Al derecho y al revés | Qué latosos son los yotubers

23/08/2023.- Lo primero es para la amiga correctora de pruebas, que, como todos, es posible que al leer el título pensara que tal vez me peleé con un youtuber, es decir, con alguien que ejerce una de esas nuevas profesiones, de esas que poco le añaden al PTB de la nación, aunque sirven para maquillar —mintiendo— los índices de desempleo.

Nada que ver. ¡Escribí "yotuber" y no me arrepiento!

El yotuber, por lo general, es más viejo que el youtuber, ya que hace rato pasó la raya de los sesenta… y si se le jurunga, uno encuentra que el ciudadano o ciudadana está desempleado, condición en la que lleva décadas, pero eso no le afecta.

Sucede que nuestros yotubers poseen techo propio y un cacharro cada vez más destartalado, lo que no les impide, como verdaderos caza "cocktailes", pasar la semana de brindis en conmemoración.

Estadísticamente, son los yotubers miembros de la generación de los baby boomers, y de nuevo prefiero aclarar, no vaya a ser que algún despistado piense que le hago propaganda a una marca de ropa interior femenina.

Y es que eso de ser baby boomer —grupo del que yo también formo parte— no se entiende en casi toda Iberoamérica, salvo en Venezuela y en pequeñas burbujas de clase media de México o Costa Rica.

La generación de los baby boomers nació después de la Segunda Gran Guerra y, aunque el término es yanqui, se caracteriza porque venimos de familias que tuvieron seis o más hijos.

A quien proteste porque esa proliferación de muchachos también ocurrió en muchos de nuestros países, y no solo después de la guerra, le aclaro que hay una diferencia filosófica, digamos, entre una familia yanqui y una hondureña, aun cuando ambas tengan seis hijos.

Los yanquis —y los venezolanos de la bonanza petrolera— tuvieron muchos hijos después de 1945 porque, con la mejora de la economía, no solo se podían alimentar a todos esos muchachos, sino también apoyarlos hasta salir de las universidades.

El hondureño ponía a la pobre mujer a parir como máquina previendo que, de los hijos nacidos vivos, algunos podían morir a poco de nacer, pero los restantes ayudarían a los padres cuando estos no pudieran sembrar la parcelita que les prestaban los propietarios de la tierra.

Bueno, ya saben que los baby boomers venezolanos vivimos bien, aun cuando —como fue el caso mío y de mi hermana Bea— nos mantuvieron durante los diez años desde el derrocamiento del presidente Gallegos hasta el 23 de Enero con el producto del sueldo de una tía querida, que era secretaria en un ministerio, y la pensión de mi abuela, sobreviviente de un jefe civil asesinado estando en funciones.

Bien, estos yotubers venezolanos son una lata y se parecen a los primeros exiliados cubanos, que llegados a Miami se la pasaban recordando, entre dominó y dominó, los bienes que supuestamente habían dejado en la isla.

A los latosos de aquí les dio por la política y en eso llevan el siglo impidiendo no digamos un debate, sino ni siquiera la confrontación de ideas, porque cuando alguien asoma alguna solución a cualquiera de tantos problemas, enseguida salta el yotuber con su programa, con el que no para de humillar —sobre todo a los jóvenes que no vivieron las bonanzas del o la bocazas—, enumerando los bienes que supuestamente tuvo antes del presente siglo.

Y cómo técnicamente son viejos, mucha gente evita confrontar a un energúmeno que se cree mejor a cualquier humano porque dice: "Yo tuve carros nuevos, viajaba a Miami semanalmente, y no para maletear, visité Las Vegas y Disney World muchas veces, bebía whisky del mejor, etc." y "lucho para recuperar eso".

No creo que las encuestadoras, que solo interpretan los guarismos electorales de los candidatos, revisen el daño que estos yotubers le hacen al país, al sabotear los verdaderos diálogos que son los de la gente y polarizar entre el gobierno y los energúmenos, porque para estos salvajes el resto son calificados de "alimañas, escorpiones y víboras".

Hasta ahora, cuando, en una conversación, me abordaba algún yotuber, evité confrontar, mirando al tipo o a la señora como lo que son: orates.

Pero, en adelante, no me los calaré y agradecería que quien tampoco lo haga proceda a rebatirles sus estupideces, lo cual es fácil porque esos tiempos que ellos añoran es imposible que vuelvan.

Saludos.

 


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