecnológicos, climáticos o de salubridad masiva suelen ser los detonantes de estos escenarios que se combinan con la toma de decisiones más crueles posibles ante la amenaza de rebeliones o de la propia existencia, decisiones que —¿cómo no?— suelen favorecer a minorías poderosas.

Las distopías son el capitalismo en sus extremos, en los límites, y esas fronteras que en la “vida real” se van difuminando a medida que avanzamos tecnológicamente. Cualquier capítulo de la serie Black Mirror, de hace diez años, hoy nos parece normal. Hace apenas 25 años nadie se imaginaba documentando hasta sus idas al baño en video y poniéndolas al acceso público, la palabra influencer no nos decía nada y la inteligencia artificial (IA) era el sueño (o la pesadilla) de algunos pocos “loquitos”; dos años de encierro masivo por un virus que aún no sabemos de dónde salió solo podía ser un capítulo de uno de estos libros, y saber que el 8 % de la población concentra la misma riqueza que se reparte entre el 92 % restante no le pone los pelos de punta a nadie, porque, finalmente, “los pobres son pobres porque quieren” o “así funciona la selección natural”. Toca preguntarse, por lo menos, si las distopías cambiaron de espacio temporal. El futuro llegó hace rato, como dice aquella gran canción.

 

Mariel Carrillo García

 

 

 

 

 

 


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